¡Cuantos siglos de dominio vivió nuestra América vilipendiada, despojada y destruida por el imperio español! ¡Cuantos siglos de dominio permanecen marcados en cada mapa latinoamericano producto de la influencia norteamericana!
Nuestros indígenas maltratados, muertos y despojados con las más inhumanas y brutales prácticas del conquistador, fueron la prueba más fehaciente de la aterradora potestad del amo usurpador.
Un grupo de bandoleros, financiados por la corona española, llegaron a tierras americanas y generaron la tragedia más dura y triste, que pudo suceder en la historia de nuestros pueblos e incluso de todos los pueblos del mundo. Desde saquearnos y quitarnos todas nuestras riquezas, hasta asesinar a sus habitantes, mediante la sobre explotación de su fuerza de trabajo y el vil asesinato.
Después, sucedida la independencia, el sueño de nuestro libertador Simón Bolívar, no pudo hacerse realidad, pues nuevos bandoleros montados en empresas particularmente norteamericanas se asentaron en nuestro suelo y nos exigieron, cómo debíamos producir y qué debíamos producir. Nos dividieron en países exportadores de productos agrícolas y países exportadores de productos minerales, se establecieron formas políticas y relaciones de clase, que favorecieron el Sistema de relaciones internacionales establecido. Los nuevos bandoleros, debían ordenar la sociedad a su manera, ya fortalecidos con apátridas nacionales.
Comenzó de esta manera la lucha por apropiarse cada vez más del suelo latinoamericano, nuestros países dadores de materias primas y generadores de mano de obra barata, han sido la fuente fundamental de las riquezas de las empresas transnacionales hasta el presente. Empresas que con sus acciones han generado daño social, violando los derechos de los ciudadanos, decidiendo el destino de los pueblos, borrando la autodeterminación como derecho inalienable y decidiendo sobre nuestra estructura política como jerarcas de los gobiernos.
Bandoleros nacionales y transnacionales, que han buscado el camino del pillaje como la única realidad para su mantenimiento, líderes de papel en el mundo, porque ante la injusticia heredada y consecuente que han vivido nuestras sociedades, la conciencia brota como manantial vigoroso para dar vida a los pueblos.
Y ahí, en las alturas, como la cascada más elevada del mundo, El Salto Ángel, brota la Revolución Bolivariana, producto de la sed de nuestro pueblo para vivir con dignidad.
La revolución Bolivariana ante el yugo del imperio, se sacude, y quita las amarras, denunciando ante le mundo, la debilidad de la clase dominante, oligarquías y gobernantes, retrepados al poder supranacional, sin importarles el crecimiento desorbitado de la pobreza o la marcada exclusión social que vivía Venezuela.
Ante el dominio del neocolonialismo, que amancilla nuestra América tiñéndola de colores opacos, sin vida, arropadas con el traje de las medidas neoliberales, emerge de la América indígena, una sociedad consciente que se proclama libre. La revolución Bolivariana es la bandera que iza nuestro pueblo y que dará alas para el levante de los países latinoamericanos.
La Revolución Bolivariana, es sin duda alguna, una despedida a los vagabundos del neocolonialismo y una bienvenida al canto de la emancipación, que unificara a nuestra América.