Mercadolatria

De entre los más perniciosos fundamentalismos que azotan actualmente a la humanidad, junto a los extremismos cristiano e islámico, destaca aquel que pretende la adoración universal y obligatoria del DIOS MERCADO. A diferencia de los primeros, este dispone, junto a una doctrina dogmática refractaria a la crítica, del más poderoso arsenal para pretender imponerse sobre los demás, compuesto por el poderío financiero, militar y mediático de sus sacerdotes. Tan poderoso es que, incluso, cuenta con el fundamentalismo cristiano entre sus fieles contribuyentes.

Como toda deidad que se respete, Mercado reclama sacrificios en su honor. Como todo buen sacerdote, los del Mercado, aplican la máxima de “hágase la voluntad de Dios… en los bueyes de mi compadre” y llevan al ara de los sacrificios a millones de seres humanos que, involuntariamente o contra su voluntad, mueren por hambre o por privación de la libertad y de la justicia. No otro es el significado de la liturgia de los tratados de libre comercio, de los acuerdos de reestructuración de la deuda externa de los países menos desarrollados o de las imposiciones del FMI y del Banco Mundial.

A diferencia de los otros fundamentalismos, que ofrecen la felicidad o amenazan con el castigo en el incierto futuro post mortem, los mercadoidólatras lo hacen para el muy cierto presente, el paraíso actual para Wall Street y sus cruzados (creo que debiera llamarlos “dolarados”) y el infierno del hambre y la injusticia para el resto de la humanidad pagana, no sin reservar especial sitio en el peor de los salones de castigo para aquellos que osan combatirlo cayendo en el mortal pecado del terrorismo, sea el de la versión violenta que derriba torres de Nueva York, o el de simplemente oponerse a sus dictados en la Cumbre de las Américas.

Su Satanidad George Bush II y el párroco provinciano Vicente Fox (el Único) pretendieron oficiar su liturgia en Mar del Plata y se encontraron que unos cuantos herejes provocaron el desorden y, en el colmo de la maldad, cometieron agravios contra la divinidad mercantil y contra sus vicarios. Osaron rechazar el Acuerdo de Libre Comercio de las Américas (ALCA) y reclamar al Sumo Pontífice por el hecho de que la aplicación doctrinaria solamente les asegura el infierno y los aleja la posibilidad de disfrutar del cielo. La Tremenda Corte (versión mercantilista de la Santa Inquisición) no tardó en responder: El Único desató su muy proverbial lengua para denostar contra las herejías Huguiana y Kirschneriana, condenándolas a la soledad de una minoría de países que se oponen al ALCA, no sin caer en su acostumbrada incoherencia: al primero lo acusa de no representar los intereses del pueblo venezolano (no obstante los nueve procesos electorales que lo han ratificado) y al segundo por todo lo contrario y sólo actuar en atención a la opinión pública argentina. Para redondear la diatriba, el Único empuja a sus parroquianos de la Chequera Perpetua para advertir contra la herejía Andresmanueliana, identificándola con los demonios del sur.

Así como el bíblico Becerro de Oro concitó la ira divina contra el pueblo que lo idolatró, el Dios Mercado está siendo derribado por la ira del Dios Pueblo (Vox Populi Vox Dei) y sus sacerdotes serán canonizados.


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Gerardo Fernández Casanova


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