El presidente Nicolás Maduro anunció la revisión total del Gobierno con el fin de “reestructurar lo que haya que reestructurar y arreglar todo lo malo”, y afirmó que realizará una “sacudida completa del Gobierno para entrar en una etapa de eficiencia verdadera”. Esa movida de mata debería comenzar por lo que en la IV República se conocía como los policamburistas. Hay muchos funcionarios que no son eficientes en el desempeño de un solo cargo y, sin embargo, tienen cuatro y cinco cargos más. Este es un grave síntoma de burocratización, y no me refiero a la tradicional burocracia con su parafernalia de trámites innecesarios y consumada negligencia, sino a la formación de grupos de poder que extienden sus tentáculos a través del reparto clientelar de cargos y prebendas. Esos arribistas y cazadores de cargos que se proponen concentrar cada vez más y más poder son la principal amenaza para mejorar la eficiencia gubernamental.
Es como si, en los equipos de fútbol que se enfrentan en el Mundial de Brasil, a algunos jugadores les dieran simultáneamente las tareas de ser porteros, defensas, volantes, delanteros y masajistas. No pueden cubrir todas las posiciones a la vez, y esa es una de las causas de la ineficiencia gubernamental. No se improvisa con las designaciones ni las estrategias porque se tiene claro que desde el primer minuto el equipo rival sale a la cancha con la clara intención de meterle al otro una goleada. Cada selección está integrada por el mejor talento que cada país tiene, nadie va al Mundial a aprender a jugar fútbol. Cuando un equipo gana o pierde, en los análisis se destaca el acierto o no que tuvo el director técnico a la hora de hacer la alineación del equipo, poner a cada quien en la posición adecuada, darle la responsabilidad para la que está mejor dotado y capacitado. Si gana, el director técnico destaca y elogia el desempeño del equipo; pero si las cosas no salen como deseaba, él asume la responsabilidad y no les achaca la culpa a sus jugadores, reconoce que la selección que hizo no fue la adecuada o que se equivocó al no cambiar a tiempo a un jugador que ya no daba para más.
Esa movida de mata tiene que hacerse sin traumas para evitar que se generen resentimientos y solidaridades, al decir que se remueve a los funcionarios porque fracasaron, proyectando la culpa en quien previamente los designó, sin asumir ninguna responsabilidad en el tiempo que se los dejó en el cargo. Lo correcto es hacer lo que el presidente Maduro ha anunciado: reestructurar todo lo que haya que reestructurar para mejorar la eficiencia gubernamental y hacer la selección de las personas con los mejores méritos y credenciales para confiarles esas delicadas responsabilidades. Lejos de convertir la movida de mata en una cacería de brujas, lo que toca es estimular un debate leal y comprometido con la construcción de una sociedad libre de pobreza y exclusión social. La voz crítica y propositiva debe fluir con libertad y no puede ser catalogada de deslealtad y traición. De lo contrario, se crea un ambiente de miedo y terror en el que nadie se atreve a levantar la mano para hacer una crítica constructiva, a riesgo de ser despedido del Gobierno o defenestrado del partido por desleal y traidor.