Desiderátum Apureño

La Paz… ¡Nuestro Gran Desafío! (I)

Sin duda que la historia de la humanidad ha estado signada por las confrontaciones y el empeño de unos cuantos en aprovecharse y mantener subyugados a otros. La cosa seguramente comenzó cuando algunas tribus de trogloditas, particularmente los más flojos y ambiciosos, se empeñaron en apropiarse, a garrotazos y pedradas, de los recursos -y las mujeres- de sus vecinos cavernícolas; éstos últimos plantearon la defensa o resistencia y de allí en adelante nació la guerra, evolucionando en la misma medida que lo hacia la sociedad. En consecuencia es una soberana tontería decir que fulano, sutano o mengano ha sido o es el culpable de la división o la confrontación entre los habitantes de tal o cual territorio o país. Las divisiones entre la humanidad han existido y existirán siempre, al decir de un comediante, "ese es un peo histórico".

Ahora bien, así como aparecieron los belicosos, agresivos y pendencieros quienes formaban los berrinches "antier", cuando todavía éramos medio primates, hace algo así como unos 3 millones de años, también estaban los que, en contrario, practicaban la comprensión, la tolerancia y la coexistencia pacífica, buscando que predominara la racionalidad y el entendimiento en medio de tanta brutalidad. Sería por eso que mucho tiempo después, Simón Rodríguez expresó: "La ignorancia es la causa de todos los males que el hombre se hace y hace a otros".

Si nos detenemos un tantito a caracterizar la comunidad donde habitamos nos encontraremos que entre nuestros vecinos existen los colaboradores, los bonachones, algunos cuantos intro y extrovertidos y nunca faltarán los muérganos mala gente o alcahuetas, cuyas conductas son la nota de discordia; uno porque su proceder causa malestar o afecta a los demás, y lo otro porque si no son ellos son sus hijos que amargan la tranquilidad y existencia de los moradores. He aquí donde se aplica aquel aforismo popular – religioso que advierte: "de todo hay en la viña del señor". Así pues que estemos claros, las diferencias han existido siempre, pues el pensamiento y las conductas humanas son procesos complejos, imposibles de estandarizar u homogeneizar con total uniformidad.

En consecuencia, la actual situación venezolana no tiene su origen solamente en las diferencias y ambiciones por la toma del poder político, que existen entre quienes militamos en la Revolución Bolivariana y los que se integran en la MUD, si eso fuese así, los niveles de expresión violenta y asesinatos cometidos en el Golpe de Abril de 2002, las Guarimbas posteriores y los casos más recientes no hubiesen sucedido, y digo que no porque nuestra población, aún cuando tiene desencuentros, siempre ha preferido los caminos del entendimiento, pero cuando un interés foráneo mete sus manos, allí aparecen los más graves problemas. Puede resultar risible la comparación pero es algo así como cuando en un desencuentro marital se mete un chismoso o chismosa, quien apetece sexualmente a uno de los consortes en discordia: la chispa coge candela y el incendio calcina la relación mientras el tercero se aprovecha por lograr su objetivo.

En fin, para que los venezolanos resolvamos nuestros asuntos no necesitamos de la injerencia de aquellos países que siempre han logrado su imponente desarrollo a costa de subyugar los pueblos y robar los recursos de las naciones más deprimidas. Esos países jamás estarán de acuerdo en que nosotros vivamos en medio de la paz, pues si eso sucediera entonces no se pudieran ellos seguir aprovechando de los recursos, en este caso particular, el más importante: el petróleo venezolano.

Aunque exista cualquier cantidad de problemas y carencias en nuestro país y aunque las diferencias se manifiesten por el deseo de tomar el poder político, ninguna de esas circunstancias deben permitir que terceros intereses nos lleven a una confrontación fratricida entre el mismo pueblo. La Constitución Nacional tiene establecidos los caminos por donde transitar para resolver nuestros asuntos en medio de la Paz; Bolívar el Libertador, en carta del 10 de junio de 1820, a su más enconado enemigo encubierto, el general Santander, lo decía: "La paz será mi puerto, mi gloria, mi recompensa, mi esperanza, mi dicha y cuanto es precioso en el mundo". Él así lo entendía y por ello, aunque lideró la guerra, lo hizo porque el contexto histórico lo ameritaba para lograr nuestra independencia, tanto así que en la misma carta dice: "El primer día de paz, será el último de mi mando". Entonces los venezolanos de hoy tenemos como el más grande desafío, mantener la Paz y en medio de ella buscar las soluciones a nuestros asuntos internos



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Oscar Adolfo Alvarado

Licenciado. Vicepresidente del Consejo Legislativo del Estado Apure. Presidente de la Sociedad Bolivariana del Municipio Biruaca.

 desideratum_apure@yahoo.com      @oscaradolfopcv

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