Dos productos mediáticos

En el año 2005 dimos a la estampa el libro Influencia de la prensa monaguense sobre las grandezas y miserias de los partidos políticos, en el que si bien, como su título lo indica, enfocamos una situación local, ésta no deja de tener ramificaciones en todo el país, con el agravante que no se trata ya del medio impreso, sino de todo el espectro comunicacional venezolano.

Sería llover sobre mojado hablar de cómo de un tiempo a esta parte los medios informativos desplazaron de sus posiciones a los partidos políticos, por lo que no es exagerado afirmar que más que políticos propiamente dichos, en la Venezuela de hoy tenemos a granel especímenes que, de no tener por delante un micrófono, o un periódico complaciente, pasarían más inadvertidos que cielo estrellado para quienes viven encandilados por las luces de neón de las grandes ciudades.

Tenemos, así, que los medios informativos privados pasaron a cumplir la función “déjenos pensar por usted” que tuvo –o tiene como slogan- una conocida empresa publicitaria, por lo que los políticos de micrófono y de papel no hacen otra cosa que cumplir las pautas que, como cualquier reportero de prensa, radio o televisión, reciben a diario de sus jefes de secciones.

Pero no por haberlos suplantado, los medios impresos y radioeléctricos dejan de filtrar pequeñas dosis de oxígeno a los partidos políticos, y así se explica el lanzamiento al mercado electoral de productos mediáticos llamados a crear y a consolidar matrices de opinión de interés para unos y otros. El dicho popular enseña que “los burros se juntan para rascarse”.

A fuerza de repetirlo, al estilo Goebbels, el “celebre” jefe de la propaganda nazi en la Segunda Guerra Mundial, el señor Capriles ha pasado a ser visto y aceptado por sus seguidores y seguidoras como el “líder de la oposición”, y todo porque es éste, el calificativo que a diario se le da a través de la prensa, la radio y la televisión, al dos veces derrotado candidato a la Presidencia de la República.

Si mal no recordamos, el doctor Luis Beltrán Prieto Figueroa, eminente educador venezolano, nos habla en una de sus muchas obras pedagógicas, de las cualidades del líder, y si al caso vamos, por el lado que se le mire, el señor Capriles no reúne, o reúne pocos de esos atributos, lo que nos lleva a pensar que estamos en presencia de un producto mediático que, como cualquier mercancía, salió hace algún tiempo al mercado electoral, sin que no obstante haber sido rechazado en dos procesos consecutivos, hay sido retirado, habría que preguntar si por falta de una mejor alternativa interna, o por imposiciones externas, -entiéndase de quienes por pagar la orquesta, imponen el ritmo. “A buenos entendedores, pocas palabras”.

Otro producto mediático que los medios impresos y radioeléctricos privados están empeñados en imponer, tiene varias expresiones, de las cuales vamos a escoger dos, por ser las más manoseadas: “alternativa democrática” y “unidad democrática”.

Es de dudar que haya en Venezuela un periodista o una periodista que desconozca, por un lado, los antecedentes de los partidos políticos que hoy conforman la llamada “Mesa de la Unidad Democrática”, y por el otro, las peleas internas que se libran dentro de ese saco de gatos.

¿Cómo, entonces, calificar de “alternativa democrática” al mismo grupo político de orientación fascista que con la denominación de “Coordinadora Democrática”, encabezó en el 2002 un golpe de Estado contra un gobierno democráticamente electo por el pueblo?

¿Cómo calificar de “alternativa democrática” al grupo político que en esa oportunidad, tras secuestrar al Presidente de la República y declarar disueltos los poderes públicos, salió a la calle a asaltar la Embajada de Cuba y a detener, vejar y atropellar a sus opositores, incluso a diputados a los que se les desconoció su inmunidad parlamentaria?

¿Cómo calificar de “alternativa democrática” a actores y cómplices de “El Caracazo” y de cuantos crímenes y violaciones de los derechos humanos se consumaron en Venezuela en las últimas cuatro décadas del siglo pasado, como son los casos, entre muchos otros, de Antonio Ledezma y Henry Ramos Allup, ambos de Acción Democrática, como lo demuestran videos que con menos de la frecuencia debida, vemos en algunos canales de televisión?

¿Cómo hablar de “unidad democrática” si de todos los medios impresos y radioeléctricos es sabido que ese grupo político ni está unido, ni tiene nada de democrático, aunque los integrantes de su cúpula, de los dientes hacia afuera, digan lo contrario?

¿Cómo hablar de “unidad democrática” si es vox populi entre periodistas y no periodistas que a ese grupo político sólo lo une, de un lado, su dependencia de las directrices del Departamento de Estado de los Estados Unidos, y del otro, su odio a cuenta les huela a chavismo, valga a decir, a pueblo.


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Beltrán Trujillo Centeno


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