Cada 17 de mayo se celebra el Día Mundial del Reciclaje, una fecha ecológica que invita a reflexionar sobre la crisis ambiental que ostenta el planeta Tierra, debido a la negativa del pueblo en reducir el consumismo, reutilizar la empatía y reciclar la conciencia.
Por eso, quiero que usted conozca a los miembros de la gran Familia Primate, quienes viven en la localidad fronteriza de Santa Elena de Uairén, ubicada en el estado Bolívar dentro del territorio venezolano. Es una de las familias más odiadas, envidiadas y vilipendiadas por el resto de los ciudadanos de Venezuela.
Acompáñame a descubrir los motivos que generan la rabia de los venezolanos, en contra de la hermosa y pacífica Familia Primate.
Conozcamos al chimpancé Alejo, quien es el padre de familia y el protector de la guarida donde vive su descendencia. Siempre reutiliza la cáscara de las miles de bananas que come a diario. No las bota en la calle. Con dichas conchas de plátano, Alejo amortigua la piedra en la que descansa todas las calurosas tardes.
La mona Alicia, es la esposa de Alejo y se dedica a las labores domésticas. Ella siempre recolecta las hojas secas de los árboles, para construir adornos artesanales que embellezcan la flora de su hogar. Alicia es una exitosa ama de casa, que tiene bien contento a Alejo por su dedicación, esmero y sacrificio.
El orangután Basilio, es el hijo mayor de la familia Primate. Él colecciona todas las semillas de frutos secos que consigue en la tierra, esperando alcanzar una buena cosecha para el consumo y disfrute de toda su manada. Basilio sabe que la temporada de sequía complica la obtención de alimento, por lo cual adoptó el espíritu agroecológico que lo mantiene con la barriguita llena.
La gorila Paola, es la hija consentida en casa de los Primates. Ella siempre espera los aguaceros de la sabana, para reutilizar el agua de lluvia que se filtra en sus cuevas. No pierde ni una gota del vital líquido. Paola hierve y comparte el agua con otros seres vivos, que mueren de sed y hambre a su alrededor.
El mandril Tenorio, es el abuelo de la familia Primate. Él siempre recolecta los troncos quebrados y la madera vieja de los árboles, para construir novedosos juegos didácticos que entretengan a sus nietos. Tenorio pasa tiempo de calidad al aire libre con su querida familia, y les brinda palabras de sabiduría, experiencia y paz.
Tras conocer a los miembros de la ecológica Familia Primate, nos preguntamos ¿Por qué no imitamos el modo de vida de Alejo, Alicia, Basilio, Paola y Tenorio? Si los chimpancés, las monas, los orangutanes, las gorilas y los mandriles, son felices reciclando todo lo que consumen a diario ¿Por qué nosotros no podemos hacerlo en nuestras casas y oficinas? ¿Será que hasta los animales son más inteligentes y más conservacionistas que la gente verde y silvestre? ¿A qué le tenemos miedo?
Cuando se trata de reducir los índices de contaminación ambiental y fomentar la práctica de la Cultura del Reciclaje, los latinoamericanos sufrimos de un continuo bloqueo mental, que nos impide asumir la responsabilidad de proteger los recursos naturales del Medio Ambiente, y generar respuestas positivas de cambio a favor del saturado planeta Tierra.
La sistemática indiferencia ecológica en América Latina, permite que los latinoamericanos produzcan de 0,7 a 1,3 kilogramos de basura a diario, por lo que cada 24 horas se originan más de 500 mil toneladas de desechos sólidos, que termina promediando casi 200 millones de toneladas de residuos anualmente. De esa trágica cifra, se recicla menos del 15% de los materiales orgánicos e inorgánicos que se descargan en los vertederos de basura a cielo abierto, los cuales acumulan, queman y contaminan toda la desidia ambiental, ocasionada por la ignorancia de los más de 600 millones de latinoamericanos que atiborran las calles de nuestra capitalista geografía.
En anteriores artículos publicados en Aporrea, ya habíamos analizado estadísticamente el flagelo de la basura en Venezuela. Pero debido a que la estupidez humana es MUY contagiosa, adictiva y omnipresente, decidimos englobar el escollo socio-ambiental en toda América Latina. Creemos que el arsenal de vidrio, papel, cartón, plástico y metales del todopoderoso Homo Sapiens, está siendo tirado con precisión quirúrgica en las principales calles, plazas, avenidas, aceras, playas, ríos, lagos y mares de nuestro continente.
Justo ahora que usted lee con detenimiento mi escrito periodístico, las personas de carne y hueso están destruyendo los ecosistemas de sus países, arrojando toneladas de basura en el entorno natural circundante. Quizás usted venga contribuyendo a extinguir la vida de la ecológica Familia Primate. O tal vez quiera que yo le meta una escopeta dentro de su boca, y presione el gatillo en caso de continuar rechazando el arte del reciclaje.
La historia es muy fácil de explicar. La señora María sufre de constantes ataques de pánico, por lo que al ver que el camión del aseo urbano no llegaba a su residencia, decidió botar las tres botellas de Coca-Cola en el terreno baldío ubicado frente a su casa. Ella NO sabía que estaba siendo espiada por el señor Juan, quien aparte de ser su vecino, también se acercó al terreno y desechó los cartones de huevos que compró la semana pasada en el supermercado. Mientras eso ocurría, la hija del carnicero Astolfo pasaba frente al terreno, y aprovechó la oportunidad para lanzar los envases de la mayonesa, de la mantequilla y del aceite vegetal. Cuando se estaba alejando del famoso terreno, le silbó con desesperación su amigo Pablo, para que le ayudara a depositar y a quemar todos los periódicos orinados por su perro enfermo.
En un abrir y cerrar de ojos, la gente construyó su propio vertedero de basura a cielo abierto, el cual demuestra la victoria suprema del pueblo bien organizado. ¡Felicitaciones!
Fue por tanta vagabundería de la Sociedad Moderna, que la cal, el aserrín y la arena, no pudieron ocultar las prolongadas grietas del extinto Jardim Gramacho, que vivió más de 30 años soportando la extrema negligencia carioca, y pronosticó la imparable crisis ecológica del actual siglo XXI.
Es obvio que la política ambiental vigente en Latinoamérica, coexiste con el mal olor, con las ratas, con los cerdos, con las moscas, con los gusanos, y con el metano que habita debajo de las capas de basura en La Ciénaga, en El Rodeo, en La Bonanza, en Yotoco, en Villa Hayes, en Norte III, en La Esmeralda, en La Chorrera, en El Milagro, en Cerro Patacón, en San José, en La Cañada, en Zona 3, en Las Iguanas, en Santiago Poniente, en Doña Juana, en Atiquizaya, en Huajara, en Yopal, en Los Pinos y en el resto de los laberintos de aniquilación ambiental, mejor conocidos como rellenos sanitarios, vertederos o botaderos de basura.
El reciclaje requiere de un trabajo mancomunado entre los organismos públicos, la empresa privada y las ONGs, para cumplir con la sinergia ambiental de la regla de las 3rs (reducir, reutilizar y reciclar). Aquí NO funciona el individualismo, la hipocresía y el burocratismo. Sin embargo, en los países latinoamericanos el ámbito político se encarga de condicionar toda la peste que menosprecia, soborna y destruye el interés conservacionista de ayudar sin pedir nada a cambio.
Estamos resintiendo el déficit de programas ambientales que realmente valoricen la recuperación y la reutilización de la basura doméstica e industrial, porque los regímenes gubernamentales dependen de la Cultura del Consumo, del Derroche y del Descarte, para maximizar el grado de felicidad, confort y placer de sus engreídos habitantes. Aunque nos duela reconocerlo, si nuestros compatriotas latinoamericanos no son amenazados con el pago de unidades tributarias, con muchísimas horas de servicio comunitario, con la privación de libertad o con cualquier otra artimaña legal, pues nunca van a formar parte de la consecuente cadena del reciclaje.
Gran parte de las toneladas de la basura latinoamericana NO es biodegradable. La obsolescencia programada de la Madre Naturaleza, puede tardar de 5 a 1000 años en degradar todo el plástico que se mezcla con tintas artificiales, aluminios, resinas sintéticas, escombros de la calle y pulpa de celulosa. Por eso, mientras esperamos el lanzamiento del nuevo Iphone, del nuevo Galaxy, de la nueva Macbook, del nuevo Android y del nuevo Xperia, podríamos visitar alguna región de los ancestrales pueblos originarios, para pedirles perdón de rodillas a cada uno de nuestros hermanos indígenas, quienes son los más perjudicados por la sobreexplotación de los recursos naturales y por la quema de combustibles fósiles (petróleo, gas y carbón), que va deforestando, contaminando y arrasando con la nobleza de los más inocentes.
La culpa no es de los chilenos, de los mexicanos o de los brasileños. Tampoco de los venezolanos, de los argentinos o de los ecuatorianos. Ni mucho menos de los colombianos, de los peruanos o de los bolivianos. Todos pero absolutamente TODOS los latinoamericanos, somos culpables del gran ecocidio protagonizado en el siglo XXI. Estamos ciegos, sordos y mudos, porque no recibimos clases de Educación Ambiental en nuestro proceso de aprendizaje escolar. Los profesores nos llenaban el cerebro con palabras en Inglés, con cálculos de Álgebra y con frases de Filosofía, pero nunca nos enseñaron a clasificar los residuos del desayuno, a reutilizar la tiza del pizarrón y a reciclar los hematomas del recreo.
Demuéstrale al Universo que no eres un chimpancé, una mona, un orangután, una gorila y un mandril. ¡Ponte las pilas! El hijo pródigo jamás le da la espalda a la Pachamama. Vuélvete un enloquecido fanático del reciclaje. Hermanos y hermanas, recorran los caminos de la vida reciclando las tapitas de las cervezas, los rollos del papel higiénico, los potes del champú, los envoltorios de las frituras, las pilas alcalinas, las bolsas de plástico, las revistas, los discos compactos rayados, las latas de refrescos, las telas desteñidas, y cualquier otro material de uso cotidiano.
¡No seas flojo! Averigua con ganas en tu localidad, y ubica un centro de acopio o planta de reciclaje, para que traslades toda la basura recolectada y clasificada con anterioridad, y ayudes con la bendita preservación del Medio Ambiente. Si no lo haces por voluntad propia, seguro que la escopeta te hará cambiar de opinión.
Es imposible afirmar que en Venezuela se practica el Ecosocialismo, porque el reciclaje es la clave de cualquier proceso ecosocialista. Ni siquiera podemos decir que Venezuela se encuentra en pañales en materia de reciclaje, porque ni siquiera se reciclan los pañales desechables de los sucios niños venezolanos. Ya pasaron más de 15 años revolucionarios, y el reciclaje en Venezuela se quedó sin fiesta de cumpleaños, sin Vals, sin torta, sin velitas, sin amigos, sin regalos y sin comandante.
Ya basta de infructuosos planes pilotos, de corruptos acuerdos bilaterales y de trilladas charlas dictadas el 17 de mayo, que jamás obligan a practicar el Conservacionismo. El libre albedrío del híper-consumismo, ahoga con tanta basura a la aguerrida Familia Primate. Ojalá que podamos encontrar la llave y desbloquear el reciclaje en Latinoamérica, para que ya no sea un tema tabú, una piedra en los zapatos, o una mancha de sangre que germina en lo más profundo del bosque.
Este artículo de opinión publicado en Aporrea, es una versión especial del informe "El problema de la basura en las calles latinoamericanas". Desde nuestro cibermedio Ekologia.com.ve usted puede acceder a más contenidos ambientales, y ayudarnos a construir una Venezuela 100% ecológica, llena de hombres y mujeres comprometidas con la tarea del reciclaje.