Ya se sabe dónde están los reales

Un cortometraje difundido por Tves nos revela, en buena medida, dónde están los reales que se supone por vías más ilícitas que lícitas, han sido sacados del país en los últimos diez o quince años, es decir, desde que se instauró el Gobierno Bolivariano, por personas naturales y jurídicas.

Quepa recordar que la pregunta ¿Dónde están los reales? La hizo en su campaña electoral el ex presidente socialcristiano Luis Herrera Campíns, sin que una vez llegado éste al poder, pudiera hallar la respuesta, y tan es así que el dirigente político portugueseño pasó a la historia como responsable del llamado “viernes negro”.

Pues bien, ese cortometraje divulga importantes aspectos no ya de los perifollos del vergonzoso “Ta´barato, dame dos”, de los tiempos de la “Gran Venezuela” de Carlos Andrés Pérez, sino acerca de cómo actualmente venezolanos y venezolanas botan el dinero a manos llenos en Miami y otras ciudades del Estado de Florida, donde aún se nos tiene como los turistas más apetecidos por los cazadores de dinero fácil.

Pero no para allí la cosa. El cortometraje exhibe, con toda claridad, por no decir obscenidad, las lujosas mansiones construidas a lo largo y ancho de Miami para satisfacer los caprichos residenciales –ocasionales y permanentes- más exigentes y disparatados de compradoras y compradores de inmuebles, lo que mueve a una catira oxigenada con pinta de cazadora de fortunas captada por las cámaras, a preguntarse una y más veces, con cara de satisfacción, ¿de dónde sacan los venezolanos tanto dinero?

La verdad es que no se requiere ser agente del FBI o de Scotland Yard, para hallar respuesta a esa pregunta. Se trata, por una parte, de dinero sano que, con todo derecho, venezolanos y venezolanos de elevados o regulares recursos económicos, destinan a la diversión individual o familiar, dentro o fuera del país, lo cual nada tiene de censurable.

Pero también se trata, en mayor medida, de dinero hurtado al tesoro público, y en este caso hablamos de ex funcionarios corruptos del Estado venezolano que huyeron a Miami y que con el cuento de “perseguidos” políticos, reciben la protección del gobierno estadounidense.

A los especímenes anteriormente señalados se suman los banqueros prófugos, que no son otros que sujetos que luego de embolsillarse el dinero de depositantes y ahorristas, pusieron pies en polvorosa, y con el mismo cuento de “perseguidos políticos”, se dan la gran vida en el Estado de Florida, protegidos por el Tío Sam.

¿Y cómo excluir de la lista a los mafiosos de la droga, la prostitución y los juegos ilícitos que hacen causa común en el Estado de Florida con personajes -o sus descendientes- “expertos” en estas materia que huyeron a Miami tras el triunfo de la Revolución Cubana?

Lo cierto, como rezan las sagradas escrituras, es que de todo hay en esa viña del Señor que conocemos como Miami, por lo que resulta poco meritorio para alguien que cuide su nombre, vanagloriarse de visitar o de vivir en la pintoresca ciudad del Estado de Florida, especie de joya, para no pocos venezolanos y venezolanas, de la corona imperial.

El cortometraje habla de cuantiosas inversiones de venezolanos y de venezolanas en Miami y en otras localidades del Estado de Florida, e incluso de poderosas empresas constructoras y de bancos en las y en los que predomina capital sospechoso de la misma procedencia, lo que si algo ratifica, es que como bien se ha dicho, el dinero no tiene patria, ni corazón en el pecho.

Allá por los años 30 del siglo pasado, el ilustre escritor venezolano Arturo Uslar Pietri se pronunció por “sembrar el petróleo”, con lo cual quiso decir invertir el dinero que nos produce el crudo en agricultura, industrias, comercios, servicios, etc., pero lógico que en Venezuela, no en otro país.

Pues bien, queda claro entonces que quienes decidieron invertir el dinero hurtado al Estado y a particulares, más el propio, en el Estado de Florida, no sólo desoyeron el llamado del ilustre venezolano, sino que ponen de manifiesto su poco o ningún amor a esta tierra.

Las inversiones de venezolanas y de venezolanos en el Estado de Florida son tan cuantiosas, que por el lado que se les mire, arrojan sospechas en cuanto a su procedencia lícita, y por otro lado ponen de manifiesto la debilidad, por llamarla de alguna manera, de los instrumentos diseñados por el Estado venezolano para controlar la fuga de capitales.

Y conste que nos estamos limitando a inversiones en el Estado de Florida, que lógicamente no es el único destino de los capitales que salen de Venezuela por los caminos verdes o por los canales de la corrupción. Bueno sería que el presidente Maduro, en el marco de las leyes habilitantes, adopte medidas para por lo menos “mandar a parar” tan aberrante práctica.


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Beltrán Trujillo Centeno


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