Pasan los meses, pasan los hitos con los cuales marcamos etapas de nuestro quehacer personal, otros que dan inicio o fin a períodos particulares de la lucha revolucionaria en la que, quiéralo o no, todo venezolano está involucrado. Entramos al 2006, sabemos que no va a ser un año fácil: demasiados signos nos lo indican. Los comicios del próximo diciembre, cuya única opción válida es la reelección, serán aprovechados por el imperio para continuar su prédica sobre el totalitarismo bolivariano. El montaje mediático ya comenzó a preparar el escenario de fondo para presentar al mundo la patraña del dictador que subyuga las alternativas de un supuesto espectro de opciones bajo el manto del partido único, sin explicar que la presunta pluralidad dizque democrática abdicó sospechosamente a su derecho a ser elegida.
Y este hecho, este sólo hecho, nos basta para señalar que algo serio se está tramando. No va a venirnos ningún ex-candidato opositor, o alguno de los partidos que tenían claras opciones de colocar sus piezas en ciertas circunscripciones electorales para ocupar escaños dentro del Parlamento, a decirnos que renunció por “profunda convicción democrática” a la posibilidad de hacer llegar su posición, su opinión o su rechazo o contribución a la labor legislativa, a sabiendas de los jugosos sueldos y beneficios personales que dichos cargos acarrean de suyo, sin necesidad del juego corrupto al que esos mismos partidos nos tenían acostumbrados desde hace décadas, y autocensurando su libertad de expresar alternativas legítimas a las propuestas dentro de las diferentes comisiones de trabajo. Por eso creemos que esa abdicación no fue gratuita ni fortuita, y conociendo la codicia inherente al criterio capitalista, tuvo que haber el baile de los millones y los billetes verdes. Alguien los puso, y no los puso por idealismo político, lo hizo con frío cálculo de costo/beneficio, y los vendepatria los recibieron con obvias obligaciones de rendir cuentas y además con algún tipo de garantía sobre su incolumidad frente a los acontecimientos futuros de los cuales ésta es una pieza.
Ya de suyo el proceso revolucionario no necesita legitimar más al presidente Chávez, al cual ya le está confiada de antemano la responsabilidad de la conducción del país hasta el año 2013 por parte de las bases populares y en general del pueblo progresista de Venezuela; sin embargo es necesario el voto, el acto burocrático para la legitimación interna e internacional del gobierno de Hugo Chávez. La absoluta capitulación de la derecha autóctona en cuanto a la oferta electoral se hizo patente el pasado 4 de Diciembre, y es previsible que no presenten ningún candidato, o lo retiren a último momento, sólo para mantener la especie de que están intentando realmente participar en el juego democrático, pero el “régimen”se los impide. Así lo proclamarán a los medios.
Pero sabemos que no es así. Ya la vía democrática, pacífica y electoral fue descartada hace tiempo por la oposición. No dudaron en respaldar un golpe de estado que habría podido sumir al país en una sangrienta guerra civil entre hermanos, ni en someter al pueblo al hambre y las privaciones durante el paro patronal que bloqueó por dos meses la economía, no han parado un solo día de atacar a las mentes de los ciudadanos con propaganda, mensajes, noticias y opiniones tendientes a destruir la paz social. No dudaron en renunciar al poco piso político que les quedaba retirando sus candidaturas a la Asamblea Nacional, con tal de preparar el terreno para lo que sucederá este año 2006.
Es aterrador pensar que algunos de nuestros compatriotas, aún creyéndose elevados a un imaginario nivel superior, algunos por sus afortunadas condiciones socioeconómicas y culturales, en muchos casos privilegios de cuna, en otros fruto de esfuerzos por alejarse de la miseria, en otros más producto de adherencias y lealtades a partidos políticos arcaicos dentro de los cuales escalaron posiciones jerárquicas que les hacen percibirse más importantes que el “vulgo”, puedan estar fraguando una situación tan apocalíptica como la que se nos viene encima a TODOS los demás, de uno y otro lado de la barricada política. Pareciera que las lecciones de la historia, remota o reciente, les resultan incomprensibles. No se ven reflejados en la sangre que a diario se vierte en Irak, Palestina, Afganistán, Colombia, por nombrar algunos de los lugares donde el imperio juega con la población civil, incluyendo la suya, al macabro juego de la muerte.
De nada sirven el legado del Libertador, las luces de Simón Rodríguez, las luchas de Ezequiel Zamora y todo el esfuerzo de quienes tratamos de aportar soluciones a un país y a un mundo plagado de la enfermedad social más grave que se pueda concebir, la desigualdad y la injusticia, ambas detonantes infalibles de conflictos civiles, si algunos de los herederos de esos próceres se venden al mejor postor para entregar lo que nos pertenece a todos, revolucionarios de verdad, pseudo revolucionarios oportunistas y reaccionarios en su pleno derecho de opinar diferente o de dejarse convencer por los espejismos neoliberales, así como a aquellos venezolanos demasiado ocupados o indiferentes como para opinar.
Por eso los hombres y mujeres comprometidos con la utopía de un mundo mejor (y decimos utopía porque es una meta que cada vez se irá moviendo hacia adelante, inalcanzable pero no por injusta sino porque su propia naturaleza de beneficio colectivo la hace siempre susceptible de mejoras), los revolucionarios auténticos de esta Patria que crece y que se ve amenazada desde afuera y desde adentro, debemos prepararnos para proteger este joven proceso de las barbaries atroces que se están fraguando en contra de la libertad, la tranquilidad y la vida de todos los venezolanos. Nadie puede descansar tranquilo en los laureles de un Parlamento ideológicamente homogéneo, las cifras electorales tienen mensajes que comprometen a la radicalización de la toma del poder popular, ése que habló con su ausencia el 4 de diciembre 2005.
La organización y la disciplina son fundamentales en el ejercicio eficaz del poder, y exigen que los diputados electos estrechen al máximo el contacto con las bases populares, con los ciudadanos de sus circuitos, incluyendo a los opositores, porque éste debe ser el gobierno de todos, y todos deben hablar y ser oídos. Así mismo, todos los vecinos deben planificar las tácticas y estrategias a aplicar en los posibles escenarios, cómo detectar las señales de alerta, cómo actuar, quién debe hacer qué, y esto incluye la defensa del vecindario en conjunto, y para ello debe iniciar el contacto sincero con el opositor cuya visión está nublada por la catarata pertinaz de promoción del odio y por la desinformación de los medios golpistas, de cuya maldad ya todos fueron testigos antes.
¿Cuáles son los posibles escenarios? Atentados, asesinatos selectivos, agresiones territoriales, tergiversaciones de la realidad para promover zozobra, acciones terroristas por parte de grupos armados entre los cuales podemos contar con mercenarios de cualquier nacionalidad o paramilitares de las Autodefensas Unidas de Colombia; intentos de malponer el gobierno venezolano ante grupos étnicos o religiosos, “siembra” de drogas o señalamientos de proteger al narcotráfico o a la guerrilla, todas las posibles calumnias mediáticamente manipuladas para producir el más devastador efecto sobre la tranquilidad ciudadana, además de las excusas del imperio para la invasión directa.
Como mínimo, habrán intentos de reducir la popularidad de Chávez para debilitar el apoyo electoral el próximo diciembre; y eso si es que se nos permite llegar a esa fecha en paz. Y nada presagia que así ocurra, porque ya la oposición nos salió con parapetos.
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