La Facultad de Agronomía de la UCV, inducía tempranamente a sus estudiantes en los temas probabilísticos y del diseño experimental. A manera de anécdota un profesor duró casi toda una clase obteniendo las formulas de la estimaciones del error, bajo diferentes circunstancias. Cuando terminó de establecer una forma simplificada o resumen teníamos una indigestión de sumatorias y otras hierbas. Tiró la tiza a un rincón y preguntó: ¿Para qué nos sirve todo esto? El mismo se respondió, no para mucho pero está en el programa. Luego resaltó, hay que desarrollar un pensamiento lógico y probabilístico, hay que estar claro de que tamaño es la población y la muestra, que grado de confianza nos permite un conjunto de observaciones cuando solamente el azar es considerado, y resulta que la población, en el caso de estudios sociales está segmentada, en tantos estratos como queramos y son parte de lo que se conoce como la estructura de la población. Eso nunca se me olvidó, pues tiene implicaciones en muchos estudios de la vida ciudadana, empresarial y en muchos temas que tienen que ver con el desarrollo humano y calidad de vida.
Asi, las encuestas electorales, podrían ser de utilidad para estimar las probabilidades de éxito de una o varias candidaturas. Para que tenga valor hay que quitarle todos los sesgos que induzcan a una respuesta. Si se pregunta ¿Quien de todos los candidatos ganaría una elección si fuese hoy? No es igual a ¿Por quién votarías si la elección fuese hoy? y tampoco si es una encuesta pagada para ayudar a los cuadres a futuro de una empresa que quiere saber a quién apoyar por debajo de cuerda, pero percibe a dos candidatos sobresalientes ¿Quién crees que de estos dos candidatos ganará las elecciones próximas? Esas cosas son muy importantes, que se busca realmente y con cual grado de capacidad predictiva. Si en un supermercado popular evalúan un producto hecho con champiñones, es posible que la calificación del producto induzca a una falsa percepción para quien paga la encuesta.
Con todo esto quiero decir que no todos los estudios electorales pueden tener una capacidad predictiva comparable. Y de allí las encuestas no tienen el mismo valor predictivo para quien las usa. El principal error es el tamaño de la muestra y la estratificación de la muestra. En nuestro país, los que aquí vivimos, no somos los mismos en la estructura de la población que tuvimos hace 12 años. Hoy las personas mayores de 50 años y pobres son una mayoría de la población. Eso es resultado de migración de jóvenes y de otros con todavía fuerza laboral para emplearse en el exterior.
Si dos encuestas, realizadas por dos empresas diferentes no relacionadas, están evaluando la intención del voto en Venezuela y una le da 56 % al candidato Maduro y otra le da una cifra igual al candidato González, y en la información que suministran dicen que el nivel de error es del 2 al 5 %, hay que dudar de ambas encuestadoras y de sus propósitos. Puede ser que por algo antiético se presten al juego del bandwagon que quieran arrastrar a otros a aliarse a esa percepción del triunfador. El concepto de voto útil también se promueve, estando bien o mal realizada la encuesta. Nadie quiere perder y se anota a ganador, porque - y por allí comienza la corrupción- un primo de mi primo va de ministro y le ha dicho que prepare la gente para hacer buenos negocios. ¡Horror! Pero lo peor ya nos está sucediendo, las encuestas frenan el debate de quien se considera va adelante, y se dedica a lo superfluo y emotivo.
Con estas ideas y a partir de esas encuestas con tan disímiles resultados, la bondad organizativa de un candidato y la bondad emotiva circunstancial de otro candidato, es preferible suponer que hay un empate técnico de partida. Y es deber y derecho exigir los programas de gobierno, que los pongan sobre la mesa, editados porque parece que existen agendas ocultas sobre temas muy álgidos de la vida en Venezuela. Las consignas no son programas de gobierno de ningún sector, pueden ser etiquetas para recordar las propuestas que se hagan formalmente. A propósito, de consignas y programas, ayer en Barinas, en un estado con perfil agrícola, el candidato González no voceó ni publicó nada que tuviera que ver con la agricultura. ¿Fue un lapsus mentis?
Siempre recuerden que en 1978 las encuestas daban por ganador a Luis Piñerúa Ordaz un austero y anti-corrupto de AD. Había ofrecido colocar en el público una lista de corruptos de la administración pública y nunca la entregó. Competía con Luis Herrera Campins un ser dicharachero de las filas de COPEI. Perdió Piñerúa y los mamadores de gallo decían que no se entregaron rápido los resultados porque estaban esperando que llegaran los votos de Güiria.
¡La historia puede servir para algo!