Washington ve como un problema las iniciativas de integración en América Latina
Tiene apellido armenio y nombre de cantante mexicano, pero en realidad es argentino. Juan Gabriel Tokatlián, politólogo de profesión, cursó un doctorado en Política Internacional en la Johns Hopkins University de Maryland, EEUU. Imparte clases en la Universidad de San Andrés, en su natal Buenos Aires. Pasó por Caracas para participar en un foro donde disertó sobre las relaciones entre América Latina y la potencia del Norte. Su tesis: en esas relaciones, EEUUha desempolvado las pautas típicas de la Guerra Fría, donde el enemigo ya no es el comunismo de ayer sino el “populismo radical”.
- ¿ “Populismo radical” quiere decir Chávez?
El “populismo radical” es un concepto que EEUU ha definido particularmente en el Comando Sur. No es una categoría analítica que utilice en Asia, África o Europa Central, sino en América del Sur y, en particular, de cara al fenómeno chavista. En ese sentido, vuelve a introducir elementos de tensión, de fricción y, potencialmente, de confrontación en la región. También nos retrotrae a la Guerra Fría la marginación de una agenda social en las relaciones interamericanas y una vuelta a elementos en los cuales el fenómeno terrorista y el problema trasnacional del crimen organizado, se colocan como factores fundamentales cuando nuestra región necesita que el epicentro de su acción y preocupación sean los temas socioeconómicos, es decir, la pobreza y la desigualdad. El otro elemento que muestra este retorno a la Guerra Fría tiene que ver con un interés de Washington por ver las iniciativas de integración en la región como un problema más que como una solución. Alianzas similares a la Comunidad Suramericana de Naciones y otros ejemplos de unidad latinoamericana, son percibidos como gestores de actitudes antinorteamericanas, lo cual no es cierto.
Son iniciativas dirigidas a unificar criterios en la región, que buscan mejorar las condiciones sociales en nuestros pueblos.
Es por ello, entonces, que este retorno a elementos ideológicos, este desdén por lo social, esta preocupación por los mecanismos de aglutinación en el Sur, nos colocan en una situación, no de avance en la agenda con los EEUU, sino de revivir los viejos fantasmas.
- ¿Qué ocurrió en EEUU para que se diera ese retroceso?
En esencia y después del 11-S, cambió considerablemente una concepción estratégica cuyo pilar fundamental es la primacía.
Apunta a que EEUU tiene una preponderancia internacional que no tolera ningún adversario, sea éste aliado u oponente.
En esa dirección están los elementos más ideológicos, menos proclives a entender las ventajas de una interdependencia positiva, más reconcentrados en el valor del instrumento militar, copado en exceso por la estructura de poder norteamericana. Como consecuencia, tenemos una política que trata de establecer hegemonía por el temor y por la fuerza. América Latina está viviendo fuertes convulsiones que deben ser mejor entendidas, asimiladas y comprendidas, que no buscan un efecto antinorteamericano, ni provocar problemas con EEUU, sino resolver problemas internos de la región. Por ello los elementos más ideológicos obnubilan hoy mucho más a la administración Bush que a cualquier otra desde el final de la Guerra Fría.
- ¿Entonces hay un regreso a la política del “gran garrote” ?
Es una política en la que América Latina aparece, simplemente, en un radar de preocupación estratégico militar.
Un radar miope que distorsiona la realidad y les hace creer que los problemas de la región provienen de una potencial subversión por parte de grupos armados, o de la existencia de gobiernos que están jaqueados por fuerzas militares y quieran dar golpes de Estado. Y la verdad es que son problemas sociales, económicos, materiales, como la pobreza y la desigualdad. Enfocar todo para el lado militar desenfoca el otro lado que necesita nuestra región.
- ¿Cómo ve a Venezuela en medio de esta nueva situación?
La situación que se ha presentado con el chavismo es algo inesperada.
Venezuela no tenía tradición de fenómenos de esa naturaleza; inesperado porque, llegando a través de procesos eleccionarios legítimos, adopta una estrategia de reconstrucción interna muy fuerte. Aquí hay un proceso de sustitución de élites y un intento refundacional en momentos en que esa no es la clave suramericana y, por lo tanto, Chávez es una manifestación distinta. La mayoría de los países con gobiernos de cen-
tro-izquierda han escogido una estrategia de vinculación con EEUU en la que, aceptando su importancia, buscan espacios de cooperación selectiva y de resistencia. Es decir, cooperación en lo que se puede cooperar y resistencia frente a acciones intolerables.
Chávez no opta por esa estrategia sino por una que implica mayor confrontación, mucho más dura, mucho más retórica. El Chávez que llega al poder con el precio del barril de petróleo a 37 dólares es distinto al Chávez que hoy tiene el barril a 60 dólares. Producto del vacío dejado por Washington, aparece la iniciativa chavista como mucho más dinámica, más protagónica. Lo que hay que buscar no es marginar a Chávez, ni aislarlo. En nuestras relaciones con EEUU no debemos dejar espacio para ninguna justificación, para ninguna confrontación. No tenemos que caer en los errores estratégicos que hubo en los 60 y 70.
¿Cuál desenlace avizora?
Avizoro que en Suramérica empezaremos a buscar mecanismos de aglutinación cada vez más sensatos, prudentes y concretos.
Reunirnos alrededor del tema energético, en torno a una agenda social común y a luchar seriamente contra la desigualdad, ominosa en nuestra región. De cara a EEUU, creo que solamente una unidad muy fuerte nos permitirá ser un mejor interlocutor con ese país.
¿Cómo ve el Alca?
El Alca se pospuso no sabemos hasta cuándo.
Se suponía que el 1º de enero del 2005 se iba a firmar este acuerdo y que la próxima Cumbre de las Américas, en Mar del Plata, iba a sellarlo políticamente. No avanzamos, no se cobró ningún proyecto, pero por otro lado nuestra región está muy fragmentada y esto también es un problema.
Venezuela propone el Alba como alternativa.
Más que alternativa, lo veo como un proyecto que requiere un nivel de consenso que aún no tiene. Toda iniciativa que mejore la capacidad negociadora en Suramérica es bienvenida. Pero toda iniciativa que tenga elementos de confrontación excesiva es perniciosa.
¿Lo que le queda a América Latina es apostar a que vuelva un presidente demócrata la Casa Blanca?
El asunto no es que vuelva un demócrata que siga un republicano. El punto fundamental es ¿qué queremos nosotros? Nuestra excesiva dependencia de esperar qué sucede en EEUU lleva a muchos de nuestros gobiernos a una suerte de unilateralismo periférico. Cada uno busca salvarse por solo. Si esta es la lógica final del proceso, Washington con un demócrata o con un republicano que necesitamos es concentrarnos en nosotros mismos, en nuestra región, en nuestras virtudes, en nuestras capacidades, en nuestros problemas y, a partir de allí, construir un polo de poder real.
Hay quienes dicen que a EEUU lo que más le molesta de Chávez no es tanto lo que hace, sino el “mal ejemplo” que significa para otros pueblos, porque el intercambio comercial se mantiene intacto.
Yo diría que es algo más de tipo ideológico que real. Cuando digo ideológico quiero decir de falsa concepción, de error. Ningún país cree que lo que pasa en su vecino se transmite por contigüidad. Nadie cree en Ecuador que, porque esté Uribe en Colombia, Ecuador se vaya a “uribizar”. Nadie cree que Guyana se vaya a “chavizar”. Ese es un pensamiento más ideológico que sustantivo.
Lo que está pasando en nuestra región es que hay unaagenda social dramáticamente pospuesta en los años 90.
EEUU insiste en acusar a Chávez de exportar su revolución.
Bueno, si fue una exportación, fue de un producto no logrado, porque no hay ningún otro movimiento semejante en ningún país de la región.
¿Evo Morales en Bolivia, por ejemplo?
No. Ese es un fenómeno boliviano que hay que entenderlo en su bolivianidad, en su expresión concreta, en su dinámica, en su historicidad, en su complejidad.
Molesta particularmente a EEUU la asociación de Chávez con Fidel Castro.
Bueno,hay una relaciónmásdinámica entre Cuba y Venezuela, pero tampoco hay un “eje secundario del mal” en la región.Aesta altura tampoco Fidel trata de transmitir su modelo, nohayuna exportación del modelofidelista . Entiendo que haya retórica. Loquemeparece incomprensible es que compremos esa retórica como si fuese nuestra. Esa es la retórica de algunos sectores de EEUU, pero no creo que ningún país, Perú, Brasil o Chile, piensen que hoy están en puertas de ser tentados por la revolución chavista o por un retorno de la revolución cubana.
¿La opinión pública estadounidense, sensibilizada por los fiascos de Irak y Katrina, puede presionar un cambio en la política exterior de su país?
Yo no percibo un cambio significativo de parte de los EEUU en términos de su política exterior en el corto y mediano plazo. Primero porque sigue persistiendo un consenso respecto a la continuidad de una política de mano dura en la “guerra contra el terrorismo” más allá de que pasan de 1.900 las muertes norteamericanas en Irak. Esto no va a variar de manera dramática. Hay que ver la dinámica de la política interna en EEUU y, si el efecto de Katrina puede tener una reducción de los indicadores de popularidad de Bush. Pero no miro eso como un buen augurio, sino como un dato preocupante.
No quisiera que este conjunto de frustraciones que tiene EEUU, externas con Irak, e internas con Katrina, lo lleven a recurrir a nuevos elementos de fuerza en el exterior, a identificar que hay más problemas que requieran el uso de las armas.
La situación con el chavismo es inesperada, pues en Venezuela no se había visto algo similar
En Suramérica empezaremos a buscar mecanismos de aglutinación más sensatos
El Alba es un proyecto que requiere un nivel de consenso que aún no tiene en la región
Suramérica es vista con un radar miope que distorsiona la verdad sobre nuestros problemas
RELEVANCIA DE LOS CAÑONES
Las medidas de carácter militar tomadas por EEUU en el continente, como el Plan Colombia y la base militar en Paraguay, ¿hacen imaginable una intervención armada estadounidense en América Latina?
Yo descartaría como hipótesis, siquiera probable, algún despliegue intervencionista norteamericano. Lo que sí digo demaneramuy categórica es que el componentemilitar dentro de la política exterior de EEUU para América latina ha adquirido una relevancia crecientemente inusitada con un demérito de la agenda cívica y diplomática. Si uno mira hoy el Caribe insular, ¿cuál es el dispositivomilitar de EEUU? Guantánamo en Cuba, dos bases en Puerto Rico, dos localizaciones de seguridad (una en Aruba otra en Curazao). Si mira hacia América Central: la base aérea de Sotocano en Honduras, la localización de seguridad de Comalapa en El Salvador. Si mira elmundo andino: la base de Manta en Ecuador, 800 miembros de la fuerzas armadas más 600 contratistas privados de seguridad en Colombia.
Y ahora un salto significativo en el Cono Sur con el estacionamiento de tropas norteamericanas en ejercicio con el gobierno paraguayo de unos 500 hombres por al menos 18 meses, con la potencialidad o probabilidad de refaccionar, reacondicionar una base en la frontera entre Paraguay y Bolivia.
Este despliegue norteamericano, que ya no se limita a la cuenca del Caribe, sino que tiene una punta de lanza importante en el mundo andino y que se proyecta en el Cono Sur, es un elemento que no genera seguridad y certeza en la región, sino preocupación, alerta, y vuelve a poner un acento más en los elementos de tipo estratégico ymilitar, menos en los diplomáticos y sociales.