Luego del histórico discurso del presidente Chávez en Naciones Unidas, quedé estupefacto cuando el periodista Walter Martínez, del programa Dossier, se mostró indignado por una serie de hechos que definió en una frase lapidaria: "Estamos hartos de gente que se pone la cachucha roja para robar. Estamos hartos de gente que juega al chavismo sin Chávez". Estupefacto no por que haya dicho algo nuevo, sino por tratarse de uno de los pocos periodistas más ecuánimes que por un momento pareció dejarse llevar por la rabia y la impotencia. Ahora bien, le invito a observar un círculo vicioso que se repite en cada rincón del país y que incluye tres elementos: la ignorancia, la demagogia y la corrupción. Una combinación peligrosa que impide a los ciudadanos, como usted, apreciar la fuerza de las razones y no las razones de la fuerza. Acostumbro hablar con ejemplos, y se me antoja mencionar las protestas de algunas comunidades de Ciudad Guayana por la falta de agua. ¡Cierran la vía por que quieren agua!, la prensa reseña que cierran la vía por falta de agua!, pero esas comunidades no saben cómo argumentar su necesidad de agua, por desconocer las causas técnicas, políticas y económicas que provocan el problema, es decir, ignoran por completo la ubicación de las tuberías en sus barrios, ignoran ¿por qué la CVG Gosh ha tardado tanto en transferir el servicio de agua a las municipalidades a través de la empresa Hidrobolívar?, incluso la comunidad enardecida grita que no le importa quién resolverá el problema del agua, ¡pero que lo resuelva ya!.
Hasta este punto, vemos que la comunidad y la prensa ignoran las causas del problema, concretamente en el caso del agua. ¿Por qué, falta de información, apatía por la investigación? Y ello obliga a profundizar el debate. Pero es necesario debatir con argumentos y no demagogia. Aquí entran los demagogos interesados en que esas comunidades ignoren las verdaderas causas del problema, que debe ser resuelto por las instituciones. Y finalmente la corrupción que gana espacio cuando todos ignoramos las causas de un problema y la solución del mismo. Decía John Kenneth Galbraith “Todas las democracias contemporáneas viven bajo el temor permanente a la influencia de los ignorantes”, por supuesto no se trata de la ignorancia por la falta de conocimientos científicos o datos fiables sobre materias concretas, sino algo más radical relacionado con el funcionamiento de un sistema democrático. Se trata de la incapacidad para expresar demandas sociales inteligibles a la comunidad o para comprender las formuladas por otros, la incapacidad de argumentar o calibrar argumentos ajenos, para construir en sociedad por el bien colectivo y no individual. Este tipo de ignorancia provoca que se opongan a reformas necesarias que impliquen algún sacrificio y en cambio apoyen a los demagogos que prometen paraísos gratuitos o la revancha brutal de sus frustraciones a costa de cualquier chivo expiatorio. Quien quiera agua inmediatamente debe tirarse al río. Quien quiera resolver el problema del agua de todas las comunidades y no únicamente la de su ducha, en el baño de su casa, debe sumarse al trabajo comunidad e institución y presionar para que se cumplan los proyectos en los cuales participaron las comunidades. La deliberación necesita fomentar la expresión y la comprensión, proponer sin imponer, aceptar sin sentir humillación. Rompamos de ese círculo vicioso la ignorancia, orientando al lector para que juntos descartemos lo que no es verdad, como lo hace Walter Martínez en su programa Dossier. Para que el demagogo se vea forzado a razonar y no “razonar” con la intención de forzar. Si vas a cerrar la calle lleva una propuesta concreta y no la frase simplista y demagógica de querer un beneficio individual sin ningún plan para conseguirlo en función de todos. Es una de las mejores vías para reducirle los espacios a quienes se colocan la boina roja para robar, para educar civilmente y enmudecer a los demagogos. Barbarie o civilización, la fuerza de las razones y no las razones de la fuerza.
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