En una revolución moderna no se asumen relaciones salariales, ni botin de guerra, ni se establecen condiciones gananciales previas o futuras, ni mucho menos, se definen roles, jerarquías y cargos en caso del triunfo porque, esencialmente, la revolución es un acto de fe en las bondades de un futuro incierto pero soñado, por el cual se combate pensando, no en el sacrificio, sino en la gloria de haber contribuido al surgimiento de una nueva realidad que haga posible alcanzar el bienestar general del pueblo y, con ello, el de los revolucionarios y las revolucionarias que, con su ideas y esfuerzos, la hicieron posible.
La adhesion a una causa revolucionaria, especialmente aquella cuyas formas de organización y lucha implican la posibilidad cercana a la pérdida de la vida, la integridad física y mental y el patrimonio, la lejanía de la familia, de la madre, de la pareja , de los hijos e hijas, de los amigos de siempre, es y tiene que ser, un acto de inmensa generosidad humana, de desprendimiento de toda pretension personal, que aporta todo lo que es la vida misma, el conocimiento que se tiene y el valor que posee en function de contribuir a la más noble causa de cuantas la Humanidad ha generado en su larga historia, sin pensar en prestaciones ni compensaciones que no sea alcanzar el ideal que motiva la lucha.
Pero la revolución triunfante no puede olvidar a quienes, con su sacrificio hicieron posible la victoria, por lo que, predicando su propio valor de la Justicia entre las revolucionarias y los revolucionarios, sus familiares y deudos sobrevivientes, especialmente a los provenientes de sectores socialmente más vulnerables, en algunos casos realiza especiales atenciones sociales y económicas a luchadores sociales y a sus sobrevivientes; no como pago por servicios prestados, sino como legítimo y necesario aporte para atender las condiciones más apremiantes de su situación social y familiar, sin que tal tratamiento constituya privilegios obscenos frente a la situación general del pueblo.
En Venezuela, en el seno de la Revolución Bolivariana ha surgido una actitud entre algunos luchadores y algunas luchadoras sociales implicados en procesos revolucionarios a lo largo de la segunda mitad del siglo XX que, sin decirlo publicamente ni asumirlo con franqueza, pretenden cobrar política, burocrática y hasta económicamente, su participación en ésta revolución e incluso, en procesos políticos anteriores, imponiendo la aceptación de sus ideas como la línea política revolucionaria, el derecho ejercer importantes cargos publicos e, incluso, a recibir premios y homenajes como retribución por su participación en el proceso revolucionario..
La verdad, sin embargo, es que que la Revolución Bolivariana no le debe nada a nadie, ni a los bolivarianos del Saman de Guere, ni a los incorporados en la etapa de lucha electoral ni a quienes vienen de procesos revolucionarios anteriores, porque, a lo largo de estos años de revolución bajo el liderazgo del Comandante Supremo Hugo Chavez Frías y del gobierno del presidente Nicolás Maduro Moros, el gobierno revolucionario ha pagado sus desudas ha reivindicado los ideales, sueños y utopias del pueblo y los revolucionarios y revolucionarias venezolanas de los últimos 522 años de nuestra historia y emprendido la magna tarea de cancelar la inmensa Deuda Social acumulada por los gobiernos de la burguesía.
Esta política del gobierno bolivariano de evitar tratamientos privilegiados a sectores militares y civiles afectos al proceso revolucionario, ha evitado el surgimiento de una casta elitesca de triunfadores que, a la larga, se convertiría en una nueva clase parasitaria que pondría sus intereses de grupo por encima de los intereses generales del pueblo y la revolución, lo que hoy protege a ésta revolución venezolana de lamentables experiencias vividas por otras revoluciones del siglo XX..
Ante ésta situación que afecta los principios morales de una revolución verdadera, sirva como ejemplo de generosidad y desprendimiento la figura cimera del Comandante Guerrillero Ernesto Guevara de la Serna quien, en carta leida por el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz en la Plaza de la Revolución de la Habana donde anunciaba su nuevas luchas en otras tierras, renunció a todos los cargos del Estado y el partido, sin pedir ningún privilegio para su mujer y sus hijos, porque estaba convencido de que la Revolución Cubana le daría a elloos todo lo necesario para su bienestar, como parte del pueblo cubano.