Si quienes afirman lo que ahora criticamos tuviesen razón no tendrían sentido ni valor alguno los poetas y cantores, a quienes por cierto generalmente les dan piquiña los mapas, planos y cálculos fríos y enrevesados. Mayormente sueñan y sus percepciones no siempre rozan directamente la gruesa piel del lagarto. Si tuviesen razón quienes creen que toda crítica necesariamente debe estar acompañada de un proyecto, cálculos y mediciones milimétricas no hubiese poetas soñadores y, particularmente, un cantor como Alí Primera, del gusto por cierto de muchos de quienes exigen al crítico se acompañe de toda una parafernalia resolutiva, no tuviese valor alguno. Menos tendría valor aquello dicho aquí y allá con insistencia por el inolvidable Chávez, "hasta las piedras hablen". "Si se calla el cantor calla la vida, porque la vida es un solo canto".
Hoy es frecuente, en muchos espacios, que le digan a la gente, si vas a criticar, antes propón la solución. Es una poco sutil manera de decir a quien pudiera criticar que se calle, no opine; porque solo aquellos que, ante un problema, pueden elaborar una solución deben hablar. Olvidamos que los problemas mayormente los padecen quienes no necesariamente pudieran hallar la solución adecuada, sino otras personas; las más débiles. Serían estas entonces, las más de las veces, llamadas a plantearlos, porque los sufren.
No obstante, toda crítica envuelve una propuesta. Si opinas sobre el mal funcionamiento de algo, ya estás proponiendo se corrija. Es posible que personas no tengan la propuesta adecuada para resolver un problema pero hasta por la misma piel perciben que este existe y es necesario abordarlo. O no es difícil, porque les atañe, es su problema, que los seres comunes lo detecten, cuando otros no, porque no es suyo, y el sólo señalarlo supone una proposición. De manera que no hay denuncia, crítica, observación sobre un asunto que no vaya aparejado con una proposición.
Si los seres humanos tuvieran que abstenerse de hablar, criticar sobre los asuntos que les conciernen y afectan porque no tienen un proyecto elaborado, parece que de eso es de lo que se trata, la sordera del Estado y las personas responsables de los mismos aumentaría. En ese caso, estos se escudarían "en la incompetencia de la gente" para criticar para no hacer nada. Si no me quejo por la inflación, por la inoperancia de la policía en cualquier entidad federal, gobierne derecha o izquierda, porque no tengo una proposición técnica para abordar esos asuntos y esto me inhabilita como ciudadano y persona acosada por ellos, soy de paso responsable de los mismos; no quienes los generaron o son responsables directos y deben resolverlos o minimizarlos.
Estas cavilaciones vienen a cuento porque, como es habitual, hoy casi al mediodía, por una radio de la red estatal de radiodifusión, un par de jovencitos se hacían eco de esa consabida y repetitiva frase. Es su trabajo, abordado justamente de manera acrítica y en un ejercicio de solidaridad mal entendido. Pero sucede que ese mismo discurso lo pronuncia la derecha en sus espacios y en donde los problemas son de su directa competencia.
"Si no tienes una propuesta a mano no critiques". "Antes de hablar elabora tu proposición para resolver el problema", decían los dos muchachos de ambos sexos y mutuamente se felicitaban por tener en la mano "la bolita del mundo" o "el rábano por las hojas".
Lo contradictorio de este juicio, el de los muchachos de la radio aludidos, es emitido supuestamente desde la perspectiva de la izquierda venezolana, echando por tierra aquella audaz y bella prédica del "zambo de Sabaneta" que decía "hasta las piedras hablen".
Entonces para hablar, opinar y criticar algo desde la óptica que "hay que cambiar", es necesario tener todo un proyecto a mano; "elaborado y sellado", como decían los cieguitos que vendían cuadros del cinco y seis.
Así la crítica estaría vedada a la "gente de a pie", al "pata en el suelo" y solamente podrían opinar los ilustres, los capaces de elaborar planos, determinar la acimut y saber exactamente por dónde le entra el agua al coco.
Entonces no vale quejarse de la inflación, discrepar de las políticas económicas, así tu sueldo no te alcance para mucho, si no tienes a mano un elaborado plan para abordar ese asunto.
"¡Cállate! ¡Deja eso en manos del Estado y sus lumbreras!".
De paso "atente a las consecuencias".
Lo lamentable es que estas lumbreras no saben cuán duro muerde la inflación, para ellas es sólo cuestión de cifras y barras pintadas en una cartulina.
Si lo pensamos bien, es una actitud o idea proveniente de la derecha, y esta como dijimos, la usa en abundancia, pues no reconoce el derecho a opinar de la gente común; lo que implica negarle la crítica, el no estar de acuerdo, lo que de por sí ya es una propuesta, al humilde hombre quien por el solo existir, tiene ideas de las cosas. Lo que la derecha, las clases dominantes no le reconocen al pueblo es su derecho a quejarse, por lo que para ejercerlo no necesita tener a mano un proyecto expuesto en un plano o manuscrito. Pero en la derecha eso es común, como lo es en quienes no siendo de derecha o no proceder de ella, llegan al refocilamiento o mejor al burocratismo.
Está bien tal procedimiento cuando tratamos con técnicos, expertos que están en capacidad de acompañar sus críticas con las adecuadas soluciones. Además, se les paga no únicamente para detectar y racionalizar problemas sino para elaborar soluciones y patentizarlas. El empresariado, suele exigir a sus gerentes, que antes de acercárseles a enunciar una crítica o falla en el proceso productivo, deben traer la respectiva respuesta a fin de ganar tiempo y ahorrar recursos. Además es su área de trabajo y responsabilidad específica; nadie mejor que ellos para eso. Pero si extiendes a la sociedad toda y su informalidad operativa tal concepción estarías negándole a la gente su derecho a opinar, lo que implica restarse millones de ojos y conciencias que otean en todos los espacios y lo que es más, mutilando eso que Aquiles Nazoa llamó "las fuerzas creadoras del pueblo".
Sería maravilloso que cada ciudadano elabore una propuesta ante todo lo que critica, pese al engorro que eso podría significar, pero establecer ese proceder como una condición para el ejercicio de los derechos ciudadanos, estaríamos contraviniendo hasta los deberes de las gentes y las prédicas de Chávez. Pero lo que es peor aún, negarle a un revolucionario el derecho a la crítica es cortarle alas a las mariposas.
Se trata de un proceder que en ciertos espacios es útil para ganarle tiempo al tiempo, habiendo voluntad, pero la constante prédica, de si no tienes a mano una propuesta elaborada no critiques, no es más que una práctica destinada al anquilosamiento de la gente toda, empezando de quienes la promueven. Es hasta una contravención del derecho a opinar.