El combate se venía dando desde aquel 10 de diciembre del 2001, cuando Pedro Carmona Estanga y Carlos Ortega lanzaron el primer gran paro general contra Chávez. La oposición entró al ring con algo de fuerza aunque con un entrenamiento bastante desordenado. Aquella primera prueba obligó a los expertos estadounidenses (en desestabilizar gobiernos “no amistosos”) a enviar sus sparrings y estrategas para poderle dar más punch a las fuerzas escuálidas.
Las prácticas se hicieron entonces a todo vapor en los medios poderosos de comunicación con una paranoia desquiciante; se pusieron a correr a los fornidos jeques de Fedecámaras, de la CTV, a los muchachos fascistas de Primero Justicia en la Plaza Francia de Altamira, a los King Kong de Fuerte Tiuna, a la proto-gusanera de Miami en sus campos de entrenamiento, a los meritócratas de Pdvsa, a obispos y cardenales, a las universidades y a los banqueros. La evaluación llevada a cabo por la CIA en marzo de 2002 arrojó la conclusión de que el Kid Killer Bush, la “Gran Esperanza Blanca” del Este estaba ya lista para echarse al buche al “Muhama Alí de Sabaneta”. Cuando sonó la campanada del primer round se le lanzó a Chávez el primer golpe bajo mediante un espantoso terror mediático, el segundo fue con la consigna de que “hay que llegar hasta
Miraflores”, el tercero lo dieron Rosendo y Vásquez Velásquez al bloquear el Plan Ávila, el cuarto con la colocación de los francotiradores en El Silencio y en Carmelitas, el quinto los pronunciamientos militares y el último haciendo correr por el mundo que el Presidente había renunciado.
Con esta andanada de cabezazos y patadas, golpes por los riñones y por testículos, Chávez sin haber podido ni siquiera levantar los puños, se fue de bruces y estando en el suelo boqueando, el árbitro que es Washington dejó que se le siguiera golpeando con saña en el suelo. La campaña había sonado pero nadie la escuchaba: había un ruido espantoso, se taparon con sábanas el ring para que no se viera nada. Y los golpes inclementes continuaron durantes horas. Finalmente algunos espectadores subieron al ring, eran muchos, la inmensa mayoría y rescataron al Muhama Alí de Sabaneta, le echaron un poco de agua, lo masajearon, le palmearon las mejillas, le untaron con cremas refrescantes en la frente, y le exprimieron los abultados coágulos en las cejas y en los pómulos. Aún casi desmayado, con los brazos pesados y la respiración jadeante, llevado por su gente al centro del ring apenas si pudo medio tocar a su contrincante el cual al recibir el viento de un leve golpe se desvaneció, se desintegró la Gran Esperanza Blanca. En realidad nunca había peleado.
De aquí en adelante el Muhama Alí de Sabaneta comenzó a moverse como una
mariposa y a picar como una avispa. Y Kid Killer Bush nunca más vio luz. Lo cogieron de puchinbol en Diciembre del 2002, en un combate en la que no pegó una durante tres meses. Lo volvieron a vapulear el 15 de agosto con un mazazo en la mandíbula que lo sacó del cuadrilátero. Y ha seguido muy mal Kid Killer Bush, y el 4-D sencillamente tiró la toalla y el gran público no quiso calarse otra pelea. No asistió al ring. Hubo muy escaso público. Se trataba de una paliza anunciada. No valía la pena. Eso fue toda la razón de la gran abstención. Búsquense, señores escuálidos a un mejor contendor. Búsquenselo.