No suelo escuchar los debates en la Asamblea Nacional porque las más de las veces me dejan insatisfecho. Quizás mi naturaleza pequeño burguesa, en materia de oradores, se haya vuelto demasiado “quisquillosa” o la vejez misma me impide olvidar oradores del pasado.
Pero anoche escuché el debate relativo al allanamiento de la diputada de la MUD o por el “gato Briceño” y, en verdad, me sentí como lastimado y ofendido. Eso por dos cosas, por la formalidad o estilo oratorio predominante, la poca estima que la diputada Aranguren tiene de sí misma al no decir nada significativo en su defensa y la manera evasiva y oportunista, lo del diputado 99, como fingieron defenderle sus “compañeros” opositores. Para ellos los especuladores merecieron el mismo “generoso” trato.
Pero también alarmado, pensando en nuestros hijos, hijos de los nuestros y venezolanos todos que esperan que si la dignidad y la honradez se extravían, por lo menos haya unanimidad, entre parlamentarios, en darle el valor que merece, aunque sea en la formalidad del discurso. Un diputado que haya cometido un delito o alguien que por alguna razón, justificada o no, por conveniencia o engaño, intervenga en un debate como ese, por lo menos debe dejar constancia que la honradez es un valor que hay que conservar.
En el debate de ayer, la oposición razonó como que si los especuladores hayan devenido en víctimas por la acción del gobierno. Bien sé, estoy bastante crecidito para saberlo, que esas medidas no resolverán un problema de carácter estructural que la revolución se debe decidir a encarar de manera definitiva y no seguir dándole largas. También clamo por el derecho de todos a saber quiénes son los personajes y sus cómplices que le robaron al país esa enorme cifra que el ministro Giordani cuantificó en 20 mil millones de dólares a través de CADIVI y que, como dice el presidente Maduro, “caiga quien caiga”.
Pero que diputados de la oposición opten por defender y hasta poner de víctimas a quienes intentan esquilmar a los consumidores, del nivel que sea, del bando que sea, es una demostración que todo eso forma parte de un plan de mayor envergadura, entre ellos hay poca inteligencia y, en definitiva, que la valoración moral capitalista ya no se esmera en disfrazarse.
Pero aparte de escucharles esmerados en defender a los especuladores, se supo a lo largo del debate, que alguno de esos diputados eran dueños de negocios que estaban siendo objetos de revisión por usura, tanto que se llegó a decir de sobreprecios de más del 80 por ciento.
Ninguno de ellos intentó desmontar alguna de las acusaciones, que fueron muchas, contra la diputada monaguense. El discurso de Pedro Carreño, con perdón suyo, repite las acusaciones que unos cuantos días atrás, para tomar una referencia no muy lejana, hizo la Fiscal General de la República, Luisa Ortega Díaz. En el lenguaje coloquial se dice “guerra avisada no mata soldado”. Hubo tiempo para preparar una defensa sólida por todos los intereses en juego, hasta lo del diputado 99; para llevar allí copias, por lo menos, de los documentos probatorios contra los alegatos de la parte acusadora, lo que hace pensar que no existen.
Por ejemplo, se le acusa a ella y al ex gobernador, quien es presunto cómplice de este asunto, de no pagar el impuesto sobre la renta, los municipales y no entregar cuenta de los ingresos derivados de los espectáculos montados y financiados por el Ejecutivo Regional; también de delitos cambiarios, al no acudir a CADIVI, lo que tanto gusta a los comerciantes especuladores, en solicitud de dólares preferenciales para pagar a los contratados, sino optar por una agencia privada de canje, generando una pérdida cuantiosa al Estado.
Ninguno de los diputados que salieron en defensa de la Aranguren y, valiéndose de su asunto, más a los especuladores, habiendo tenido tiempo y oportunidad de conseguir los recaudos necesarios, presentó una prueba para desestimar esas acusaciones. Se fueron a lo subjetivo, que se trataba de una infamia para darle entrada al diputado 99 y de maniobra contra honestos comerciantes e importadores.
Por supuesto, es obvio, si la diputada sale debe asistir su sustituto y probablemente sea este el 99. Pero ese no era el asunto de fondo aunque a algunos si le parezca así. Por el honor de la diputada y su familia, primero que su salida y sustitución, sus compañeros y ella misma, estaban obligados a dejar constancia de su honorabilidad en la Asamblea Nacional y ante quienes oíamos y escuchábamos el debate, con pruebas contundentes, no simples declaraciones, afirmaciones o acusaciones al boleo. De contrario, como en efecto sucedió, prácticamente la Aranguren quedó confesa de los cargos.
Los diputados opositores, entre ellos la allanada, sobre la cual Pedro Carreño leyó todo el cúmulo de acusaciones relativo a manejos oscuros, por decir lo menos, se limitaron infantilmente a decir “eso es embuste” y con demasiado énfasis a defender a quienes criminalmente están especulando.
El asunto u honor de la diputada allanada, con la aceptación de ella, quien habló sin probar nada en contrario sino de manera abstracta y subjetiva, pasó de la misma manera como el de los especuladores. “Especulamos pero damos empleo”, pareció la máxima oposicionista y con respecto a la diputada, hicieron apenas gestos burlones, calificaciones ociosas que en nada contribuyeron a despejar las dudas sobre su honorabilidad.
Pero ella, la Aranguren, irá en cierto modo contenta, creyendo en la solidaridad de la gente de su bancada y esperando que un tsunami se encargue de limpiarle el honor mancillado por su inapropiada conducta. ¡Quién sabe y, de todos modos, el tiro sale por la culata! El penado 14 quedó sólo y haciendo señas.