Pudiera parecer una tontería dedicar espacio a la defensa de unas sencillas pancartas. Pero no lo es. Cuando profundizamos en el asunto, definitivamente no lo es.
Las pancartas, desde siempre, han sido el instrumento usado por nuestro pueblo para manifestar su descontento ante situaciones que le han parecido inexactas. En los peores momentos de represión absoluta, han jugado un papel preponderante. Hoy, dentro del mayor escenario de libertades vividas por la República, también cobran vigencia. Portan algún rechazo o una expresión de respaldo.
El sábado, en el estadio universitario, fuimos testigos de una acción curtida de firme y preocupante retraso en materia de libertades públicas. Amigos del cuerpo de Seguridad del equipo Tiburones de La Guaira, desprendieron grosera, arbitraria y atropelladamente los cartelones que un grupo de seguidores de la divisa ahora eliminada del torneo, colgaron en diferentes áreas para evidenciar su enojo por lo que consideran el manejo desacertado de la novena por parte de los propietarios actuales: Francisco Arocha y Antonio José Herrera, este último, amplio conocer de derechos humanos, pues fue director de la Fiscalía General de la República y profesor universitario en esa materia.
La acción de los panas aludidos generó, como era de esperarse de los involucrados, una seria refriega verbal de alta intensidad que estuvo a punto de ir más allá. Sin necesidad, acotamos nosotros porque ¿a quién perjudica una protesta de ese calibre, por parte de un grupo de personas que se siente estafada en su fie espíritu deportivo? ¡Ya son 28 años sin ganar un campeonato!
Ignoramos si Cheo Herrera, en su rol de empresario, conserva de los derechos humanos el mismo concepto de su época de catedrático. De ser así, es momento de que piense en impartir unos talleres al cuerpo de empleados que lidia con el público del club cuyas riendas asumió en 2003. Seguramente se lo agradecerán
¡Chávez vivela lucha sigue!