Conocí a Patricia Poleo en 1991. Fue mi primera jefa en mi primer trabajo como reportero.
En aquellos tiempos de CAP II, con quien Rafael Poleo mantenía agrio enfrentamiento, El Nuevo País era refugio y tribuna para varios periodistas y fotógrafos de izquierda, como Alexis Rosas, Alberto Nolia, Miguel Quintero, Patricia Gallardo, Enrique Hernández, Julián Rivas, Miguel Benavides y Luis Rafael Martínez, entre otros. Hasta Hugo Chávez escribió allí una columna de opinión.
En los últimos años ella ha tenido expresiones despectivas hacia mí, y ni se diga hacia mi hermano Vladimir, de quien ha escrito barbaridades. Eso no borra, empero, los gratos recuerdos que guardo de aquella iniciación profesional que le agradezco. Cubrir toda la conflictividad política de aquellos tempranos 90, golpes y crisis política incluidos, fue una experiencia inolvidable y enriquecedora. Ambos mantuvimos siempre una relación de respeto, a pesar de las diferencias y conflictos que se presentaron. Dada a gritarle a algunos reporteros, nunca lo hizo conmigo. Mapurite sabe a quién pea.
Que después, guapo y apoyado por el gobierno de Caldera, el papá de Patricia nos haya botado a todos para cerrar y reabrir su diario en un vulgar e ilícito lock out, es harina de otro costal.
La última vez que hablé con ella fue a finales del 2001, para entrevistarla telefónicamente para El Universal a propósito del premio Rey de España que le otorgaron por su libro sobre el caso Montesinos.
Después la he visto por TV, destapada ya como dirigente política, encabezando a los sectores más radicales del antichavismo recalcitrante, esos que agitan la bandera del artículo 350 como si fuera un permiso para la dárselas de Rambo. Suele acompañarla Antonio Ledezma, a quien Poleo, recuerdo, lanzaba toneladas de estiércol por su relación con Pérez. Lo llamaba “Zapoyolito”.
Ahora Patricia aparece señalada por la Fiscalía como parte de un grupo de autores intelectuales del atentado terrorista contra el fiscal Danilo Anderson.
Casualmente, los ex policías que ella denunció como protectores de Montesinos en Venezuela -los Guevara- son los mismos que están presos por la autoría material del asesinato de Anderson.
¿Mandó Patricia a matar a Danilo? Eriza leer la versión de Roberto Giusti sobre la declaración del testigo protegido por la Fiscalía, que le atribuye papel activo en el crimen. Pero, con todo y las consejas que desde hace años se tejen sobre ella -y el hecho de que al día siguiente del atentado lo calificó como “limpio y perfecto”, amén de la morbosa publicación en su periódico de las fotos de Danilo carbonizado-, la verdad es que todavía la información que se conoce públicamente no es suficiente para hacerse un juicio definitivo.
La cuestión se complica al figurar entre los señalados por el testigo un general activo de la GN, Jaime Escalante, a quien todo el mundo tiene por afín al gobierno, ingrediente que convierte al grupo conspirador en un arroz con mango. A menos que el hombre sea otro Rosendo, cosa que sus conocidos niegan.
Habrá que esperar el desarrollo del proceso para evaluar los elementos de convicción que presente la Fiscalía y los argumentos de las respectivas defensas. Aquí los imputados tendrán un juicio. En EEUU, si el atentado hubiese sido allá, correrían el riesgo de ser enviados a Guantánamo con una braga anaranjada, sin abogado defensor ni derecho a pataleo, por tratarse de presuntos terroristas.
Aquí, además, los medios no se harán los locos –como con los presos de Guantánamo- y mantendrán su foco sobre el caso. Algunos buscando la verdad, otros la impunidad.
Condenar a Patricia de antemano, sin respetar su derecho a la defensa, sería tan irresponsable como lo fueron quienes se apresuraron a exculparla automáticamente, por reflejo condicionado. Cada quién elige el barranco por donde quiere lanzarse.
La Fiscalía y el Poder Judicial, con este caso, se juegan toda su credibilidad frente al país racional, que es mucho más grande que el irracional. Aquél es el que importa, pues éste, claro está, nunca aceptará un culpable de sus propias filas ni un inocente de las contrarias.
El cadáver humeante de Danilo, ese que Patricia publicó en su periódico, reclama castigo para los culpables. Sean quienes sean.
Lástima que a ciertos cómplices será muy difícil probarles su delito. Me refiero a aquellos que, en vida de Danilo, y aun después de muerto, utilizaron la metralla de los medios para convertirlo en un monstruo aborrecible, merecedor de una muerte atroz, envenenando de odio a gente pacífica que en el pasado ni se molestaba si un descarado corrupto adeco o copeyano le pasaba por un lado en un centro comercial o se sentaba a comer en la mesa de al lado.
Si resultara inocente de la autoría intelectual, Patricia Poleo tendría, de todas formas, un asiento en ese autobús de impunes complicidades mediáticas. Y ni hablar del banquero Mezerhane, accionista de esa arma de destrucción mental masiva que mientan Globovisión.
Taquitos
OTRO. Además de Giovanni Vásquez, la Fiscalía tiene protegido a otro testigo que deberá declarar en el juicio del caso Anderson.
EMPUJONES. No pasa una semana sin que “Lala”, como la llamaba cariñosamente Danilo, visite su tumba en el cementerio del Este. Ella es su hermana mayor y madre de crianza. Un día, cuando Danilo cumplía tres meses de asesinado, ella le hablaba a su hermanohijo muerto, arrodillada en el camposanto. De pronto sintió una presencia a sus espaldas, se levantó y pegó un grito desgarrador cuando reconoció a la persona. Era Patricia Poleo, hoy señalada por la Fiscalía como presunta autora intelectual del crimen. “Lala” no resistió el impulso y le dio un fuerte empujón. No la tumbó, pero sí la hizo trastabillar. La periodista se había acercado a ver la tumba del fiscal malogrado. Uno de sus escoltas empujó entonces a “Lala”, pero Patricia intervino. “Deja quieta a esa vieja”, le ordenó al fortachón, y luego se dirigió a “Lala” para decirle: “Te voy a buscar”. Se los cuento como me lo contó la hermana- mamá de Danilo. Por cierto que El Universal, en su cobertura del asesinato de Danilo, hace ya un año, reprodujo las declaraciones de “Lala” pidiéndole a los medios que lo dejaran morir en paz “ya que no lo dejaron vivir en paz”.
RECRIMINACIÓN. Robert Alonso, el anfitrión de los paramilitares de Daktari e inventor de la “guarimba”, se solidarizó vía Internet con Patricia Poleo, pero le hizo una recriminación. Ocurre que Patricia escribió en su periódico que quien “sapeó” todo a la Fiscalía fue “un miembro de la comunidad cubana en Venezuela”, lo cual levantó sospechas alrededor de Salvador Romaní, el padre. “Como cubano, como hombre, como padre de familia, como abuelo, como fiel seguidor del liderazgo de Patricia Poleo, como luchador por la Libertad de mis dos patrias (Venezuela y Cuba) y –sobre todo– como uno de los miembros de esa “comunidad cubana” de Venezuela, le ruego a la licenciada Poleo, de rodillas, que divulgue el nombre de ese “cubano” que quiso traicionar la causa embarrándola a ella en tal lamentable crimen. De no hacerlo, quedaría – al menos ante mí – como una “corre-bola”, que nada aporta a nuestra causa, a su causa y a la unidad que debe existir entre esa “comunidad cubana”, la primera víctima del castroestalinismo internacional, y el pueblo digno y libre de Venezuela”.
NUEVAS TRIBUS. Los evangélicos son un sector muy importante dentro del chavismo. No sólo ocupan cargos importantes en la Administración Pública, sino que conforman una base electoral importante, aunque no cuantificada exactamente. Los dirigentes de ese grupo humano están divididos en torno a la expulsión de las Nuevas Tribus. Un sector, digamos de izquierda, vinculado a la Teología de la Liberación, y que encarna el pastor Ramón Castillo, respalda con entusiasmo la medida anunciada por el Presidente de la República. Actitud distinta tiene otro sector, al que pertenece, por ejemplo, el obispo Jesús Pérez, líder de la Iglesia Renacer, que, manteniendo sus simpatías con el gobierno –pues ven a Chávez como un enviado de Dios- también miran con buenos ojos a las Nuevas Tribus. Éstos plantean que se haga una investigación, y se presenten pruebas sobre las acusaciones contra las Nuevas Tribus, antes de concretar la expulsión.
CUMBRE. Si la matemáticas económico-diplomática fuese tan simple, la oposición de los cinco –Mercosur + Venezuela- no habría sido tan estruendosa delante de la “patota” –Kirchner dixit- de los 29 países encabezados por EEUU y Canadá. Tomo prestada la explicación de José Gregorio Rincón. “Excluyendo a EEUU y Canadá, desde Rio Grande hasta la Patagonia, Latinoamérica tiene aproximadamente 537 millones de habitantes, de los cuales 258 millones se encuentran en la zona MERCOSUR + Venezuela. Esto equivale a 48% de la torta total. Si a eso también estimamos que el ingreso per cápita de los 5 países “derrotados” promedian 2.752 dólares, en contraposición a los 4.052 del resto de los países cipayos (…), multiplicando el número de habitantes por su ingreso per capita nos daría el PID; entonces, la zona MERCOSUR + Venezuela tendría un PIB de aproximadamente 710 millardos de dólares (38,58%), en contraposición al resto de los 27 cipayos: 1.130 millardos (61,42%). Esos cinco “paisitos”, a los que pronto se les sumará Bolivia, representan casi un 40% del PIB latinoamericano, un pedazo de la torta demasiado grande como para perderlo”.
CITA. “Autoridades del Estado norteamericano de Kansas determinaron que la teoría de la evolución de las especies de Charles Darwin irá a dividir espacio en las escuelas con teorías creacionistas inspiradas en la Biblia. Por seis votos a cuatro, el Consejo de Enseñanza de de Kansas aprobó nuevas reglas según las cuales los profesores tendrán que explicar, junto con los conceptos darvinianos, la teoría de que la vida puede tener un origen divino”. Información tomada de Folha de Sao Paulo, traducida por Fernando Henríquez.