Yo jamás supe en mi ya dilatada vida lo que es correr a caballo por el ancho terraplén. Cuando mucho, mi experiencia equina se redujo a los paseos en El Junquito, con un guía de resignación que halaba las riendas del caballo en un caminar más de velorio que de recorrido heroico, asustado siempre con los coletazos del animal espantándose las moscas impertinentes.
Nunca, en todos mis años de ansiedad, logré sentir la satisfacción que le supuse a quienes atraviesan los inmensos pastizales del llano repletos de vacas gordas y blanquísimas y que en medio de su travesía se detienen a sorber una gratificante bocanada del mejor habano para seguir luego complacidos su camino hacia la finca.
Hubiera querido tener por lo menos la posibilidad, que yo hacía tan habitual entre la gente pudiente del campo, de vivir la insuperable imponencia de caminar elegantemente por la pista del aeropuerto para montarme en una avioneta de lujo de mi propiedad en la que me esperaría mi piloto privado para llevarme donde yo quisiera y con el “monumento” que yo quisiera, mientras los pelabolas que durante horas esperan el vuelo de Aeropostal me miran envidiosos a lo lejos.
Me habría gustado mucho no sólo tener los apartamentos en Miami, Madrid y Nueva York que siempre pensé tenían los ganaderos, sino viajar por todo el mundo comiendo paté y tomando los mejores vinos sin la preocupación baladí del “cuánto costará todo eso”.
Claro que me habría encantado tener dónde invitar a mis amigos a degustar una buena parrillada con pasapalos de salmón noruego y guiski 18 años sobre la más exclusiva vista panorámica de Caracas, con misses e intelectuales de derecha regados por toda la casa en la más sana disertación de variada ignorancia.
Sí, habría disfrutado mucho poder restregarle a la gente en las calles que mi verdadera pasión no es sólo tener la cantidad de carros de lujo que según mi idea debería tener el ganadero promedio, sino el saber que son los más caros.
Pero no fue así… Qué va a saber burro de chicle bomba.
Si yo hubiese sabido que todo eso era mentira, y que en verdad esa gente lo que ha hecho es padecer y sudar para apenas medio sobrevivir, como han explicado todos estos días en Globovisión, hubiera preferido un apartamentico en El Marqués.
Eso sí es vida.