La hora de las decisiones

Para el Gobierno Bolivariano llegó la hora de las decisiones y de demostrarle a la oposición fascista que “se acabó el pan de piquito”. El presidente Maduro tiene que pasar de las palabras a los hechos, para así demostrarle a Venezuela y al mundo, que lo observan con atención, que el comandante Chávez dejó en buenas manos su legado.

La experiencia histórica demuestra que sólo profundizando la revolución, es posible mantenerla y profundizarla; de allí que cada golpe de la contrarrevolución, debe hallar como respuesta contundente, más revolución. Así lo hizo Fidel Castro, y allí está Cuba, con todo y el bloqueo criminal de los Estados Unidos, construyendo el socialismo.

La Primera República cae, a decir del propio Bolívar en el Manifiesto de Cartagena, por blandengue, y sería muy positivo para el país que en las circunstancias actuales, de conspiraciones y de perdones, el presidente Madura leyera y releyera este documento.

Jacobo Arbenz, el presidente electo de Guatemala, ante la agresión hondureña se agota en protestas diplomáticas, y al no tomar en cuenta que detrás de la United Fruit Company estaba el brazo armado del imperio norteamericano, pierde de vista y subestima al enemigo principal, se niega a entregar armas al pueblo y su gobierno cae con más pena que gloria, lo que lleva a El Che Guevara, a escribir:

“El coronel Arbenz no pensó que un pueblo en armas es un poder invencible a pesar del ejemplo de Corea e Indochina. Pudo dar armas al pueblo y no quiso, con el resultado conocido”. (El Che: revolucionario heroico, publicación de PDVSA, octubre de 1966).

El círculo antisoviético finalmente liderado por Mijail Gorbachov, debilita en vida el liderato de Stalin y después de muerto el sucesor de Lenin, se dedica a desprestigiarlo, tal y como hoy lo hace la oposición fascista en Venezuela con el comandante Hugo Chávez, en el marco de una táctica macabra dirigida a llegarle y a liquidar a Nicolás Maduro.

El gobierno del general Isaías Medina cae el 18 de octubre de 1945 porque no obstante estar informado que tras la enfermedad que le impide a Diógenes Escalante ser candidato presidencial, Betancourt cocina con Washington el golpe de Estado, el último representante de la hegemonía andina se niega, con el argumento de evitar derramamiento de sangre, a ordenar el ataque contra una unidad militar clave.

El gobierno de Don Rómulo Gallegos cae el 24 de noviembre de 1948 porque aunque evidente la conspiración, tal como lo advierte oportunamente el Partido Comunista de Venezuela a través de Tribuna Popular, no se adoptan las medidas prácticas y eficaces para detener el Golpe de Estado.

Las experiencias nacionales y extranjeras enseñan que tal como dijo alguien, más que por débiles, los gobiernos caen por pendejos. El propio Chávez aflojó la cuerda de la tolerancia más de lo conveniente en los años 2002-2003, y por un pelo el suyo no se viene al suelo con todo y las conquistas políticas, sociales y económicas alcanzadas para y por el pueblo.

Demuestra la experiencia, por otra parte, que cuando las leyes se discuten y se aprueban con mucha bulla, pero no son cumplidas al pie de la letra e interpretadas en su espíritu, de poco o nada sirven, y lo mismo hay que decir de las medidas blandengues que en determinados casos mueven a risa, como por ejemplo las multas piches que se le suelen aplicar a los especuladores y acaparadores de bienes y servicios.

Para que la oposición fascista entienda que aquí hay gobierno democrático, pero no pendejo, las multas tienen que ser bien altas, tanto que le duelan en el bolsillo a especuladores y acaparadores, y es más, en casos de reincidencia, deben ir acompañadas de privación de la libertad.

Los cierres de negocios, y esto debe tenerlo claro el gobierno, son inconvenientes, porque al reducir los márgenes de ventas al público, le disminuyen al Estado venezolano los ingresos por concepto de Impuesto al valor agregado (IVA) e Impuesto sobre la renta. La clave está, como dejamos planteado, en altas multas y en cárcel para los especuladores y acaparadores, sin blandenguerías ni corruptelas.

Y en el caso de las corruptelas, en respuesta a la guerra económica declarada contra el pueblo por la oposición fascista, el Gobierno Bolivariano debe recordar a nuestro Libertador, cuando éste decretaba pena de muerte contra los ladrones del tesoro público, pero también contra los jueces que vacilaran en la aplicación de las leyes.

En Venezuela no tenemos pena de muerte, pero si leyes contra la corrupción que lamentablemente no se cumplen, por lo que cabe esperar que de ahora en adelante a la lupa del presidente Maduro no escapen funcionarios del gobierno, de alto y medio nivel, civiles y militares, que negocian con especuladores y acaparadores de bienes y servicios e incluso con delincuentes de alto y de bajo coturno.

Como dijimos al comienzo, al Gobierno Bolivariano le llegó la hora de las decisiones, caiga quien caiga. En la guerra económica contra el pueblo está metida la mano de la oposición fascista, aliada del imperialismo yanqui, pero al convite no escapan elementos que se disfrazan de rojo rojito para enriquecerse ilícitamente. Y no es cuento de caminos. Lo que se busca no es una alternativa democrática, como alguien ingenuamente pudiera pensar; lo que se busca es instaurar en Venezuela una dictadura tanto o más criminal que la de Pinochet, en Chile, para eliminar, de raíz, al chavismo, y quitarle al pueblo sus conquistas sociales, como se está haciendo en Europa y en los Estados Unidos, para oxigenar al capitalismo salvaje, en la actualidad más peligroso que nunca por las crisis asmáticas que ni el Fondo Monetario Internacional ni el Banco Mundial, logran contralarles, por lo que ve como única alternativa de salvación, aunque suicida, provocar una nueva guerra mundial.


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Beltrán Trujillo Centeno


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