Con motivo de la próxima publicación de un libro, algún amigo me ha sugerido la edición sin copyright, del tipo de Creative Commons o copyleft. Se argumenta que, mediante ese método, al permitir su reproducción, el acceso al conocimiento es libre y la industria cultural no se enriquece a costa de los usuarios con el cobro de abusivos derechos.
Creo que es un debate apasionante. Hace un mes, en un coloquio con cantautores en la Cumbre de los Pueblos en Mar del Plata (Argentina) asistí a una discusión también sobre ese tema. Alguien del público les preguntó a los cantautores su opinión sobre el copyleft, el modelo de creación con el que, frente al copyright, el autor permite la reproducción gratuita de su trabajo siempre que no sea con ánimo de lucro. El músico chileno Pancho Villa recordó la anécdota de la alegría que le despertó encontrar a un vendedor callejero vendiendo copias piratas de su música. “Me ofrecí hasta para autografiar los discos pirateado”, comentó despertando las risas de los asistentes. “La cultura, el arte y la canción son un derecho y no un privilegio”, aclaró el chileno. Villa afirmó que “bajo la defensa del copyright se esconde la defensa de las transnacionales, yo sólo gano el 7 % de la venta de cada disco, el resto es para la transnacional. Mi disco en Chile casi no lo puedo comprar yo de lo caro que cuesta. El que mata la música es el que compra lo oficial. Piratear es un acto absolutamente revolucionario”.
Sin embargo estas afirmaciones fueron puntualizadas por Silvio Rodríguez: “Hay quien piratea para darle de comer a sus hijos, pero hay piratas que lo hacen para comprarse un automóvil nuevo o irse al casino por las noches”, con lo que estableció diferencias entre el pirateo del necesitado y el de los poderosos. Alguien podrá decir que Silvio Rodríguez está ganando mucho dinero con los derechos de autor. Yo no sé cuanto gana Silvio, pero sé que vive en Cuba, no tiene muchos coches, ni muchas casas, ni ningún yate. Entre otras razones, porque en el socialismo cubano esa acumulación de patrimonio no está permitida como es lógico.
Creo que el comentario de Silvio es razonable. Sobretodo cuando las tendencias en conocimiento libre a lo que están llegando es a que los autores renuncien a sus derechos como vía para eliminar a intermediarios y plusvalías que encarecen los productos. Y no hablo de derechos millonarios, me refiero a renunciar a todos los derechos económicos sobre su trabajo. Es como pedirle al agricultor que regale sus hortalizas para fastidiar y terminar con los grandes supermercados. En ese mismo coloquio de Mar del Plata, un cantautor cubano recordó que ese problema no existe en el socialismo. Allí los escritores y los músicos cobran un sueldo fijo al mes. No existen por tanto quienes deben mendigar en el metro ni quienes se hacen multimillonarios. Y los ciudadanos tienen acceso a la cultura en la medida en que los libros tienen precios simbólicos, están ampliamente distribuidos en las redes de bibliotecas y los conciertos de música son gratuitos y constantes en todos los rincones del país.
Mediante la opción copyleft o Creative Commons y la pretensión de que la ciudadanía pueda acceder a la cultura en el sistema capitalista se consigue, entre otras cosas, que el trabajo de un músico o un escritor sea gratis para un notario que gana seis mil euros al mes. Por supuesto los honorarios de los notarios siguen siendo de obligado pago para los cantautores y escritores para los necesitan. En cambio, quizás el producto cultural libre siga sin poder llegar al ciudadano que viva en una aldea remota, no tenga internet o no tenga equipo de música.
El trabajo intelectual está tan desprestigiado que en la mayoría de las publicaciones en las que colaboro, cobra, como es lógico, el portero de la oficina, el administrativo, los de la imprenta, la conductor de la furgoneta que distribuye la revista pero nunca los que escribimos los contenidos. La mayoría de los intelectuales de izquierda se pasean por el territorio español dando conferencias y charlas sin cobrar dinero, incluso en ocasiones en que son solicitados por administraciones públicas que disponen de recursos. Ayuntamientos que nunca se les ocurrirá llamar a un fontanero para arreglar una instalación municipal gratis, pero sí a un escritor para que recorra doscientos kilómetros para impartir una conferencia sin recibir ni un euro.
La mayoría de movimientos a favor de las licencias libres y de copyleft, en nombre del derecho a la cultura e indignados, con razón, por los beneficios impresionante e ilícitos de distribuidoras y multinacionales, siguen reivindicando la no existencia de derechos de autor para los autores.
Sin embargo, olvidamos que, en mi opinión, la solución es simplemente socialismo. Tal y como sucede con un profesor de universidad o un juez, que cobra un sueldo por un trabajo regular en el tiempo, cuyo fruto es patrimonio de toda la sociedad, el escritor y el músico debería tener garantizados sus ingresos y su trabajo en el mismo marco público prestando un servicio cultural que se convertiría en propiedad de la comunidad.
Alguien me puede responder, ¿y mientras llega el socialismo qué? Lo primero, no perder el horizonte socialista, y después estudiar mecanismos que logren sustituir a grandes distribuidoras y editoriales. Y siempre, recordar las obligaciones de los estados, quienes deben garantizar el libre acceso a la cultura y la subsistencia de quienes la producen.
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