En verdad, por decir un formalismo, la política colombiana o mejor de Juan Manuel Santos, pareciera enredada o envuelta en muy malos presagios.
Ahora mismo, en la Habana, con testigos de por medio, avanza exitosamente en un diálogo de paz con representaciones de los frentes guerrilleros, que con base en la montaña del hermano país, se enfrentan a las fuerzas del gobierno.
Por elementales razones de principio nos parece maravilloso ese paso dado por las partes en pugna. La guerra entre hermanos, que lleva más de sesenta años, pareciera estar estancada y los acontecimientos ahora en América Latina, pese los pesimistas y alquimistas de la revolución, indican la conveniencia de transitar otras vías, por lo que parece obvio y hasta afortunado arribar a un acuerdo que ponga fin a esa forma de hacer política en el vecino y bolivariano país.
Por supuesto, hablando de manera cuidadosamente objetiva, el gobierno de Juan Manuel Santos, pareciera estar interesado en ese acuerdo; por algo concurre a la Habana y arriba a acuerdos con sus contendores.
Es pertinente pensar, pese a lo dicho anteriormente, que así como los guerrilleros están dispuestos a pactar, lo que no significa arriar las banderas del socialismo, el gobierno de Santos tampoco renuncia a propósito de derrotar en otro terreno las banderas de aquellos e intentar fortalecer el capitalismo, las políticas neoliberales y su contubernio con Estados Unidos. Lo que implica, continuar por ahora, a partir del acuerdo, la política interna colombiana por otras vías sin renunciar a sus planes de hacerla por la guerra, dentro y fuera de su territorio, más tarde.
Es decir, pudiera ser que, para hacer la guerra fuera, contra las políticas y países que se nieguen a entrar en el redil gringo, se hace necesario desmontar la confrontación armada interna y, sobre todo, desarmar a la guerrilla. Aun así, sería un riesgo digno de correr porque, en unas nuevas circunstancias, también podría crecer el movimiento popular colombiano y provocar allí cambios sustanciales. Digo todo esto, aun cuando sé habrá alguien que mordazmente me replique, “de ilusiones también se vive” o “de inocentes está lleno el cielo”.
La primera premisa, la de desmontar la guerra local para hacer posible una guerra de mayor alcance contra otros países, la fundamentamos en las razones que siguen.
El gobierno colombiano no ha dado indicios que pretenda, aunque sea en el futuro inmediato o mediano plazo, sacar de su territorio las bases militares gringas que amenazan al resto del continente sin motivo ni justificación alguna. Lo del combate al contrabando de la droga no pasa de un chiste cruel y de mal gusto.
¿Cómo entender que mientras se habla en la Habana de paz, Santos hable de su frustrado intento de formar parte de la OTAN que se transformó en un acuerdo de “cooperación mutua”? ¿Qué se buscó con ese anuncio o proceder diplomático? ¿Provocar a los negociadores del bando opuesto o pasar de hecho una situación contraria a la paz misma?
En la oportunidad de hacer su solicitud, Santos habló de manera extraña y hasta sugerente. Dijo, para justificar su proceder, “Estamos hechos para grandes cosas en el campo internacional”. Frase ésta que remite a cualquier cristiano a pensar en el rol de Israel en el Oriente Medio, el cual no es otro que ejecutar políticas de agresión por cuenta propia y de EEUU, contando con el respaldo de este país y de la OTAN.
La idea anterior, sumada a lo que arriba dijimos acerca del plan de guerra, que aunque parezca contradictorio, pudiera empezar con la paz en Colombia, se concatenan con las recientes declaraciones del actual Ministro de la Defensa de ese país, Juan Carlos Pinzón, es “un acuerdo de cooperación en temas de seguridad, porque estamos interesados en recibir experiencias de otros países, ya que queremos alcanzar – ponga el lector sumo interés en esta última parte- otros estándares de seguridad en la lucha contra amenazas trasnacionales”.
¿Quién amenaza a Colombia? ¿Quién a todos los países y pueblos de América Latina? ¿Quién a nosotros en particular? ¿De nuevo, Colombia se nos vuelve un peligro? ¿Busca Colombia la paz interna para hacer la guerra afuera?