Cercano al cierre del año 2013 en Venezuela, la movilización en las elecciones municipales fue significativa. Sin embargo, el llamado de los actores políticos y de algunos observadores como la UNASUR, es a potenciar la participación ciudadana en la escogencia de las autoridades del gobierno local. Las cifras de participación (58,92 % aprox.) no son nada despreciable, al situarse por encima de la media histórica (en un país cargado de una cultura “presidencialista”) y fortaleciendo la imagen del árbitro electoral.
Con la oposición al gobierno de Maduro valentonada por los ajustados resultados de las presidenciales del 14 de Abril, el intento de convertir las municipales en un plebiscito terminó desmoronado ante la recuperación de la maquinaria del chavismo, que se impuso en porcentaje de alcaldías con un 76% del global e incrementó su brecha sobre la derecha con 10 pts aprox., cerca de los dos dígitos de la época Chávez y suficientes para distanciar a la oposición que terminó desgastada y fracturada en su capacidad de dirección.
El abuso de la estadística en la política no es fortuito, los partido intentan maquillar las cifras para presentar el rostro menos agraciado de la derrota a sus seguidores y evitar la desmovilización. Henrique Capriles suma su tercer fracaso directo y sobrevive en la escena por una pírrica victoria frente a Elías Jaua en Miranda en 2012. Lo sospechoso es que los latifundios mediáticos dentro y fuera de Venezuela, presentaron la inverosímil matriz de un “avance” de la oposición, sin ningún sustento argumentativo que resista un análisis serio de escenario. Algunas variables como: el peso de gestiones ineficientes, disidencias y candidaturas poco arraigadas incidieron en la derrota del chavismo en ciertos municipios.
Casi todas las encuestadoras pro conservadoras coincidían en que las alianzas de izquierda retendrían la mayoría a juzgar por la demografía electoral, pronosticando una derrota del chavismo en el global de votos y la pérdida de los principales centros urbanos del país. Una revisión exhaustiva de las cifras, demuestra que el chavismo logró la mayoría en las capitales, adicional de mejorar sus números en sectores estratégicos, la derrota en Maracaibo o el municipio Sucre no puede leerse en forma lineal, sin una evaluación de los antecedentes.
El intentó de presentar los abstencionistas o los disidentes como fragmento del lado opositor, es una bufonada que se desmonta fácilmente, al ver caso particulares de alcaldías que se disputaron sólo entre factores del chavismo disidente vs oficial, sin ningún peso de la derecha. En estados como Yaracuy el liderazgo opositor es inexistente y ciudades valiosas como Maturín cayeron producto de la división internas del PSUV. Con un mapeo sobre la distribución de los candidatos electos, sería evidente que la oposición se mantiene en los enclaves de “clase” media-alta como Baruta, Chacao o el Hatillo, mientras el chavismo se consolida en los centros “populares” –rurales que son el vientre del liderazgo de Hugo Chávez; algunos municipios tienen particularidades difíciles de detallar en un solo artículo.
Las condiciones adversas de la campaña de Nicolás Maduro se sumaron a problemas estructurales de la economía rentística petrolera, que incidieron en el desligamiento de los sectores explotados del proyecto – transformador, tomándose atajos desde el gobierno como el dialogo con sectores de la burguesía que aprovecharon la fragilidad del momento político por el duelo, para avanzar en el ataque al sistema económico, fortaleciendo la depauperación y el malestar con miras a reproducir la implosión social que generó el Caracazo.
Las acciones económicas de Maduro han tenido un impacto positivo sobre su popularidad, pero la auto-crítica debe llevar a profundizar el desmontaje del aparato burocrático, adicional de la situación parasitaria del sector importador que desangra el país. Queda demostrada la capacidad regenerativa del chavismo para recuperar espacios a partir de la organización y la movilización; los síntomas de las elecciones municipales hay que interpretarlos en claves diferentes al triunfalismo, la tarea de la revolución bolivariana no puede limitarse al de maquinaria electoral, ni adormecerse en el reformismo de la democracia liberal.