Le debo una rectificación a mis lectores por haber sostenido un falso debate con el sector del Psuv que califiqué de estalinista. No fue sino hasta hace una semana que me percaté del uso que hacían de mis ideas, en ocasiones para sustentar sus posturas, en otras para descalificar las mías.
Una dualidad que en sí representa una profunda contradicción, que confunde a sus lectores. Seres que se refugian en su individualidad para escapar de la incertidumbre originada por las situaciones inéditas planteadas por la dinámica revolucionaria. Le atribuyo esa actuación a la ignorancia de quienes sostienen esa posición ambigua.
Es cierto que K. Marx y F. Engels quisieron construir con el materialismo histórico una ciencia holística que explicara y pronosticara el comportamiento humano a través de la consideración de las condiciones materiales existentes en cada momento de la historia.
Y para ello adoptaron el determinismo como paradigma que al momento imperaba en el mundo científico. Una decisión que convertía el conocimiento en una religión, con las características dogmáticas de esos credos.
Desconocen la revolución científica producida por la física cuántica, que desplazó la física newtoniana abriéndole paso al posibilismo.
De esta manera pasaron por alto los esfuerzos realizados por el estructuralismo para hacer viable esa disciplina integral sobre el comportamiento humano. Del mismo modo que desecharon el psicoanálisis, que convertía la idea de la revolución en un fenómeno cultural, conjuntamente con los trabajos de los existencialistas, con los cuales demostraron la invalidez de una generalización indebida mediante la cual se consideró el comportamiento humano como homogéneo.
O sea, que la conducta de un hindú es similar a la de un británico. Igual suerte correría la teoría de la acción comunicativa que establece que la interacción cooperativa sólo es posible entre seres semejantes. No habrá tal cooperación en el marco de relaciones asimétricas.
En ese contexto, el supuesto debate únicamente ha sido amarillismo. Proporciona informaciones falsas para atraer a los lectores. Es simplemente sensacionalismo, con un efecto perverso. Transforma la democracia en demagogia. Es simplemente imposible evaluar el tamaño del daño que esta conducta le ha causado a la dinámica revolucionaria.
"Llegados a este punto, es necesario efectuar una clara distinción entre el periodismo de investigación y el periodismo amarillo.
El primero, se sumerge en lo más crudo de la realidad para mostrarla en toda su evidencia y para que los grandes trucajes desde los diversos poderes no queden escondidos, pero respeta el dato y el tono.
El segundo, por el contrario, convierte lo anterior en una narración agresiva, espectacular y tensionada, donde se juega con las reacciones más prístinas del lector y se olvida cualquier parámetro ético que controle el texto. La relación entre los 'reality shows' televisivos, tan de moda, y este tipo de periodismo es estricta: en ambos casos es lo extravagante y agresivo lo que manda, aunque la verdad salga maltrecha y el consumidor resulte conducido a conclusiones parcialistas o sencillamente equivocadas de la noticia en sí misma considerada".
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