“Por donde aprietas, sale pus”
Manuel González Prada
La administración del presidente George W. Bush, que se halla en franca picada, viene atravesando una serie de escándalos, a tal escala que al final comprometería al mismo presidente.
Primero, el “cerebro” del presidente, su “infant terrible” Karl Rove junto con el brazo derecho y asesor principal del vicepresidente Dick Cheney, Irwing Lewis Libby, alias “Scooter” (“patinete”) fueron llamados ya cuatro veces por el fiscal federal Patrick Fitzgerald para que testifiquen ante el gran jurado por su implicación en la divulgación del nombre de una importante agente clandestina de la CIA.
Después, la figura clave para el gobierno republicano en el congreso, el líder de la mayoría de la Cámara de Representantes, Tom DeLay, acusado por el lavado de 190,000 dólares durante la campaña electoral, y conspiración criminal, recibió una orden de arresto. Por otro lado, el mismo presidente y su vicepresidente tuvieron que someterse a las preguntas del fiscal por separado en la Casa Blanca en presencia de sus abogados. Así está la cosa.
El escándalo de CIAgate se originó el 14 de julio de 2003, cuando el nombre de la agente encubierta de la CIA, Valerie Plame - que dirigía una organización del control de las armas de destrucción masiva- fue divulgado el 14 de julio de 2003 en una columna sindicalizada del periodista ultra conservador, Robert Novak, de quien se dice es utilizado frecuentemente por la cabala de la Casa Blanca y en especial por Karl Rove para la destrucción de carreras de los que se revelan contra la agenda de la guerra preventiva de los halcones del gobierno.
Unos cuantos días después, Matt Cooper de la revista Time también reveló e nombre de la agente CIA pero sin divulgar la fuente. Se sabe también que la periodista de The New York Times, Judith Miller recibió la misma información de Lewis Libby, pero ella no lo divulgó. De acuerdo a las leyes norteamericanas que toman en cuenta el Acta de 1982 de Protección de Identidades de los Agentes Secretos del Servicio de Inteligencia, aprobada en aquella época a insistencia de George Bush, padre del actual presidente quien era entonces vicepresidente. También, por el Acta de Espionaje de 1917, revelar el nombre de un agente encubierto de la CIA constituye un delito federal castigado con hasta 10 años de prisión y una multa de más de 10,000 dólares.
En realidad la historia del CIAgate comenzó mucho antes, cuando los “vulcanos”: Donald Rumsfeld, Condoleezza Rice, Paul Wolfowitz, Richard Armitage y Colin Powell, con el apoyo de Dick Cheney y por supuesto del mismo presidente Bush, crearon en 2001 el grupo WHIG (el Grupo de la Casa Blanca para Iraq). Lewis Libby, Karl Rove, asesor de la seguridad nacional Stephen Hadley, jefe del personal de la Casa Blanca Andrew Card, la asesora Mary Matalin, el director de comunicaciones Dan Bartlett y la asistenta de Bush, Karlen Hughes recibieron la tarea de crear condiciones y preparar la opinión pública para la guerra “preventiva” contra Irak.
Los que siguieron los acontecimientos del 2001 al 2003, pueden acordarse de la avalancha de información-desinformación sobre Irak en los medios de comunicación: presencia de armas de destrucción masiva, laboratorios de guerra bactereológica, construcción de la bomba nuclear, atentado contra Bush padre etc., etc. Los artículos de Judith Miller , siguiendo la tónica del WHIG, tuvieron gran cobertura en las páginas del The New York Times, convirtiéndose este periódico en uno de los promotores de la guerra contra Irak. Lo mismo pasó con la mayoría de los medios de comunicación en EE.UU.. De eso, todos se acuerdan.
Al inicio de esa campaña, la CIA trató de distanciarse de la cabala de la Casa Blanca y de sus acusaciones contra Irak, y por eso, para comprobar la veracidad de la acusación del WHIG, que utilizó hasta el servicio secreto de Italia para fabricar “pruebas” de que Sadam Husein había adquirido 500 libras de uranio procesado, la CIA envió al embajador retirado Joe Wilson a la República Niger donde supuestamente se realizó esta operación.
A su retorno, Joe Wilson desmintió la información y dijo que la compra de Uranio por parte de Irak no era real, contradiciendo así el deseo del WHIG de crear un pretexto para iniciar la guerra contra ese país. El informe de Wilson fue ignorado y los preparativos para la invasión a Irak se aceleraron pese a que Joe Wilson empezó una activa campaña contra los intentos del gobierno. Como represalia, los miembros del WHIG decidieron castigarle. De lo que se sabe, Karl Rove y Lewis Libby hablaron con unos seis periodistas de su confianza diciendo que Joe Wilson fue enviado a Niger gracias a la iniciativa de su esposa que era la agente clandestina de la CIA.
Así comenzó el escándalo que cada día viene complicándose más y más. Resulta que la fuente primaria de la filtración fue el vicepresidente Cheney, y del resto de la historia se encargaron Karl Rove y Lewis Libby, los dos siniestros “cerebros” de esta administración.
Los que siguen la carrera de Karl Rove no dejan de sorprenderse de su conocimiento y cómo aplica aplica los tratados de Nicolo Machiavelli en el transcurso de su vida política. Ya a la edad de 21 años atrajo atención del FBI que investigaba el escándalo de Watergate. Lo dejaron en paz porque era un “pez chico”. El 10 de agosto de 1973, Washington Post le dedicó un artículo como un “maestro de trucos sucios” durante la campaña electoral. En 1993 fue despedido de otra campaña electoral republicana por "plantar" una historia negativa, con la ayuda de su entrañable amigo periodista Robert Novak sobre el hombre de confianza absoluta de George Bush, Robert Mosbacher Jr. con lo que lograron alejarlo del futuro presidente. Después siguió en la tarea de ensuciar la imagen del candidado demócrata John Kerry. Entre sus muchos expertos trabajos sucios se halla el plantar de información sobre Irak y las armas de destrucción masiva, que entrará a la historia como el cuento que utilizó la administración Bush para invadir y desangrar Irak.
El “patinete” Lewis Libby es otro estudioso de Machiavelli. A diferencia de Rove, él sí terminó la universidad, y fue uno de los alumnos preferidos de Paul Wolfowitz y llegó a graduarse de abogado. En su carrera siempre defendió a los ricos y poderosos. Durante 15 años fue el abogado del billonario fugitivo Marc Rich que hizo fraudes millonarios no solamente en Estados Unidos, sino en muchos otros países, entre ellos en la Rusia de Yeltsin. Fue Wolfowitz quien lo trajo al departamento de Estado donde se convirtió en el hombre de absoluta confianza de Dick Cheney y de paso de su compañía Halliburton que fácilmente "ganó" los contratos para reconstruir los oleoductos en Irak. En la campaña para iniciar la guerra contra Irak, Libby superó a Rove en la diseminación de la desinformación contra Sadam Husein.
Tanto el “infant terrible” como el “patinete” (scooter) están nerviosos en vísperas de su posible incriminación por parte del fiscal Patrick Fitzgerald, hecho que podría producirse en estos días. Sus jefes también están preocupados porque existe la posibilidad que no solamente se queden sin sus “cerebros”, sino se destape legalmente la falsedad de todos los pretextos que esgrimieron para masacrar y saquear al pueblo iraquí. Mientras tanto Condoleezza Rice ya está soñando con reemplazar a Dick Cheney en la vicepresidencia.
Que por fin les alcance el brazo de la justicia, depende de la integridad e imparcialidad del fiscal Fitzgerald conocido en el mundo de la ley como Eliot Ness de hoy – el agente del FBI quien atrapó a Al Capone-. Ojalá que así sea y que no haya pretexto alguno para frenar a los “cerebros siniestros" pero sobre todo que el fiscal siga con su consigna: la “justicia sobre todo”.
(i)vpelaez@eldiariolaprensa.com