Hay noticias de noticias. Aporrea compartió el día 17 de los corrientes en su portal http://www.aporrea.org/actualidad/n236371.html la noticia que, a mi juicio, muestra el rostro ridículo de las instituciones que deben garantizar el bienestar de los ciudadanos. Unos zagaletones que durante una década, según la noticia, le hicieron la vida imposible a un anciano son sancionados a 90 horas de trabajo comunitario, es decir, no hay sanción porque esta figura es casi simbólica en Venezuela. Por otro lado, esto significa que por cada año de perturbación corresponde 9 horas de sanción. ¡Dios, que escarmiento para estos jóvenes! ¡Me imagino que no les quedará más ganas de encender ni un radio de pilas! ¿Se imaginan? Vamos a colocarnos por un momento en los zapatos de este anciano. Durante 10 años Ud. es sometido a una inclemente contaminación sónica, y las autoridades le dicen que el delito será penado con 4 días de trabajo comunitario.
Ahora entiendo por qué no han sancionado a las camionetas y buses del transporte público que atormentan a sus usuarios con su música a altos decibeles, a los de la economía informal que nos mantienen bajo el fuego de sus cornetas en las calles de cualquier ciudad de Venezuela para vender sus quemaitos, a los recién llegados vecinos detrás de mi apartamento que quieren que todos sepamos cuáles son sus gustos musicales, a los jóvenes que se estacionan en las plazas y abren la maleta de sus carros para mostrar la fuerza del nuevo equipo de sonido que instalaron, etc, etc, etc. Para que haya sanción, entonces, uno debe ser sometido de manera permanente durante una década, por lo menos, de tal manera que las autoridades puedan pronunciarse con una ridiculez como esta.
Mientras en nuestro país sigamos teniendo delitos sin delincuentes y sanciones como esta, acá no habrá revolución que valga. Es hora de una revolución institucional, de una revolución de la justicia. De una revolución ciudadana que erradique la anarquía que está acabando con este país y sus instituciones.
