Los parlamentarios y parlamentarias están obligados a: 1. Cumplir sus labores a dedicación exclusiva, en beneficio de los intereses del pueblo; 2. Mantener una vinculación permanente con sus electores, atendiendo sus opiniones y sugerencias; 3. Mantener informado a los electores de su gestión y de la Asamblea y 4. Deben rendir cuenta anualmente de su gestión. Así lo establece el Artículo 197 de la Carta Magna.
Tales atribuciones parecen establecer una necesaria y constante relaciones entre parlamentarios y electores. En materia de legislar, función fundamental de diputados y diputadas, las posibilidades de participar en la elaboración, creación y revisión de leyes convierten al munícipe, al vecino en potencial legislador. Y ello forma parte del protagonismo y corresponsabilidad que define a la democracia participativa. Saltarse esa condición es ir en contra del proceso. El Estado y la sociedad están obligados, constitucionalmente, a generar las condiciones necesarias para que se suceda la participación y la participación en la elaboración de la norma es inexorable la consulta.
Parlamentario que escurra el bulto, sea parsimonioso y achantado anda extraviado.
De igual manera, el Artículo 187 de la Constitución señala otras funciones a las diputadas y diputados de la Asamblea. Una de ellas tiene relación con ejercer el control de ejecutivo nacional. No es posible seguir siendo alcahuete de gestión ejecutivas chimbas, corruptas e ineficientes. Ejercer el control con independencia y eficacia no es ir en contra del proceso.
La autonomía de los poderes, el cumplir con las funciones que le son inherentes y ser evaluados constituyen tres requisitos vitales del nuevo modelo democrático de participación popular. Se requiere, urgentemente, de un nuevo tipo de parlamentario (a).
La historia de quienes han llegado al poder y se transforman en las más ineptos burócratas es una cuento de nunca acabar y demasiado conocido por los venezolanos. En torno a esa materia habría sentenciar como dijera Pablo Neruda: sucede que me canso. La deuda legislativa asoma sus facturas. El papel histórico de construir la nueva institucionalidad del Estado venezolano no puede seguir esperando. La contra revolución conspira.
Lo dijo el Presidente, Hugo Chávez: “…derrotar a alguno de los más grandes enemigos que tenemos por dentro de esta revolución: el burocratismo". Si las elecciones venideras constituyen un elemento estratégico y vital para el proceso bolivariano; entonces, más aún lo será la labor que emprendan los parlamentarios y parlamentarias. Su función básica: legislar. Pero además, coadministrar, ejercer el control de ejecutivo, propiciar la participación, rendir cuentas y estar en sintonía con sus electores. Parafraseando a Fidel Castro: Diputado, cumpla usted con su deber; nosotros sabremos cumplir con el nuestro.
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