Algunas reflexiones importantes, sobre cristianismo y comunismo debido a la decisión tomada por el Papa Francisco, de levantarle la suspensión que le impuso el Papa Juan Pablo II al sacerdote nicaragüense Miguel D’ Scotto, recordemos que el Papa Juan Pablo II, también amonestó públicamente al Padre Ernesto Cardenal en su visita en 1983 a Nicaragua.
El cristianismo comenzó como un movimiento revolucionario de los pobres y oprimidos en el periodo de decadencia del imperio romano. Hace 2000 años los primeros cristianos organizaron un movimiento de masas de los sectores más pobres y oprimidos de la sociedad. No es sorprendente que los romanos acusaran a los cristianos de ser un movimiento de esclavos y de mujeres. Los cristianos primitivos fueron comunistas como se desprende de Los Hechos de los Apóstoles. El propio Cristo se movía entre los pobres y desposeídos y atacaba con frecuencia a los ricos. No es casual que su primer acto al entrar en Jerusalén fuera echar del Templo a los mercaderes. Dijo también que es más fácil para un camello pasar por el ojo de una aguja que para un rico entrar en el Reino de Dios. La Biblia está plagada de expresiones como ésta.
El comunismo de los primeros cristianos se hace evidente en el hecho de que en sus comunidades toda la riqueza era poseída en común. Cualquiera que quisiera unirse, tenía primero que despojarse de todos sus bienes mundanos. Por supuesto, este comunismo tenía un carácter algo inocente y primitivo. Esto no es una crítica a los cristianos de esa época, que eran muy valientes y no tenían miedo de perder la vida en la lucha contra el monstruoso Estado esclavista romano. Pero el auténtico logro del comunismo (es decir, de una sociedad sin clases) era imposible en aquellos tiempos, porque las condiciones materiales para ello estaban ausentes.
La investigación arqueológica moderna y, en particular, el descubrimiento de los Manuscritos del Mar Muerto han confirmado completamente la tesis de Karl Kautsky en su brillante libro Los orígenes y fundamentos del cristianismo. Kautsky explicó hace ya cien años que los primeros cristianos eran miembros de una secta radical judía, los esenios, que propugnaban ideas comunistas y practicaban una comunidad de bienes hasta que los romanos acabaron con ellos. Los Padres de la Iglesia fueron francos en sus denuncias de la propiedad privada y abogaron por compartir la riqueza. En el siglo III, Juan Crisóstomo, obispo de Bizancio, era partidario del comunismo. Pero, gradualmente, los que ocupaban los puestos superiores de la Iglesia se fueron separando de las masas y cayeron cada vez más bajo la influencia de clases ajenas.
Más tarde, cuando la Iglesia Cristiana fue tomada por el Estado bajo el emperador Constantino, el mensaje revolucionario originario del cristianismo fue expurgado de los registros históricos y las escrituras fueron purgadas para satisfacer los intereses del Estado romano. De una forma similar, la genuinas ideas de Lenin y del partido Bolchevique fueron retorcidas y tergiversadas por la burocracia estalinista de Rusia después de la muerte de Lenin en 1924.
Las prolongadas y sangrientas guerras contra los movimientos heréticos a finales del imperio romano fueron la forma en la que la genuina herencia del cristianismo primitivo fue destruida a sangre y fuego.
Desde entonces, la Iglesia Cristiana se convirtió en fiel servidor del Estado y la clase dominante. Los obispos, que obtuvieron riquezas y poder, sirvieron los intereses de los emperadores y más tarde los de los monarcas feudales y terratenientes.
Las guerras religiosas de los siglos XVI y XVII fueron realmente guerras de clase bajo el estandarte. Los husitas de Bohemia y los anabaptistas de Alemania expresaron ideas comunistas.
Marx y Engels dieron por primera vez al comunismo un carácter científico. Explicaron que la auténtica emancipación de las masas depende del desarrollo de las fuerzas productivas (la industria, la agricultura, la ciencia y la tecnología), que crearán las condiciones necesarias para una reducción general de la jornada de trabajo y el acceso a la cultura para todos.
Políticamente, las iglesias han apoyado sistemáticamente a la reacción. Sacerdotes católicos bendecían los ejércitos de Franco en su campaña para aplastar a los obreros y campesinos españoles. El Papa apoyó a Hitler y Mussolini. En Brasil la jerarquía de la Iglesia no tuvo escrúpulo en colaborar con la dictadura militar, aunque muchos sacerdotes del bajo clero tomaron la posición de los trabajadores.
Aquí en Venezuela está ocurriendo algo similar con la alta jerarquía católica (Conferencia episcopal), está al lado de los poderosos , se solidariza con los intereses de los ricos. Es la Iglesia de los terratenientes y capitalistas. Pero también hay otra iglesia que se identifica con la causa de los pobres, los obreros y los campesinos. Son los sacerdotes y monjas que abrazan la Teología de la Liberación.
Los teólogos de la Liberación se adhieren al Marxismo en términos de “análisis social”. El teólogo Gustavo Gutiérrez reconoce el marxismo como “científico”, como “ciencia de la historia” y como saber “práxico-revolucionario”.
En artículos anteriores hemos desarrollado ampliamente el tema referido a la Teología de la Liberación.
El Papa Francisco, ha dado pasos muy importantes para la renovación de la Iglesia Católica . Su humildad, la defensa permanente de los pobres, su capacidad para el diálogo sincero sin hipocresía; el desprendimiento de algunas riquezas materiales, la eliminación de ciertos actos protocolares que rodeaban a otros Papas en el pasado, hasta adoptar el nombre de Francisco en alusión a San Francisco de Asís “El defensor de los pobres y desamparados”. “El Santo de los pobres”, como lo califican muchos de los fieles católicos, ha puesto en alerta a los sacerdotes tradicionales, derechistas y fascistas que hacen vida todavía en la Iglesia Católica ,nuestra Iglesia. Organizaciones como el OPUS DEI y otras, que le han hecho un gran daño al Catolicismo en el pasado y en todas las épocas. Recordemos entre otras a la Sagrada Inquisición, Las Cruzadas etc.