Han tenido que transcurrir cinco meses para que finalmente comiencen a escucharse críticas en el seno de la oposición a aquella inexplicable reacción violenta que condujo a los grupos más radicales a enrumbarse hacia un callejón ciego.
Si, en su momento, esos voceros oposicionistas, incluyendo a su ex candidato presidencial, hubieran tenido el coraje de enfrentar a quienes lideraron esa aventura conspirativa que denominaron “la salida”, el costo de esa macabra experiencia habría resultado mucho menor. No olvidemos que no fueron pocos los jóvenes que se sumaron a las manifestaciones, convencidos como les hicieron creer de que la suya era una acción respaldada por todos los sectores que adversan al Gobierno. Fue cobarde no decir en esa oportunidad que no estaban de acuerdo. Creemos que quienes hoy critican el proyecto golpista se abstuvieron de condenarlo con contundencia, por si acaso la acción obtenía algún efecto y hacía tambalear al Gobierno. No quisieron quedarse fuera.
Lo mismo pasó en el año 2002. Al festín de Carmona asistió todo el que quería ser visto en la celebración. Después lo negaron. Iban pasando por ahí y se asomaron por curiosidad. Dicen que solo firmaron una lista de asistencia, no un aval a un golpe. Ahora, “el loco de carretera”, como lo llamó alguien del lado opositor que entendió la insensatez de la aventura, está preso y, además, solo. Nadie lo acompaña en su barranco. Demasiada soberbia de su parte haber creído que saldría victorioso y no previó que la derrota siempre es huérfana.
En estos tiempos difíciles para el país, siguen sin aparecer los venezolanos de buena voluntad dispuestos a prestar sus consejos, sus críticas sanas, para aportar en el proceso de sacarnos del hoyo en el que nos hemos sumergido. Esta Venezuela que hoy somos, con sus carencias y sus errores, es el producto del concurso de todos nosotros. Por acción o por omisión, todos tenemos responsabilidad en nuestro presente. Pero se requiere dignidad, valor y honestidad para admitir que unos hicieron lo posible por empujarnos al hueco y otros han sido poco efectivos en evitarlo. La oposición nunca tendrá salida mientras un Andrés Velásquez y una María Corina Machado aparezcan juntos en una foto.
Cada uno de ellos es, históricamente, la negación del otro. La contradicción la cargan encima como una rémora.