En la tercera parte de estas reflexiones hablaremos de El sujeto político emancipado; que responde al reto de definir quién tiene el potencial para transformar la esencia del capitalismo y aporta ideas al cómo este sujeto colectivo transforma ese potencial en fuerza histórica real para su liberación y la de todos los sectores oprimidos.
La primera y la segunda parte salieron publicadas con anterioridad: Pensamiento Político y Ciencia Política (www.aporrea.org/ideologia/a184642.html) y Ciencia política para la reproducción o la emancipación (www.aporrea.org/actualidad/a184828.html)
El sujeto político emancipado
La claridad para la construcción de una nueva praxis revolucionaria, de carácter subversivo, que romperá con lo instituido, pasa por no tener lugar a dudas de quién es el sujeto de la revolución socialista y cuál sería la forma concreta de organización alternativa que nos devuelva el sentido comunitario y solidario propio del ser humano en sociedad. Este sujeto colectivo capaz de enfrentar al capitalismo, requiere de herramientas teórico-metodológicas para conocer, prefigurar e incidir efectivamente en la realidad a transformar.
Desde la perspectiva del sujeto del cambio, la construcción de esta ciencia política emancipatoria la comenzamos reflexionar a partir de cuatro interrogantes dialécticamente relacionadas: ¿Quién hace y dirige la revolución?, ¿Cómo este sujeto de la revolución conoce la realidad para transformarla? ¿Cómo construye la nueva organización social durante su propio proceso de transformación? y ¿Cómo construye una praxis revolucionaria que le permita transformar la realidad desde la raíz, para impedir el retorno al capitalismo?
El sistema capitalista somete a la mayoría de la población a condiciones de trabajo y vida en general que niegan su propia existencia. Por lo que estas preguntas llevan consigo la claridad inicial de la definición teórica y la construcción histórica y práctica del sujeto de la revolución, que considera al socialismo la opción válida para destruir al sistema capitalista.
Comprender al proletariado como clase antagónica en la contradicción esencial entre capital y trabajo asalariado es lo que permite, a su vez, asignarle un carácter distinto a su lucha y, por tanto, como sujeto colectivo capaz de enfrentar a la clase dominante que lo subyuga y lo somete directamente durante el mismo trabajo productivo.
En el proceso histórico de conciencia de clase para sí, el proletariado tiene la capacidad histórica de organizarse y desarrollar una praxis revolucionaria, con la posibilidad de representar los intereses generales de los demás sectores oprimidos. Todos los sectores del pueblo organizado para la abolición del sistema capitalista forman parte de la construcción del Poder Popular; pero el proletariado, a nuestro entender, tiene la posibilidad de confrontar directamente la esencia que preserva al capital: la acumulación de ganancia y la apropiación de la plusvalía generada por la fuerza de trabajo asalariada.
La categoría de Poder Popular, ampliamente utilizada en la revolución bolivariana como parte de nuestra cultura política latinoamericana, es relativamente nueva, por lo que requiere mayor conceptualización teórica y práctica. Debe propiciarse un profundo debate entre los sectores revolucionarios para no cosificarla y vaciarla de contenido histórico y de lucha para la conquista del poder real, que da fuerza y posibilidad concreta de triunfar en esta lucha de clases para la construcción del socialismo.
El proletariado se convertirá en sujeto colectivo de la revolución socialista, en tanto construya una organización social autónoma, como fuerza material y espiritual capaz de enfrentar al poder hegemónico y revertir la historia a su favor. En esta lucha de clases antagónica, el proletariado se destruye como clase dominada, en la misma medida en que desaparece la burguesía como clase dominante. En este proceso la mayoría social, hasta ahora dominada, insurge como Poder Popular para controlar la producción y la sociedad en su conjunto. Instaurándose así un verdadero proceso de democracia revolucionaria.
En la segunda parte de estas reflexiones, publicada con anterioridad, aclaramos que desde una perspectiva anticapitalista entendemos por trabajador o trabajadora, no solo al que produce plusvalía sino:
... a todo aquel que haga un trabajo productivo para la sociedad en la reproducción de la existencia material y espiritual de los seres humanos, bien sea recreación, salud, educación, cultura o producción de bienes materiales y de servicios.
Además afirmamos que como clase trabajadora nos referimos:
… no a un sector social de acuerdo a niveles de ingreso salarial o indicadores sociales. Tampoco al conjunto de las trabajadoras y trabajadores; ni siguiera a aquellos colectivos que conforman una determinada organización política. Lo que convierte en clase a un conjunto organizado de trabajadoras y trabajadores, es su participación activa, con conciencia de clase para sí, en el propio proceso de confrontación antagónica contra la clase opresora.
Es indispensable reconocer la existencia de otro tipo de trabajador (a) no asalariado, que también es explotado, que forma parte de la dinámica que le da vida al capital, no directamente con la compra de la fuerza de trabajo, sino por la compra o expropiación del producto de su trabajo. Aquí se ubican, fundamentalmente, los campesinos y las comunidades indígenas que venden sus productos en los mercados capitalistas, así como otros sectores de “trabajadores (as) independientes” subordinados exclusivamente al mercado, para obtener insumos o para colocar sus productos a cambio de dinero, y luego utilizan ese dinero para comprar sus condiciones de subsistencia, al igual que los asalariados. Estos están constantemente amenazados de desaparecer a través de la precarización de sus condiciones de vida; con la misma violencia que la que hace el capital con los asalariados, incluso aún mayor por la desregulación laboral a la que están sometidos. Los asalariados a pesar de su constante lucha reivindicativa, a través de sus organizaciones políticas, observan perplejos la disminución de la capacidad adquisitiva de su salario para procurarse sus condiciones de vida. Sienten la pérdida del esfuerzo de estas luchas (por lo general reducidas al ámbito de una empresa) en tanto las mismas privilegien la obtención de mejoras salariales.
La razón por la cual el sistema capitalista impide el mejoramiento real de las condiciones de vida del proletariado y del resto de los sectores oprimidos, la explica Marx en esta cita:
Todo producto es un cebo mediante el cual se quiere atraer el ser del otro, su dinero; toda necesidad real y posible es una debilidad que llevará a la mosca sobre el papel matamoscas (...) Todo hombre especula con crear al otro una nueva necesidad para obligarle a un nuevo sacrificio, para colocarlo en una nueva relación de dependencia e inducirle a un nuevo modo de disfrute y, por ende, de ruina económica. (…) El hombre se empobrece tanto más como hombre, necesita tanto más del dinero para apoderarse de la esencia ajena, y la potencia de su dinero disminuye, precisamente en razón inversa a la proporción en que aumenta la medida de la producción; es decir, sus necesidades crecen a medida que aumenta el poder del dineroi.
Así la búsqueda incesante de dinero se vuelve en la verdadera necesidad de todas y todos; y en el caso de los asalariados los conduce a la inevitable lucha reivindicativa por aumento de salario, ante la disminución de la potencia de su capacidad adquisitiva para atender las viejas y nuevas necesidades. Solo los que se apoderan de la esencia ajena, pueden acumular dinero para hacer crecer el dinero.
Todas las luchas que enfrenten al capitalismo son importantes e indispensables, sobre todo aquellas reivindicaciones sociales de carácter incluyente y general (vivienda, agua, salud, educación, recreación, entre otras) ya que sin lugar a dudas golpea al capitalismo por su naturaleza discriminatoria y excluyente. La permanencia de estas políticas y acciones y su incidencia en el cambio de raíz del sistema capitalista estará en la transformación de raíz del sistema de trabajo productivo que se imponga desde la clase trabajadora, aliada a los demás sectores explotados y oprimidos.
Es importante precisar, también, que el proletariado como colectivo realmente existente y no solo como categoría teórica del discurso dialéctico, su conceptualización está en permanente movimiento histórico. Este proletariado de hoy se presenta expandido territorialmente en distintas formas de producción de bienes y servicios, donde se vincula temporal y espacialmente con estas otras formas de explotación y opresión, que genera el capitalismo, para acumular ganancias, cada vez más concentrada para un menor número de personas en el mundo.
El desarrollo de las fuerzas productivas y de división del trabajo que fragmentó a la producción en sectores de la economía (industrial, agrícola y servicios en general, que más tarde desagregó, entre otros, al sector de las finanzas, el comercio, la publicidad, el turismo, la construcción y la comunicación) es determinante para comprender esta expansión territorial y sectorial del proletariado de hoy. Este desarrollo capitalista separa organizativamente los procesos de producción-consumo, de los de distribución e intercambio de esos productos para el consumo, totalmente distinto al que existió luego de la revolución industrial o en posteriores desarrollos industriales que aún preservaban diferencias entre trabajadores (as) que vendían “libremente” su fuerza de trabajo y otras formas de trabajo no capitalistas en su esencia, pero igualmente sometidos a la clase dominante; aunque cada vez más reducida en cantidad e importancia económica para la acumulación del capital. Hoy el proletariado no solo lo conforman los trabajadores (as) de las fábricas, sino todos aquellos que hacen posible el ciclo de producción, distribución e intercambio para el consumo.
Un proyecto emancipador de transformación de la sociedad, diseñado democráticamente por un sujeto político emancipado:
…se inicia con una idea y un propósito, antecedido por una necesidad histórico-cultural y una intención social de satisfacerla, y en el propio camino de construcción del mismo, se van develando formas concretas para lograr el objetivo, no solo como teoría, sino como acción realizableii.
La unidad solidaria de todos los sectores explotados y oprimidos dispuestos a emanciparse, encabezada por el proletariado como clase, como una sola fuerza material y espiritual se irá convirtiendo en un contrapoder. Pero para que sea poder real debe empoderarse de un saber transformador con herramientas teórico-metodológicas que favorezcan la construcción de una praxis revolucionaria. Para enfrentar la visión reduccionista de la comprensión de la realidad que impide la transformación deseada, esta praxis debe integrar la investigación participante, la reflexión-acción transformadora y la sistematización colectiva de experiencias de vida, al calor de la lucha de clases. Como diría Ernesto (Che) Guevara Si fuéramos capaces de unirnos, que hermoso y que cercano seria el futuro.
i Marx, K. 1968. Manuscritos económicos–filosóficos de 1844. México, Grijalbo, p. 91.
ii Elizabeth Alves, 2013. Planificación Emancipadora. Subversión contra el capital en la Venezuela bolivariana. Buenos Aires: Herramientas Ediciones.