Tras la peligrosa eliminación del legendario Ministerio del Ambiente en el mes de septiembre del año 2014, y la naciente creación del fusionado “Ministerio del Poder Popular para Vivienda, Hábitat y Ecosocialismo”, queda un gran signo de interrogación en el horizonte ecológico de la patria bolivariana. Entre dimes y diretes, NO debemos olvidar que nuestra Revolución siempre ha proyectado el conservacionismo en toda la geografía del tricolor patrio.
Quienes se atreven a negar los logros ecosocialistas de la Venezuela del siglo XXI, son los mismos simios que no saben de qué color es el caballo blanco de Simón Bolivar. Si fuera por la nefasta transculturación de la ultraderecha venezolana, pues el bellísimo Campo de Carabobo estaría lleno de transgénicos, fractura hidráulica y dióxido de carbono. Por el contrario, el compromiso gubernamental de seguir respetando los recursos naturales, se refleja mediante leyes vigentes que castigan el delito en contra de la Naturaleza, como la Ley Penal del Ambiente, gracias a las iniciativas de concientización ciudadana, que abarcan las campañas “Soy Consiente Consumo Eficiente” o “Cada gota cuenta” y con un arcoíris de Misiones que rescatan la sonrisa de las mascotas al ritmo de la Misión Nevado, que siembran millones de árboles en las calles con la ayuda de la Misión Árbol, y que prenden el bombillo del ahorro energético con la Misión Luciérnaga.
Sin embargo, la reciente transición ministerial NO debe estancarse en un numerito de la gaceta oficial, en un politizado palabreo mediático, o en una torpeza constitucional que afecte gravemente los cimientos ambientales del territorio venezolano. Por ello, debemos aprovechar la oportunidad para debatir sobre los actuales problemas socio-ambientales que presenta Venezuela, y así generar respuestas positivas de cambio en el entorno que albergamos, sin distingo de colores, razas o credos. Si priorizamos el bienestar de la Pachamama, buscando el desarrollo sostenible y sustentable del país, quizás podríamos erradicar una serie de inconvenientes visibles en el seno de la población criolla, y que a continuación compartiremos junto a usted.
No hay duda, que el primer problema observable es la falta de Cultura de Reciclaje, siendo uno de los grandes escollos ambientales de Venezuela. Es sorprendente que la gente todavía lance los empaques de las frituras, las latas de Coca Cola, los pañales desechables, los discos compactos rayados, las cajas de equipos tecnológicos, y demás residuos orgánicos e inorgánicos en las principales calles, aceras y plazas del país. Si ni siquiera vierten la basura en el genérico pipote que conocemos de otrora, es imposible que separen el plástico, el vidrio, el cartón, el papel y los metales, para luego depositarlos en los contenedores de colores que especifican el lugar correcto donde desechar la basura. Si a esa lamentable situación, le agregamos la pasividad de los organismos públicos ambientales para fomentar las 3RS (reducir, reutilizar y reciclar), en aras de cambiar la contaminante realidad que vivimos, pues parece que la basura continuará marcando el rumbo del terrible ecocidio venezolano.
El segundo problema, es el abuso del consumo eléctrico en las tierras venezolanas, ya que sus habitantes no practican una voluntaria Eficiencia Energética. Cuando no hay apagones, se prende cualquier cosa que prenda porque nunca se va la electricidad. Cuando hay apagones, se prende cualquier cosa que prenda después que regresa la electricidad. Ese simple dilema que aqueja la mente de los venezolanos, se paga con las constantes y sonantes fallas del suministro eléctrico, debido a la abismal demanda del mencionado servicio. En la vida siempre pagan justos por pecadores. Por ejemplo, los apacibles hermanos andinos sufren las consecuencias del irracional derroche de los estruendosos zulianos, que en ocasiones sobrepasan los 3000 megavatios de locura eléctrica, con sus gigantescos aires acondicionados que jamás son apagados en los hogares, en los comercios y en las zonas residenciales, lo cual viene colaborando para que Venezuela sea el país con la mayor generación y el más elevado consumo de energía eléctrica en América Latina.
El tercer problema, radica en el malgaste de agua potable al no existir cultura de ahorro a favor del vital líquido. ¡WOW! La gente despilfarra miles de litros de agua potable en una gaseosa infusión llena de ignorancia, capricho y egoísmo. La vil necesidad de satisfacción que ahoga a la sociedad civil venezolana, la convierte en una cosa que no puede ver más allá de las cuatro paredes que cubren la sala sanitaria de sus viviendas. Siempre hay una excusa para malgastar el agua. Los corotos del almuerzo, las puertas del carro recién comprado, la ropa manchada con queroseno y los pisos de la terraza. A nadie le importa el futuro de los hombres y las mujeres que carecen del acceso al agua potable, y viven en condiciones infrahumanas, por culpa de sus hiperactivos vecinos que no se cansan de abrir la llave del grifo. De todas formas, si no hay agua disponible, siempre aparece el gran camión cisterna que mercantiliza el lucrativo producto comercial, y garantiza el suministro del agua por doquier.
No solamente el agua potable es humillada por los venezolanos. Los cuerpos de agua dulce y salada tampoco se salvan de la negligencia ambiental latente. De norte a sur y de este a oeste, tenemos agua enturbiada en el Lago de Maracaibo y Valencia, en la Laguna de Píritu y Sinamaica, y en los ríos Guaire, Chama, Tocuyo, Manzanares y Motatán. ¿Por qué se encuentran tan contaminados? Esa pregunta se responde con muchísima basura doméstica e industrial, fugas de hidrocarburos, escombros de construcciones urbanísticas, y cualquier otra cosa que pueda sumergirse en las aguas venezolanas. Al no existir una infraestructura capaz de manejar las aguas residuales generadas en las ciudades venezolanas, se produce una alarmante contaminación ambiental que se incrementa más y más en apenas cinco minutos de higiene personal.
El cuarto problema, se visualiza con la exagerada Contaminación Sonora que revienta los tímpanos del pavimento venezolano. Muchas personas subestiman y se acostumbran al fastidio del claxon de los camiones, al “corneteo” de los desesperados choferes, a la música con alto volumen y a la salvaje estampida de las motocicletas. No obstante, el frenesí de la bullanga provoca un malestar emocional que aunque pase virtualmente “desapercibido”, es uno de los factores principales que desmotiva a los ciudadanos, para que nunca reciclen los materiales, nunca apaguen las luces y nunca ahorren el agua potable. Pese a que el ruido es el mejor amigo de las colas, de los semáforos y del embotellamiento vehicular de las capitales venezolanas, vemos que la sobrepoblación citadina, el antojo de usar carros particulares, y el aumento de las unidades de transporte público, crean un desagradable escenario lleno de tensión, groserías, rabietas y choques que violentan la vida y el cuerpo de Gaia.
El quinto problema, es la asfixiante Contaminación del Aire que va de la mano con el longevo proceso de industrialización y desarrollo del sector productivo venezolano. Lamentablemente, ese crecimiento económico no asegura un clima de respeto en los vientos que soplan por encima de los entes gubernamentales. En Venezuela no se controlan las emisiones de gases tóxicos que conllevan a la sistemática polución del Medio Ambiente, y que también producen enfermedades respiratorias a una gran cantidad de compatriotas. Uno sale a la calle con ganas de mantener el control, pero cuando te topas con una nube negra encapsulada, te dan ganas de presionar el gatillo y encontrar el mágico silencio sepulcral. Tan sólo debemos viajar hasta la calurosa ciudad de Maracaibo, para apreciar en vivo y directo a los “carritos por puesto”, vistos como máquinas destartaladas del lejano oeste zuliano, que se encargan de envenenar el aire en un santiamén, cada vez que presionan el sucio acelerador que llena de bruma aceitosa a todos los pasajeros, quienes se sientan en sus cómodos asientos de cemento.
El sexto problema, engloba al repudiable maltrato animal de las perversas Corridas de Toros, que no guardan ninguna relación con la credencial “Ecosocialista” de la revolución venezolana. Mientras la gente siga aplaudiendo, disfrutando y soñando con la sangre de las fiestas taurinas, pues los venezolanos seguiremos aplaudiendo, disfrutando y soñando con la sangre de la delincuencia, de las guarimbas y de los asesinatos. Para quienes no lo sepan o no lo entiendan, el Ecosocialismo incluye el respeto por la diversidad biológica y el respeto por los derechos de los animales. ¡Disculpen! Se nos olvidó mencionar que los miles de idiotas que van a las monumentales Corridas de Toros, a los denigrantes Circos Ambulantes y a los bochornosos Toros Coleados, son los mismos idiotas que votan a la izquierda o a la derecha en el domingo de las elecciones. Por eso a ningún régimen político le simpatiza fulminar el vicio por la muerte.
El séptimo problema, es la entrometida Contaminación Visual que atiborran los espacios naturales de nuestra querida Venezuela. Vota por Fulano y te irás derechito al cielo. Vota por Mengano y te irás derechito al infierno. Vota por Perengano y te irás derechito al purgatorio. Si vas a votar en blanco, entonces compra un televisor de 100 pulgadas y te quedas viendo las películas de guerra que transmiten los medios privados. Entre afiches, pancartas, carteles luminosos, vallas publicitarias, y demás mensajes subliminales que nos venden todos los días en cualquier esquina venezolana, es obvio que la basura visual está mucho más cerca de nuestros ojos que nuestros propios ojos. Nos preguntamos ¿Por qué no colocan una enorme valla que invite a reciclar las botellas de Coca Cola que la gente consume a diario? Es más rentable vendernos un bikini con refrescos que vendernos una imagen de conciencia ecológica. Sufrimos con tanto bombardeo publicitario, que despierta el hyper-consumismo de los venezolanos.
El octavo problema, se basa en la amenaza de los mega proyectos extractivos que perforan el alma del territorio venezolano. Todos conocemos los derrames petroleros que tienen putrefacto al inolvidable Lago de Maracaibo, que ya no sabe hasta cuando podrá ser llamado el “lago más grande de Sudamérica”. Pero, la inestabilidad ambiental también encierra a los campamentos de minería ilegal que figuran en zonas rurales y boscosas de los estados Amazonas, Bolívar y Delta Amacuro. La insaciable búsqueda de oro, plata y diamante, se realiza las “25” horas del día, para poder pagar el costoso tráfico de combustible que se oculta en una maleta llena de fauna exótica en peligro de extinción, la cual será vendida de contrabando en las tiendas de animales de los países vecinos. Todo eso ocurre, justo antes que el mercurio invada las comarcas, los ríos y los pueblos limítrofes de nuestros hermanos indígenas, quienes terminan pereciendo en un trágico genocidio, etnocidio y ecocidio anunciado.
El noveno problema, lo constituye la infame deforestación urbana que se intensificó durante febrero y marzo del 2014. Los culpables no fueron los guarimberos, pues hay que agradecerles que nos permitieran ver como cualquier persona puede talar y quemar un árbol, sin temor a represalias de los organismos judiciales venezolanos. 5000 fueron los árboles asesinados, y 0 fueron las personas encarceladas por atentar en contra del Medio Ambiente. Cuando la historia trata de ecocidios, siempre debemos viajar a Maracaibo, que es la cuna de la destrucción ambiental en Venezuela. Allí, los “maracuchos rajaos” se divirtieron un Mundo cortando el rabo y la oreja de la Naturaleza. Más de 850 árboles patrimoniales fueron arrancados de avenidas, creando un foco de deforestación masiva que los tiene sin agua, sin luz y sin gas. A su vez, incineraron “chécheres viejos” en las principales calles, para demostrar la filosofía del enojo protestante. Usted se pregunta ¿Qué hicieron con toda la basura quemada? La dejaron abandonada en las cañadas marabinas, para seguir colapsando los bizarros desagües naturales, e inundar la emergencia sanitaria que envuelve hoy, mañana y siempre a los apáticos zulianos.
Debemos hacer hincapié en el atentado ambiental ocurrido en el estado Zulia, ya que un país con clima cálido y lluvioso como Venezuela, no debe poner en riesgo el equilibrio ecológico de los ecosistemas, ante el acecho de fuertes ondas tropicales o del fenómeno meteorológico “El Niño”. La inconciencia forjada en la entidad zuliana durante el año 2014, dejó casi secos los embalses de Tulé, Manuelote y Tres Ríos, siendo una de las peores sequías en los últimos 60 años. Además, hay que sumarle la alta tasa de deforestación que sedimenta la represa de Burro Negro y trastoca la Sierra de Perijá, por los cultivos de malanga, los desmontes, los incendios forestales y la obtención ilícita de madera. Toda esa impunidad ambiental, afecta el modus vivendi de los ciudadanos y sus familias, quienes tienden a quedarse calladitos, y no denuncian los hechos delictivos que se presentan con frecuencia en sus ciudades.
Cabe destacar, que el trastoque de áreas verdes protegidas, ha ido in crescendo por codiciadas aberraciones anglosajonas que abarcan los piques de fango, el rustiqueo y el tunning. Todos recordamos el ecocidio originado por las carreras “Fun Race 4x4”, que destruyeron el paisaje natural de la Gran Sabana con el infernal motor de la miseria espiritual al volante. La normativa legal que prohíbe rustiquear en Venezuela, no ha podido evitar que el daño ambiental se extienda hasta la inmensidad de las dunas en los Médanos de Coro, pasando por el caudaloso Río Cinaruco, y terminando en el mítico Parque Nacional Morrocoy. Ahora, la astucia de los siniestros empresarios es contratar terrenos privados (haciendas, fincas, granjas), para llevar a cabo el pseudo-deporte extremo sin incurrir en delitos penados por la ley. De nuevo se equivocan con esa fatal estrategia, pues cuando se alteran las condiciones ambientales de un inmueble, eso repercute con negatividad en el entorno biofísico circundante, así que los organizadores del evento y los dueños de las propiedades, pueden ser denunciados por los agravios ecológicos perpetrados.
El décimo problema, se suscita con la indiferencia ecológica que denota la existencia de los venezolanos. A la mayoría de la gente NO le importa en absoluto la preservación del Medio Ambiente. Quieren ir y venir, comer y dormir, amar y beber, y demás binomios de vida. Pero, NUNCA se preocupan en atender la salud del entorno para poder ir y venir, comer y dormir, amar y beber, y muchos más binomios de vida. Por tanta pasividad ambiental, es que tuvimos que partirnos el lomo escribiendo una lista de los 10 problemas socio-ambientales que padece Venezuela. Estas laicas palabras no discriminan a nadie, porque todos somos culpables hasta que algo o alguien nos demuestre lo contrario. ¿Qué te cuesta pensar un poquito en el hermoso planeta Tierra? Si asumes la responsabilidad con el cuidado de los lugares que habitas, te irás alejando poco a poco de la agresividad, del rencor y de la frustración que carcome el espíritu de muchos venezolanos, y verás la gran luz pacifista, altruista y misericordiosa que llenará de alegría tu corazón.
Por desgracia, los problemas socio-ambientales de Venezuela se extrapolan más allá de nuestras aguerridas fronteras. Es consabido que en el resto de naciones latinoamericanas se resienten en mayor o menor grado, todos los percances ecológicos que comentamos con anterioridad. La obligatoriedad de impartir la Educación Ambiental en los colegios públicos y privados, es la clave para replantear el destino conservacionista de la Sociedad Moderna. Creemos que las valientes Brigadas Integrales Comunitarias y los heroicos Guardianes del Agua, deben seguir masificando el mensaje ecosocialista en Venezuela, para defender el legado ambiental de nuestras orgánicas tierras.
Nos parece que la creación del Ministerio de Vivienda, Hábitat y Ecosocialismo, es una decisión realísticamente realista, y acorde con la forma social y el fondo cultural que cotejamos a diario. Por infortunio, la mayor parte de los venezolanos lo único que saben hacer es trabajar, casarse y procrear hijos. Lo repito una vez más, trabajar, casarse y tener muchachos. Caen con facilidad ante la presión social del entorno, porque nadie les habló de responsables métodos anticonceptivos. La gente sólo piensa en reproducirse como una plaga de insectos carnívoros. Para esa clase de personas, el Ambiente JAMÁS será reconocido como el gran creador de la vida que viven a diario, y el auténtico Mesías que les otorga las condiciones elementales para trabajar, casarse y procrear más hijos en lote. Seamos sinceros, para ellos el Ambiente siempre será una cosa aburrida, insignificante y ridícula, porque prefieren cobrar la sabrosa quincena a fin de mes, emborracharse de cervezas los viernes y afincar el lápiz los sábados por la noche.
Quien se casa, casa quiere. De allí, que consideramos coherente crear un ministerio que obligue a tomar en cuenta la valía del Medio Ambiente, aprovechando la elocuente desesperación de la gente por tener casa propia, para seguir engendrando animalitos cada nueve meses. Por esa razón, el ministerio se refiere a “Vivienda, Hábitat y Ecosocialismo”, siendo el trinomio perfecto para establecer un desarrollo endógeno de la población, que no excluya las variables ambientales en el modo de vida que conllevan los venezolanos. Si bien el Ambiente es IRREMPLAZABLE, es preferible un ministerio distinto pero efectivo, que aquel ministerio conocido por todos, pero muy pasivo a la hora de proteger el Ambiente. Quienes piden a gritos el regreso del antiguo Ministerio del Ambiente, son los mismos hipócritas que ayer vieron caer de rodillas al Cóndor Andino, y NO lo ayudaron a levantar su vuelo hasta los confines del Universo.
La inevitable pregunta ¿Podrá el nuevo Ministerio de Vivienda, Hábitat y Ecosocialismo aplacar la crisis ambiental venezolana? El futuro es incierto, pero si se labra con buenas intenciones, el azulado cielo despejará las dudas de primavera. Ojalá y los próximos desafíos en materia ambiental que coteja Venezuela, sean el preludio de muchísimas iniciativas verdes, que ponderen el uso de energías renovables (eólica, solar, geotérmica) para realmente diversificar el marco energético, que construyan más viviendas dignas sin olvidar los necesarios Estudios de Impacto Ambiental (EIA), que germine la semilla de la Agro-ecología en los fértiles campos venezolanos, y que se consolide una verdadera praxis Ecosocialista, presta a iluminar los ojos de esperanza irradiados por la inigualable Madre Tierra.
Licenciado en Comunicación Social, Mención Periodismo Impreso. Egresado de la Universidad del Zulia en Venezuela.
carlosfermin123@hotmail.com