El conocido Alberto Nolia fue visto el pasado jueves haciendo una de las mejores cosas que sabe hacer: formando un lío. Verbal y gestualmente el autor de los Papeles de Mandinga sobresalía en medio de una cantidad de personas que tenía, como él, idéntico objetivo: entrar al automercado Bicentenario de Parque Central.
Reclamaba Nolia, a empleados y empleadas del local, que obligaran a la gente a hacer enormes colas para poder entrar. Me cuentan que -palabras más, palabras menos- por respuesta obtuvo la siguiente: “así evitamos el congestionamiento adentro y facilitamos que la gente pague más rápido. Estamos cumpliendo órdenes superiores”.
Como era de esperar, según la misma fuente, el comunicador mostró mayor molestia frente al alegato, molestia que no escondió en su espacio televisivo de esa noche.
Más allá de las buenas intenciones que pudieran existir en torno a la medida y de la efectividad de la misma, son otras las cosas que inquietan mi espíritu ciudadano. En primer lugar: ¿era estratégicamente conveniente poner en práctica la norma justo ahora? No lo creo.
Para nadie es un secreto que algunos mercados privados como Día a Día y Mikro están procediendo de igual manera desde hace tiempo. Lejos estamos de saber si el objeto de ambos negocios es “evitar el congestionamiento adentro y facilitar que la gente pague más rápido”. Hay quienes dicen que la verdadera intención es sembrar caos, incertidumbre y desesperanza entre hombres y mujeres que caro pagan su creencia en el Socialismo. ¿No resulta delicado hacer lo mismo?
En segundo lugar y de ser cierta la respuesta sobre las fulanas órdenes superiores, mucho me hubiese gustado su debate con el Poder Popular (léase Consejos Comunales, Juntas de Condominio, asociación de borrachos y amanecidos, etc) para sacar pulitura a esa partecita muy importante de la letra constitucional que refiérese a la democracia participativa. Todo indica que no fue así.
Si a Nolia le molestó el asunto de la fila, a mi me preocuparon estas dos.
¡Chávez vive...la lucha sigue!
