La época de la polución

Es cierto que la enfermedad en estado terminal del planeta Tierra, no se puede curar con el puño y la letra de las palabras, pero tampoco hay antídotos de júbilo en los árboles de la Naturaleza, para que los cuidados paliativos eviten la furiosa reacción en cadena.

El glaucoma que sufren los ojos de nuestra querida Pachamama, se recrudece con la mejor fotografía de aquellos sueños rotos, que retratan la gran destrucción ambiental inmortalizada por la codicia de la Humanidad.

Nuestra demoníaca visión periférica, siempre desenfoca el drama que ostentan los recursos naturales, ante el caudal de intolerancia que dicta el camino anti-conservacionista de la Sociedad Moderna. La longeva artillería pesada de las transnacionales, estimula el placer de aniquilar los ecosistemas en América, Europa, Asia, África y Oceanía.

Quizás las lenguas sean venenosas, pero el diafragma siempre abre la puerta del ecocidio global. Acentuamos un estilo de vida altamente tóxico, para conseguir la paz verde del Universo. Somos falsos poetas naufragando en altamar, hasta que el océano de Poseidón se libere de los ácidos de Barbarroja.

La historia de sangre en contra de la Madre Tierra, se escribe con un millardo de piratas capitalistas, que imaginaron hallar el mapa del tesoro foráneo, oculto en las profundidades de la Atlántida. En medio de la tormentosa batalla naval, los piratas se aliaron con las fuerzas de Leviatán, Kraken, Hidra de Lerna y Mákara.

Los monstruos marinos pronosticaban el fatal destino de las ondinas, que no podían zafarse del implacable garfio en manos de Caín.

Pidiéndole al cielo viento a favor, la tempestad de los piratas seguía carcomiendo la esperanza de los más inocentes. El llanto del niño reflejaba el miedo del abuelo. Una gota de sabiduría con un perdón de rosas, acabaría con el martirio de los serafines, querubines y tronos.

Pero la lucha de poder que nació del cordón umbilical, no tuvo la suficiente valentía para apaciguar el dolor de los jóvenes haitianos. Devastamos la sonrisa del sagrado mulato, navegando de madrugada sin un rumbo ecológicamente sustentable. Quedamos estancados en las genocidas lágrimas del Tío Sam, que jamás se cansa de comprar, vender y canjear a sus multiculturales esclavos.

Ese ejército de esclavos industrializados, se queda calladito y obediente en la comodidad de sus hogares, viendo televisión basura, bebiendo cervezas, y reproduciendo la semilla transgénica de vivir por vivir. Es la irresponsabilidad ambiental en su máximo apogeo. No hay huella de carbono que justifique el gran borreguismo, conllevado por la raza humana del siglo XXI.

Las agujas en el etéreo reloj del tiempo, siguen confiando en que recorreremos su ancestral Camino de Santiago. Por eso, cada día nos regalan 24 horas, 1.440 minutos y 86.400 segundos, para que despertemos de la pesadilla consumista del ecocidio, y podamos caminar sin temor por la hechizada travesía de Gaia.

Sin embargo, un indiferente pestañeo se encargó de agravar el panorama ambiental, que sacude los cimientos del colosal planeta Tierra. Solo vemos a hombres y a mujeres llenas de resentimiento, egoísmo e ignorancia, completamente negadas a frenar al toro por los cuernos, y regresarle un poquito de arena al salero.

Por eso, la amarga experiencia ecológica que llora a mansalva, no puede ser revertida con la simpleza de un acento prosódico. Se requiere de voluntad, compromiso y fortaleza holística, para gritar nuestro desconcierto alrededor de los cuatro puntos cardinales.

No es tarea fácil ser escuchados, porque la plata siempre se atraganta en la garganta de los más débiles, y si esos débiles no digieren el sadismo corporativo del todopoderoso Dios Dinero, pues la indigestión continuará magnificando el fuerte daño ambiental del orbe.

Con el fin de aliviar las cicatrices de la Pachamama, creemos que la Educación Ambiental es la clave para escapar del holocausto universal. Ya sea reciclando los materiales orgánicos e inorgánicos, disminuyendo el consumo de energía eléctrica o ahorrando litros de agua potable, es importantísimo rescatar las nociones básicas que apunta el conservacionismo.

En la medida que seamos conscientes de los deberes y derechos que aguarda el planeta Tierra, pues tendremos el gran valor ecológico inculcado en nuestras vidas, y así podremos compartir el conocimiento adquirido con los familiares, amigos, colegas y vecinos, que integran la comunidad donde vivimos.

Pero surge la inevitable pregunta ¿Quiénes están dispuestos a recibir y a compartir el gran valor ecológico? ¿Será la gente que no puede vivir sin tomarse un selfie con el celular? ¿Será la gente que se inventa una vida perfecta a través del Facebook? ¿Será la gente analfabeta que jamás leerá nuestro artículo de opinión?

Aunque nos duela reconocerlo, el Mundo está lleno de personas idiotizadas que fingen no saber leer ni escribir, cuando se les obliga a meditar y a preservar las riquezas de la Tierra. Les da flojera reactivar las neuronas de sus cerebros, y pensar un poquito en el bienestar del planeta.

Procrean uno, dos y tres hijos biológicos, para rendirle tributo a la gran presión social, pero nunca reflexionan sobre el presente y el futuro de las ciudades polucionadas, que con muchísima mala suerte recibirán sus enfermos retoños.

Así funciona nuestro Mundo. Hoy por mí, mañana no me importa.

No es posible erradicar el olor de la miseria espiritual, hasta que los soldados del ejército capitalista, recobren la gracia salvadora de la vida. El día que vuelvan a respirar, que vuelvan a soñar y que vuelvan a pensar, podrán entender que la biodegradación de la Madre Tierra, es un proceso irreversible a nivel mundial.

Dicen que los agujeros negros oyen pero no escuchan. El mismo dilema ocurre con el discernir de la Humanidad. Su extrema perversión en contra de las leyes de la Naturaleza, sigue bloqueando el glaucoma de su propia auto-destrucción.

En la actualidad, se sabe que la chatarra espacial se eleva a un ritmo peligrosamente acelerado. No es casualidad que la basura espacial ya superó los 16.000 escombros, los cuales se encuentran orbitando en las misteriosas fronteras terrícolas, gracias a la explosiva guerra de los satélites, de los cohetes y de la hambrienta materia oscura.

Siempre nos hemos preguntado ¿Por qué la Tierra es el único planeta del sistema solar que alberga vida? El saldo de vida en la Tierra incluye a más de 5.000 mamíferos, 10.000 aves, 29.000 peces, 950.000 insectos, 300.000 plantas y 8.000 reptiles, que apenas representan una porción de las millones de especies descubiertas y por descubrir.

Lo insólito, es que en Júpiter, Marte, Venus, Saturno, Urano, Neptuno y Mercurio, el saldo de vida comprobado ofrece un lacónico 0. No hay ni un mosquito volador, ni una flor germinando, ni una araña tejiendo su telaraña.

Una nueva interrogante ¿Por qué la repartición de vida fue una tómbola tan injusta en nuestra galaxia? En la Tierra sobran los corazones de flora y fauna, pero en los demás planetas no se palpita nada de nada.

Pese a que fuimos bendecidos por la Vía Láctea, las salvajadas tecnológicas creadas por el déficit de atención que sufre el Ser Humano, nos mantienen presos dentro de un vacío existencial lleno de redes inalámbricas, electromagnetismo y radiación lumínica, que tarde o temprano, complicará la mágica sincronía y el amor sideral entre el Sol y la Luna.

Si un tercero irrumpe en la relación de dos, se pone en riesgo la confianza, el respeto y la seguridad de la pareja. Si el tercero en discordia solo desea arruinar el infinito amor de esa pareja, entonces habrá que custodiar el brillo de las estrellas del Cosmos.

Resulta muy difícil custodiar el brillo de esas estrellas, porque siempre financiamos el polvo anglosajón de la supernova. Nos insultamos, nos violentamos, y nos matamos. A veces soñamos despiertos huyendo con prisa del planeta Tierra, para que la sinceridad de nuestra genuina prosa, NO siga siendo taladrada por toda la mediocridad que nos venden a diario.

Esa mediocridad tiende a volverse pegajosa, viciosa y religiosa. No conoce de límites. El conformismo nunca puede romper el silencio de sus padres, pero siempre puede salinizar el agua dulce, contagiar el virus de la inmunodeficiencia humana, reventar los tímpanos con el humo del tubo de escape, descolorar la luz del majestuoso arcoíris, oprimir el trinar de los pájaros otoñales, menguar la brisa del solitario en Alcatraz, y apoderarse de lo desconocido.

Dicen que después de la tempestad siempre llega la calma, pero qué hacer cuando lo que llega es muchísima más tempestad al horizonte.

Es lamentable saber que el primer cuatrimestre del 2015, fue el período más caluroso de la Tierra desde el año 1880. Es escalofriante saber que existen más de 5 billones de partículas de plástico, robándose el azul eléctrico de los desenchufados océanos. Es indignante saber que la concentración global de dióxido de carbono (CO2) en la atmósfera, superó las 400 partes por millón durante el mes de marzo del 2015, siendo un terrible récord que demuestra el descontrol en la emisión de los gases de efecto invernadero.

Aumentan los grados de temperatura, la resaca de los polímeros, y la quema de combustibles fósiles. Se incrementan las épocas de sequía, los incendios forestales, y la desertificación de los suelos. Aumenta el consumismo, los safaris y el capitalismo. Se incrementa el deshielo ártico, la extinción de leones, y las páginas del obituario. Aumenta la envidia, el vacilón y la impunidad. Se incrementan los golpes de estado, los toques de queda, y la esclavitud mental.

No obstante, la cabalgata del ecocidio se agudiza en los senderos de América Latina. Una hermosísima región consagrada por los dioses del Olimpo, pero masacrada por los gorilas con billete que abundan de norte a sur. El resultado de la trágica invasión extranjera, de la vagabundería de los gobiernos de turno, y del clásico analfabetismo de la gente, se paga con una serie de problemas socio-ambientales latentes, que retumban en todos los territorios latinoamericanos.

El problema que enfrentan todos los países de Latinoamérica, es un tema realmente espinoso, prohibido y evadido. Es el más impopular de los ecocidios cometidos a diario. Un tabú que siempre recibe 0 like, 0 tweet, 0 share, 0 visitas y 0 respuestas. A nadie le gusta seguirlo, nadie lo comparte y nadie lo viraliza.

Hoy nos atrevemos a revelarlo. El problema se llama la BASURA. El gran inconveniente mayúsculo de las naciones latinoamericanas, que todos intentan minimizar en letritas minúsculas. Sabemos que es un pecado escribir sobre el flagelo de la basura, pero cada año producimos más de 200 millones de toneladas de desechos sólidos, que terminan polucionando las calles, las playas, los ríos, los lagos, los parques, las plazas, los bosques y las carreteras de Vespucio.

Es obvio que el mal oliente Sol, no se puede tapar con un simple dedito.

Hace poco leíamos la inspiradora historia de "Copito", el primer perro que fue proclamado "recolector honorario de basura" en Chile, y que con su meritorio chaleco reflectante cubriéndole el pelaje, se dedica a recorrer las calles de Purranque junto a los funcionarios municipales, con el único propósito de recoger las montañas de basura que lanzan los chilenos.

Nos preguntábamos con asombro ¿Por qué si un perro aprendió a cuidar el Medio Ambiente, los Seres Humanos somos incapaces de recoger la basura y fomentar la Cultura del Reciclaje? ¿Será que Copito es muchísimo más inteligente que nosotros? ¿Por qué es tan difícil ser empáticos con la salud del planeta Tierra?

La basura pica y se extiende en los trayectos de Colón. Y no solo abarcamos la basura en estado sólido, sino también la polución mental que demuestran algunos enfermos. Tenemos el triste caso de Jadson James Franca, un recolector de basura en Brasil que atropelló, arrastró y tiró a un perro callejero, dentro del camión compactador del aseo. El perrito llegó con las patas rotas y agonizando hasta el vertedero, donde finalmente murió por las criminales lesiones recibidas, con la total alevosía carioca.

Es una verdadera calamidad que en pleno siglo XXI, se sigan utilizando "animales de carga" como caballos, mulas y burros, para cumplir con la recolección de basura en varios pueblos latinoamericanos. Abundan los llamados "carretoneros" que maltratan físicamente a los mamíferos, aprovechando que los malditos gobiernos se lavan las manos, y facilitan la desidia ecológica urbanizada.

Idolatramos con basura el milagro fortuito de la vida, y demostramos la victoria de la inconciencia ambiental ciudadana.

Si la gente continúa lanzando basura en las calles, deberíamos viajar hasta San Nicolás de los Garza (México), para que con un enorme cartel puesto en la calle, y con un pecho de vergüenza que dice "Detenido por cochino", se exhiba públicamente el rostro, el nombre y la desfachatez de cualquier persona, que reincida con la mala disposición de residuos en los espacios públicos aztecas.

Una costosa pero acertada estrategia ambiental, que ataca el vanidoso ego de la sociedad civil. La primera víctima de la reprenda fue Jaime Antonio Molina Martínez, quien ya es famoso en Nuevo León por su espectacular letrero a full color, que simboliza su cochina apatía en detrimento del Medio Ambiente, y la falta de conservacionismo que adolecen los ciudadanos latinoamericanos.

Si los individuos que contribuyen con la acumulación de basura en sus localidades, son juzgados como infractores o delincuentes ante la ley, es muy probable que se inhiban de contaminar los paisajes naturales en sus entornos, por el miedo a ser la comidilla del chisme que consume la muchedumbre.

Creemos que la iniciativa ecológica en San Nicolás de los Garza, es un ejemplo digno de alabarse en América Latina, pues se entendió que los abusos ambientales cometidos en las calles, son delitos que deben ser condenados en flagrancia, buscando enjuiciar con celeridad al involucrado, ponderando el sentido de pertenencia, y mejorando la sana convivencia de la colectividad.

Dicen que no hay señales positivas de cambio en el planeta Tierra, porque la Ecología no genera contratos multimillonarios para los bolsillos del Diablo. Pero si utilizamos la creatividad, la motivación y la solidaridad, seguro que venceremos a los falsos profetas y a sus falsos aforismos.

Nosotros seguiremos denunciando la barbarie ambiental del siglo XXI, y rezaremos para que los girasoles nunca sufran torticolis.



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Carlos Ruperto Fermín

Licenciado en Comunicación Social, mención Periodismo Impreso, LUZ. Ekologia.com.ve es su cibermedio ecológico en la Web.

 carlosfermin123@hotmail.com      @ecocidios

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