Autarquía alimentaria: Los nuevos rumbos de la producción entre arrozales, maizales y el trigo en el ojo del huracán

La fatiga mental provocada por los esputos de Trump contra todo lo que huela a Venezuela, ratifica la posición que desde inicios de este siglo he mantenido con respecto a la agricultura como un gran proyecto de Estado, para enfrentar lo que advertimos: "En la medida que el giro hacia la izquierda, hacia el socialismo pase de ser una declaración, un discurso emotivo y se haga realidad con adecuadas políticas para superar las grandes asimetrías sociales, las amenazas se harán realidad..."

Lo que he visto, son las radiografías del cuerpo económico, pero los resultados de 25 años de gestión en la agricultura, y según cifras oficiales, estimadas y oficiosas (sin soporte más que los discursos), me llevan a pensar que estamos en un momento muy peligroso. Posiblemente, Trump presionará para que las relaciones de Venezuela que garantizan alguno insumos estratégicos se detengan, y no ha evidencia constatable que tenemos la capacidad de abordar el próximo período de siembra (Periodo de secano 2025), sin motivación y sin una adecuada política de insumos agrícolas. Trump y sus corsarios vienen con todo y por primera vez, el descontinuado concepto de la autarquía alimentaria, superado por un mundo de economías abiertas, vuele aparecer como una necesidad.

La autarquía alimentaria es la seguridad alimentaria forzada por circunstancias no gobernables por las políticas públicas, porque el entorno agresivo podría llegar a generar un estado catastrófico en la alimentación. La autarquía alimentaria es repensada para producir excedentes que puedan cubrir las reservas estratégicas de alimentos frente a contingencias, naturales y artificiales; y no hay nada más artificial que el abanico de sanciones supranacionales a los cuales estaremos sometidos a partir de esta noche (02.04.2025)

Veamos algunos ejemplos: La visibilidad que se ha querido mostrar de nuestra agricultura está fundamentada en rubros apetecidos por sectores y países que aman las exquisiteces de nuestro café y nuestro alimento de dioses, el cacao. Esos dos cultivos parecen tener cierto grado de organización para seguir impulsando a producción y el ingreso de divisas, si fuese cierto que los beneficios llegan hasta los productores y las divisas entran al país; pero los otros que tienen un significado superior en la ingesta de energía y proteínas, serían en una política de autarquía alimentaria, de mayor peso estratégico.

En orden de brechas productivas las grasas comestibles tiene una dependencia externa sobre el 80 % de la demanda estimada por consumo aparente, las leguminosas de grano para uso humano estarían también en un primer grupo de prioridades. Si los envases que se colocan en estanterías señalaran la procedencia de las leguminosas que comemos, tendríamos mayor seguridad en nuestras apreciaciones. Las frutas y hortalizas parecieran abundantes, pero es un imaginario que se logra con la restricción de acceso al consumo, por sus altos precios en el mercado. Algo parecido ocurre con la carne bovina, de cerdos y de aves, actualmente. En una semana el precio de la carne de aves aumentó 33 % al detal.

Como la idea no es aumentar las preocupaciones de los lectores sino alertar al gobierno de girar el rumbo, priorizar en la agricultura para los momentos difíciles que podrían venir, la primera prioridad de revisión son los dos cereales de mayor consumo en Venezuela, el arroz y el maíz. En trigo, también de alto consumo, tenemos una alta dependencia del mercado internacional, y posiblemente ante la adversidad los envíos de trigo ruso puedan ayudarnos a paliar una crisis alimentaria. Nada que huela a EEUU en materia alimentaria es confiable.

Creo que ha llegado el momento de fomentar la producción de trigo, puesto que algunos cultivares pasaron la pruebas agronómicas de los programas de mejoramiento privados pero no han logrado el estímulo para el escalamiento productivo; lo otro es favorecer el desarrollo de pastas alimenticias de mezclas de maíz, arroz y trigo, e inclusive destinar parte del maíz y el arroz para cubrir un déficit creciente de pastas alimenticia libres de gluten, habida cuenta del aumento de los padecimientos celíacos, alergias diversas al gluten, y estados emocionales atípicos que se sabe se han controlado cesando el consumo de alimentos que contienen gluten.

Todavía hay muchos temas por tratar. El riesgo de una crisis alimentaria crece por la amenaza foránea; y la desaparición de la bolsa CLAP en nada ayuda a generar confianza en el consumo familiar de alimentos.



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Miguel Mora Alviárez

Profesor Titular Jubilado de la UNESR, Asesor Agrícola, ex-asesor de la UBV. Durante más de 15 años estuvo encargado de la Cátedra de Geopolítica Alimentaria, en la UNESR.

 mmora170@yahoo.com

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