En nuestra entrega de la semana anterior aludimos a quienes festejaban la detención de Hugo Carvajal en Aruba, quienes daban por descontado que a estas alturas del partido el mayor general estaría en una mazmorra gringa de la que más nunca saldría ni a tomar sol. Dijimos entonces que tal actitud fue bien ridícula porque, entre otras cosas, más les duró la idiota e imbécil sonrisa que pusieron para celebrar tan malévolo deseo que la cara de ponchao que aún tienen por haber despertado a la realidad del compatriota liberado quien –de paso- ahora irá con todo contra quienes lo injuriaron y lo difamaron. A comprar cotufas, pues, para pasar el rato viéndolos desfilar uno a uno antes las autoridades a quienes deben explicar de donde demonios dijeron lo que dijeron del excónsul en Aruba.
Traemos esto a colación porque cuando ingenuamente creíamos que tan grotesca intención había tocado fin, Milos Alcalay se encargó de hacernos ver que no era así. Este ciudadano (iba a decirle “señor”, pero lo pensé dos veces), al que sectores de la derecha consideran un respetado diplomático, terminó siendo la más pobre imitación del peor de los bufones al servicio de la contrarrevolución. Dijo que la liberación de Carvajal obedeció, ni más ni menos, a la presión de Venezuela ¡contra el reino de Holanda!
Si me salvé de caer como Condorito después de haber leído tan absurdo vómito entintado fue porque estaba posado sobre un taburete, pero lo que no pude evitar fue la carcajada que me produjo el “análisis” tejido por alguien que al parecer pasó 30 años en la ONU haciendo trampas mientras jugaba truco y carga la burra.
Resulta entonces que tenemos una fuerza que desconocíamos hace una semana, tan atrinca que somos capaces de poner en jaque mínimamente a la Naranja Mecánica que en el Mundial de Fútbol llegó a cuartos de final.
Esto de Alcalay, más Capriles y los europeos que según él no usan desodorante, recuerda un famoso espacio que animó Winston Vallenilla pero con otro nombre: Guerra de Ridículos.
¡Chávez vive...la lucha sigue!