A mí no me gusta y seguro que a usted tampoco. A nadie le puede complacer ni llenar de satisfacción y orgullo una nación donde suceden las cosas que aquí pasan, que no tienen que ver con revolución ni con ideologías. Es la barbarie que nos está saliendo de adentro con pasmosa impunidad, bajo mil formas.
A los cortos de mente que se limitan a repetir que esta descomposición que vivimos es culpa de Chávez, les recordamos que la podredumbre que alimenta sus espíritus y que los mueve a desear que el cielo se parta y nos caiga encima, no se las inoculó nadie. Vivían con ella. Y a aquellos chavistas que creen que tienen a Dios agarrado por la solapa porque ahora el que manda es el poder popular, están equivocados, porque aquí quien gobierna es el dinero, no importa en la cartera de quién esté.
Un país donde impera la deshumanización, el individualismo, la impunidad, la anarquía, el fascismo, el paramilitarismo, el anti nacionalismo, el racismo, la desestabilización, la ineficacia, la corrupción, la violencia, la irracionalidad, el facilismo, la traición, el egoísmo, la "conciencia" con precio, no puede agradar a nadie. Uno se agarra desesperado de los logros, que los hay, como tabla de salvación para no sucumbir ante el desencanto, pero las notas de la Sinfónica tocando en Salzburgo o los niños operados con éxito en el cardiológico infantil, se nos hacen de pronto pequeños ante tanta cotidianidad frustrante y dolorosa. El jueves, motorizados trancaron varias avenidas, para protestar por la especulación de la cual son supuestamente víctimas. Hasta ahí, nada es nuevo. Al fin y al cabo, todos somos sujetos constantes del descontrolado aprovechamiento mercantilista. Lo que sí eriza es el terror vivido por una señora que rozó o tumbó a uno de ellos y fue perseguida por una horda que la alcanzó en Pdvsa, destruyó su carro y casi fue linchada dentro de él junto a la niña que la acompañaba. No hay palabras ni razones que justifiquen semejante barbaridad. No importa el color de la franela que vistamos, los venezolanos honestos, que somos la mayoría, no merecemos esto. Cuando los humanos con quienes convivimos se convierten en bestias, nos entran enormes ganas de salir corriendo.
Mlinar2004@yahoo.es