En lo que me resta de vida no olvidaré el 18 de noviembre de 2004. Ese día, una bomba le quitó la vida a Danilo Anderson y un pedacito a la gran mayoría de los venezolanos.
Vivo en Maracaibo y el 18 de noviembre es el día de la virgen de Chinita, por ello, se celebra el amanecer gaitero en el marco de la Feria, de manera que así uno no quiera o no participe, la ciudad toda es una fiesta, un bonche permanente que lo envuelve a uno, como una segunda piel, rítmica, lujuriosa, contagiante….
Ese día en la noche, uno está como en una burbuja festiva, aderezada por los cohetes que explotan por doquier, con la gaita y los más variados ritmos caribeños, sonando por todos lados. Y fue precisamente en esa atmósfera, donde escuché la noticia sobre el posible atentado de Danilo y por más que deseaba lo contrario, la intuición me decía que era él, entonces una especie de “ cortocircuito” me inundó, en fracciones de segundo pasé de la placidez ferial al mayor estupor que recuerde.
Enseguida me conecté y asumimos desde Aporrea la divulgación de la noticia para el país y el mundo, en una jornada memorable. Estaban en línea otros compañeros, ya que dada la hora, medianoche de ese día, casi todos los medios materiales y virtuales habían terminado su jornada. Recuerdo que lo primero que hicimos fue una pequeña biografía que batió records de visitas, por cuanto el material estaba todo disperso en la web. Igualmente, se escribieron otras notas, que luego he visto publicada en las páginas más disímiles de Venezuela y del resto del mundo. La jornada terminó como a las 4 de la mañana, pero en verdad, apenas comenzaba…
Ya en la calma, el dolor hizo de las suyas, sobre todo por lo inédito. Busqué antecedentes en mi vida y no lo encontré. Recordé la muerte de Luis Hómez, 14 años atrás y no había comparación, porque al defensor del Zulia lo mató una enfermedad, en cambio a Danilo, lo mató una bomba, un explosivo que estaba dirigido a todos nosotros. Significativa diferencia.
Luego vino el duelo colectivo y el llanto que no cesaba. Entonces comenzó la ruleta de los tiempos y el asombro de los acontecimiento, con sus hallazgos sobre los culpables materiales e intelectuales… y así han transcurrido estos 365 días, donde hay dolores que no pasan, que se instalaron, temo que para siempre en “ una mancha colorada, que se llama corazón”.
mgonzalo@cantv.net