A los rusos les queda el ajedrez

Lunes, 24 de marzo de 2014 Las razones por las cuales cayó el gobierno de Yanukovich en Ucrania a fines de febrero se relacionan con la geopolítica mundial pero también con características internas de ese país.

En primer lugar nos encontramos con el deseo de EEUU y de la Unión Europea de reducir a Rusia a la mínima expresión, no sólo por lo que este país en sí mismo representa como potencia energética y militar, sino por el contrapeso (construido en base a una diplomacia potente y astuta, encarnada en el canciller Lavrov) que Rusia hace en el escenario internacional, ante la aspiración del Imperio USA-UE-OTAN de subordinar al mundo. Así de sencillo y terrible es: sólo bajo esa premisa hegemónica el Imperio-Unido acepta hacer política –y negocios- con el resto del planeta. Tal vez con la excepción de China claro está.


En cuanto a la situación interna, el gobierno de Yanukovich, si bien legítimo (había sido electo en el 2010) tenía debilidades para sostenerse; una de ellas la corrupción de élites políticas y empresarias que lo respaldaban, algo que el propio Vladimir Putín presidente de Rusia ha admitido convenientemente, después del movimiento de tropas que su gobierno hizo a la península de Crimea. Otra debilidad es la aparente incapacidad de Yanukovich para contar con apoyo popular de masas que le sirviera para vencer o contrarrestar la insurrección a la que se enfrentaba. Misma que fue respaldada por el Imperio-Unido, incluso con grotescas demostraciones de intromisión interna, a pesar de que entre los activistas de las protestas había neonazis antisemitas y violentistas sin programa.


Es claro que el Imperio-Unido no venera tanto a sus ideales como a sus intereses.

Rusia, una potencia en dificultades que depende fundamentalmente de sus exportaciones de petróleo y gas se defendió y ocupó Crimea, operación que contó con el apoyo de la mayoría de los habitantes de esa península; respaldo que fue ratificado en el referéndum que se realizó el 16-3-14 en Crimea y que convirtió a ésta en República Autónoma, separada de Ucrania, al tiempo que se adhiere a la Federación Rusa.


Era previsible la respuesta de Rusia después del derrocamiento del gobierno en Ucrania: músculo militar lo tiene y la estrategia de arrinconamiento que desde la desaparición de la Unión Soviética lleva a cabo el Imperio-Unido contra el país, resultó ser sencillamente intolerable: con la incorporación de Ucrania al “occidente” ahora se hace factible que la gruesa pared que separaba –y protegía- a Rusia pueda convertirse en un bulevar para la OTAN.


Putín no es un gran demócrata, menos aún (lamentablemente) un socialista, pero nada podía quitarle el derecho a defenderse. El coloso ruso se defendió con la fuerza: entre los grandes las ofensas a veces se cobran de esa manera allí, donde la simple expresión de desacuerdo o la bravata, sólo consiguen despertar carcajadas en el enemigo.


¿Se consolidará el nuevo gobierno de Ucrania? Es posible pero no será tan fácil. La influencia rusa, que es marcada en el país, especialmente en las regiones del sur y del este (más ganadas a mantener la amistad y colaboración con la vecina Rusia), se ha dejado ver: allí el golpe de Estado no ha contado con el mismo entusiasmo que tuvo en Kiev, la capital. Por otro lado, Ucrania sufrirá pronto el abrazo del oso del Fondo Monetario Internacional, que se dispone a llevar (con dólares y algunos euros en la billetera), la peste neoliberal a ese país. Hay que tener en cuenta además que entre los opositores que tomaron las calles contra Yanukovich no sólo había neonazis que se engalanan las mangas con esvásticas, también había gente cansada de un gobierno que se sentía cómodo con grupos oligárquicos regionales y nacionales. Habrá que seguir con atención el curso de los acontecimientos.


El Imperio-Unido claro está, no va a renunciar a sus propósitos globales. Rusia, por otra parte, cuenta con una estructura económica débil en comparación con las potencias económicas rivales ( basta dar una mirada al intercambio comercial con Estados Unidos para saberlo: Rusia vende a USA, casi exclusivamente, materias primas y le compra en primer término bienes de capital). A lo interno, la hegemonía política de Putín depende demasiado del autoritarismo y la maniobra. Lavrov mientras tanto, va a su tarea : se concentra en el tablero. Sabe que no es suficiente, para sobrevivir en un mundo como el actual, la ventaja que da el contrataque táctico.

No parece que Rusia pueda ganar la partida aunque por ahora ha demostrado que no está dispuesta a abandonar el juego. En esas condiciones, hacer tablas equivaldría a ganar.



César Henríquez Fernández
Cesar.henriquez55@gmail.com

Marzo de 2014




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César Henríquez Fernández


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