El resultado de la elección de delegados y delegadas al III Congreso Nacional del PSUV, celebrada ayer 20 de julio de 2014, pone en evidencia dos indicadores muy importantes, más allá o más acá de cualesquiera otras consideraciones, porque ambos responden a las dos perspectivas que dinamizan el presente y el futuro del PSUV en relación directa con la lucha de clases y el desarrollo de la revolución liberadora y socialista en nuestro país.
El primero se refiere a la indiscutible unidad orgánica del partido. Contra algunas voces internas y externas que apostaban o apuestan a la división, la militancia activa y protagónica mostró su vocación unitaria, reafirmando una vez más su madurez política y la lealtad plena con el legado del Comandante Chávez y el gobierno del presidente Maduro. Podemos decir que al PSUV hoy no lo divide la lucha por la representación interna en función de un Congreso político-organizativo. Eso es importante porque la fuerza de la revolución depende de tres tipos de unidad: la de los revolucionarios, la del pueblo y la del país nacional. La unidad interna del PSUV es la síntesis de esos tres niveles de unidad. Así como la unidad cívico-militar liderada por el presidente Maduro, es la máxima expresión orgánica, ideológica, política y espiritual de la revolución anti-imperialista y socialista.
El segundo indicador tiene que ver con el inocultable bajísimo nivel de participación del pueblo pesuvista. Contra la excesiva y ostentosa arrogancia cuantitativa de los 7.6 millones de militantes, más los nuevos inscritos que saldrían a votar; al parecer, solo lo hizo una cantidad que no pasa del 13%, según datos extraoficiales porque oficialmente no se ha dicho nada al respecto. Si el primer indicador representa una fortaleza cualitativa; este segundo es una evidente debilidad cuantitativa. ¿Qué pasó con la maquinaria? Si las UBCH son la vanguardia que moviliza a los 7.6 millones de votantes del pueblo chavista, ¿por qué no ocurrió eso mismo el domingo pasado? Esa cantidad millonaria de militantes que no respondió al llamado, pone en evidencia un estado anímico diferente, que no concuerda con el de alegría y felicidad, propagado con insistencia por la mayoría de los camaradas de la Dirección Nacional.
De acuerdo con esta realidad, creo que los 7,6 millones de inscritos en el Partido pudiéramos diferenciarlos, hoy, en dos grandes tipos de militantes: los que están más activamente comprometidos en el accionar político-organizativo, que son vanguardia, ocupan cargos, ejercen el funcionariado y forman los grupos de interés o de lucha interna por el liderazgo y el poder; y aquéllos que no giran en esa onda del protagonismo partidista, sino que están a la expectativa de la eficacia, la eficiencia, el avance y la profundización en la solución real y concreta de los problemas que afectan su vida social y cultural en sus respectivas comunidades de trabajo, de estudio o de residencia. Igualmente, a la expectativa del fin de la guerra económica: escasez provocada e inflación especulativa, de la productividad económica agroalimentaria, y la estabilización de los precios accesibles en comida, medicina, repuestos automotrices, vestido, calzados; un clima de mayor seguridad ciudadana, de adecentamiento de la función pública, etc.
Desde ayer mismo, y aún escribiendo esta nota, sigo convencido de que es un grave error de la Dirección Nacional del PSUV no dar la cifra definitiva de votantes, ni el porcentaje que ella representa. Me parece una muestra de temor a los números bajos y, además, genera desconfianza y suspicacia en la gente. Como militante del PSUV, debo decir que me resultó absolutamente indecorosa y fatalmente errónea, la respuesta dada a la periodista de 2001 cuando hizo la pregunta al respecto en la rueda de prensa ofrecida en la noche del domingo. Independientemente de la intencionalidad del adversario, hay que dar la cara a los buenos y a los malos resultados. Y siempre con la verdad por delante, la responsabilidad en el ejercicio de la crítica oportuna y la hidalguía para asumir la autocrítica necesaria, tal como lo supo hacer el comandante Chávez.
En definitiva, la inmensa fuerza social, popular, cívico-militar, patriótica y revolucionaria de la revolución bolivariana chavista, seguirá su ruta de unidad bajo el liderazgo que ha sabido asumir el presidente Nicolás Maduro; pero, muchos que hoy ocupan mandos burocráticos del PSUV tienen que revisarse. En el contexto de la realidad concreta de hoy, a esa inmensa mayoría que no votó, no le interesa un congreso partidista porque eso no le proporciona felicidad. Le motiva más el fortalecimiento real y concreto del proceso social revolucionario, de dignidad, de eficacia, de productividad, de mayor suma de felicidad posible, de justicia, de bienestar y seguridad. De eso debe ocuparse el partido, la dirigencia y las UBCH, junto al presidente Maduro en el gobierno de calle.