No fue una semana cualquiera esta que acaba de concluir. Al menos no para quienes nos hubiese gustado observar algún indicio, dentro de la oposición, revelador de un miligramo de patriotismo. Ojo: no digo socialismo, comunismo ni colectivismo. Sólo digo humilde y sentido patriotismo.
La semana voló, y dentro de ese sector no hubo una voz que condenara el delito en el que incurrió Distribuidora Herrera, C.A., descubierta por el Gobierno gracias al trabajo de inteligencia social.
Ninguno de los voceros más visibles de la contrarrevolución tuvo la gallardía de condenar la apátrida conducta de los propietarios de este galpón ubicado en el Zulia, donde incontables toneladas de alimentos estaban acaparados. El silencio sepulcral, como en otras ocasiones, fue su norma.
Para todos ellos pareció normal que 7 mil 116 unidades de leche maternizada de 400 gramos hubiesen sido ocultadas y que igual situación ocurriera con las 7 mil 188 unidades de 900 gramos. Ni una mujer de ese grupo (apelo a ellas porque por naturaleza son más sensibles para estas cosas), manifestó su dolor ante la necesidad de nuestros hijos.
Poco les afectó saber que la empresa tenía escondidos un millón 523 mil 776 unidades de pañales ni que la caleta también alcanzara 78 mil 700 toallas sanitarias.
Les resbaló. Todo les resbaló. Aún sorprende que la destrucción de la Patria esté entre sus consideraciones, con el fin de tomar el poder.
Se han animalizado. La irracionalidad se apodera, a grandes zancos, de lo poco humano que pueda quedarles. Con dolor presumo que deben ostentar el centro mundial de avaricia, traiciones y engaños. Dudo, repito que con dolor, que otra oposición sobre el planeta se les parezca. No son y nunca fueron, hijos de Bolívar.
Trabajemos para que nunca más accedan al poder. No son dignos de gobernarnos ni dirigir nuestro destino como nación.
¡Chávez vive…la lucha sigue!