Hecho en China

A la frasquitería criolla le ha dado por descalificar los artículos de mala calidad que consigue, “porque son hechos en China”. Ellos creen que solo porque Chávez estableció buenas relaciones con los asiáticos, estamos obligados a consumir lo que allá hacen. En su ignorancia, o en su maledicencia, claman por la versión “original” de las cosas, como una garantía de buen funcionamiento, creyendo que esos “originales” son fabricados en los países de donde son sus marcas.

En los años ochenta visitamos Hong Kong y China y nos sorprendimos de ver las idénticas réplicas de muchos artículos que aquí son un lujo. La misma historia la encontramos en “Canal Street”, esa súper conocida calle neoyorquina que vende, por sólo diez dólares, exactas copias de los relojes que usted quiera, en sus estuches tan igualitos a su original que pocos son capaces de descubrir la diferencia, por no decir nadie.

Quien va al nivel Feria del Sambil, a uno de los locales de “firma” que existen allí, o al Centro Comercial “La Vela” de Margarita, jura que cuando compra una cartera “de marca”, viene de Milán o de París, o que los costosos zapatos por los que se matan los muchachos hoy en día en verdad los hicieron en Alemania o en Estados Unidos. “Nike” y “Adidas” hacen sus “joyas” en Asia. La bolsería consumista venezolana no ha entendido que todo, o casi todo, se fabrica en China. Hace décadas que las industrias optaron por la mano de obra barata asiática, con la consecuente explotación de los obreros, para hacer allá lo que en sus respectivos países nadie fabricaría por los míseros sueldos que les pagan.

Chávez no inventó los repuestos chinos para carros, ni los aparatos electrónicos, ni la ropa, ni nada de lo que usted compra y que tiene el sello “Made in China”. Hasta los gringos compran perolitos hechos en el país asiático. La única diferencia está dada en los distintos niveles de calidad que existen en el propio mercado. Nuestros astutos comerciantes optan por comprar lo más barato, que suele generalmente ser de mala calidad, aunque luego lo vendan aquí a precio de “original”. Al final, ante la brutal estafa de que somos víctimas, los chinos terminan pagando los platos rotos.


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Mariadela Linares


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