Subject: Para Raul Cubas
Apreciado Raul:
Quiero aprovechar esta ocasión para enviarte a ti y
a todas las personas que laboran en PROVEA, una organizacion a la que
he acompañado casi
desde su fundación, mis mejores deseos por un Año 2003 propero y
feliz. Lamentablemente no puedo decir que él mío se inició con esos
signos. Por el contrario, el
comienzo de este nuevo año para mi fue marcado por un lamentable
incidente que me ocurrió en el Hotel Tamanaco, donde según una
costumbre familiar que
instaurara mi madre, fui a pasar la noche de Año Viejo y recibir el
nuevo. Todo muy bien, hasta que una banda, premeditadamente, dados
los atuendos que distinguen
al fanatismo antichavista, encabezada por Antonio Ledezma y su mujer,
no sólo me agredieron con un cacerolazo que se prolongó por casí 6
horas, sino con todos los
insultos e improperios imaginables.
Pero no fueron sólo contra mi.
También ofendieron a mi señora esposa, una persona totalmente ajena a
la actividad política,
médico patologa de profesión, al servicio casi "ad honoren" del
Hospital Oncológico Padre Machado", cuyo único pecado es ser mi
compañera de vida.
Lamentablemente para quienes protagonizaron semejante acto, no
sucumbí ante la inhumana presión de unos niñatos que no vacilaron en
amenazar mi integridad
física - la de un anciano - y la de mi esposa y permanecí en el lugar
hasta que cansados u obligados se decidieron a abandonarlo. No
encontraron la persona débil que
se deja conculcar sus derechos por bandadas de enfermos mentales con
espíritus trastornados por la alienación mediatica. Simplemente
sentí pena ajena hacia unas
personas, que desconociendo la trayectora de otra, con más de 50 años
dedicada a la docencia en centros académicos militares y en las
Universidades "Simón Bolívar" y
"Central de Venezuela"; con abundante obra escrita; con una actuación
por la paz reconocida por la ONU quien me impuso la "Medalla de la
Paz"; con un record de
servicio por los derechos humanos; y, un servidor público honesto y
dedicado tanto en su larga carrera militar, como en posiciones tales
como la de Gobernador del
T.F. Amazonas, donde me tocó enfrentar el injusto ataque realizado
contra la etnia Piaroa por empresarios en complicidad con agentes
gubernamentales y del partido
AD, como Senador que luchó entre otras cosas por la implantación del
Código Orgánico Procesal Penal, para transformar la justicia
inquisidora reinante en
Venezuela, en una justicia acusadora, con plenos derechos y garantías
para el debido derecho a la defensa y fuera del monopolio de un
gremio que la explota para su
exclusivo provecho; como Embajador en un país amigo con el cual
intenté y logré incrementar las transacciones binacionales.
De verdad que resulta desalentador para
un hombre de mi edad con esa trayectoria tener la experiencia de
vivir en un país donde pareciera que ya nadie sabe distinguir donde
empieza la selva y termina la
civilización. Donde se percibe en un grupo considerable de sus
habitantes un proceso de secreción mental mediante el cual se
comienza a admitir que lo macabro es
un bien de consumo más o un derecho de las personas. Sin embargo,
esa pena que siento por los inconscientes que participaron el al
acto, no la siento por quienes lo
estimularon y auparon: los esposos Ledezma.
Desde luego no albergo
ningún rencor hacia ellos. Soy capaz de distingir una persona con
neurosis fóbica de una
normal. Lo que me preocupa es que individualidades con esos severos
desequilibrios mentales sean quienes pretenden liderar el país.
Ciertamente uno puede
encontrarle muchos defectos al actual régimen -que yo los he
señalado, incluso de una manera extrema cuando públicamente renuncié
a la Embajada en Chile- pero
nadie le puede imputar ataques a personas, en la privacidad de su
vida, ni directamente ni por partes interpuestas. Esto parecería que
obliga a uno, ante esa terrible
disyuntiva, a tomar partido, si no fuese por el auto-respeto que le
impone a las personas la obligación de mantener su libertad de
criterio.
Como hecho curioso,
habría señalar que en el desarrollo del incidente el gerente de
seguridad del hotel, un ciudadano de apellido Gutierres, ex-agente de
la Disip, expulsado a raíz de su
comportamiento durante los hechos del 12 y 13 de abril próximo pasado
-según propia confesión- me conminó, agregándole presión a la
realizada por la banda, a
abandonar el lugar, de donde era huesped registrado, a más tardar a
las 4 pm a riesgo que de no hacerlo sería sacado aún cargado.
Desde luego, la directiva del Hotel lo
desautorizó y en gesto que les honra me pidieron las disculpas
correspondientes y me brindaron toda suerte de atenciones. Algo que
les agradezco. Creo que se trata
de un hecho de violación de los más elementales derechos humanos que
debe ser hecho de conocimiento público para que se tenga consciencia
de la situación que
actualmente experimentamos los venezolanos que no queremos tomar
partido - pero que nos obligan a hacerlo - en estos momentos en los
cuales la irracionalidad
pareciese ser el signo distintivo de nuestra vida como pueblo.
Saludos,
ALBERTO MULLER ROJAS