Fue a mediados del año 2001, a través de una amiga en común. De ambos recibí la confianza para asumir la responsabilidad de organizar el área periodística de un proyecto editorial revolucionario infartado, meses después, por el golpe de Estado.
La cuna de los sueños pude leer , cuando lo visité, en la entrada de la Disip que bajo su dirección ya empezaba a moldear el nuevo rostro de un organismo cuyas páginas estuvieron escritas por sangre y muerte de mujeres y hombres cuyo único pecado fue atreverse a eso: soñar.
Como periodista, cubrí actividades desplegadas por aquella policía política que, siguiendo la línea del Comandante Hugo Chávez, extinguió de manera definitiva la persecución y el crimen. Con especial recuerdo, preservo en la memoria el trabajo desplegado en una ocasión hacia la comunidad del barrio ubicado frente a la sede del cuerpo, en El Helicoide. En lugar de balas, atropellos y terror, Chávez y Eliézer Otaiza regaron deporte, cultura y de salud. Sólo quienes presenciamos aquello, podemos dar fe de que efectivamente así ocurrió.
Gracias a él, cumpliendo mi tarea revolucionaria en YVKE Mundial, logré demostrar que la toma de plaza Altamira tenía patas de barro. Me facilitó la entrevista -al aire- con un capitán que abandonó aquella lucha al descubrir en ella los innobles intereses de la acción en el Este de Caracas.
Con intermitente e irregular frecuencia lo vi luego hasta que coincidimos en la Alcaldía de Caracas, a partir de 2009. De nuevo, entrega total a la lucha y lealtad absoluta en el combate diario, siempre presto a la colaboración inmediata.
¿Errores?, seguro que si. Los cometemos básicamente por dos cosas: por trabajar y porque los seres humanos no escaparemos nunca de la posibilidad manifiesta de incurrir en ellos. A diferencia de otras y otros, su hoja de servicio por la Revolución muestra un saldo ampliamente favorable de aciertos más que de tropiezos.
¡Chávez vivela lucha sigue!
