Cuando Rómulo Betancourt, finalizando la década del sesenta, impuso a los venezolanos aquel "paquetazo" que entonces llamamos "Ley del hambre" y en el segundo gobierno de CAP "paquete neoliberal", las mismas medidas que Macri, el candidato opositor promete a los argentinos, sólo que lo hace en plena campaña electoral, las multitudes recorrían las calles bajo la consigna de "Renuncia Rómulo". El entonces presidente, Betancourt, repetido para evitar equívocos, lanzó la policía a reprimir sin recato alguno bajo la célebre orden de "disparen primero y averigüen después". Aquella conducta, aparte del interés presidencial de agradar a los gringos quienes pese todo todavía no le tenían en mucha estima y confianza, también estuvo determinada por el gigantesco ego del personaje, lo que equivale decir también una descomunal soberbia y desconocimiento del derecho de la gente.
Aquella consigna se hizo tan popular que, quienes se ocupaban de pintarla clandestinamente en las madrugadas, apenas escribían "RR", porque el régimen – aquél si le calzaba bien la palabra – suspendió las garantías y entonces, hacer aquello era un delito que se pagaba con cárcel y hasta con la vida, como el caso de aquel jovencito de apenas 16 años, llamado Enrique Rodríguez, a quien la policía de Betancourt, aquí mismo en Puerto La Cruz, acribilló a balazos por la espalda cuando apenas había escrita la primera R. No obstante, al ver las dos RR, de pintores de ellas con demasiada suerte, todo el mundo sabía que significaba.
Después de aquella respuesta obstinada y tan despreciable a quienes le pedían la renuncia, no habíamos visto jamás una actitud más egocéntrica tan llena de soberbia y hasta rencor, en cuanto a alguien a quien le solicitan la renuncia, como la de Noel San Vicente, el todavía Director Técnico (¿?) de la Vinotinto.
Esta noche, he escuchado a comentaristas deportivos que coinciden, pese a que algunos no lo expresan de manera categórica, ¡vaya a saber usted por qué!, en creer que San Vicente debe irse. Alegaron lo que casi todos creemos, no ha sido capaz de generar una forma de juego inteligente y efectivo, pese a tener en sus manos una cantidad de jugadores de gran calidad, como no soñaron Páez y Farías. Esos mismos comentarios toman como referencia los atroces resultados de los últimos cuatro juegos, los relativos al inicio de las eliminatorias suramericanas para el mundial Rusia 2018. Pero si tomamos en cuenta los juegos de exhibición desde que se encargó de la selección, donde compitió con varios equipos de baja clasificación mundial y los resultados de la reciente copa suramericana, el balance San Vicente es más que desastroso, pero también lo ha sido decadente.
Antes de empezar este cuarto partido de la eliminatoria, buen número de venezolanos pensábamos que, de darse un resultado como el que se expresó en el juego de esta tarde frente Ecuador, San Vicente debía renunciar. No sólo por perder, ponernos a punto de ser eliminados tempranamente sino que el futbol venezolano, el crecimiento de la Vinotinto, que nos venía llenando de orgullo, con este entrenador se vino al suelo.
Muchos periodistas y otra gente ligada al futbol, pese los valores de Richard Páez y su enorme aporte al resucitar de ese deporte en Venezuela, se encargaron de tirotearlo en los momentos de dificultades, utilizaron la presencia de su hijo en el cuadro Vinotinto para desacreditarle y acusarlo de preferencia hasta que lograron sacarlo. A Farías, cuando entró en una etapa de decadencia o habiendo llegado a su máximo nivel de rendimiento, también le hicieron la vida imposible y aprovecharon sus debilidades comunicacionales, irascibilidad, hasta como mala educación y poca tolerancia, para imponer su salida. Aunque es verdad que, César Farías, quien solía mostrarse soberbio, poco dado a reconocer errores de él mismo como entrenador y de su equipo.
Pero Farías, como Richard Páez, quien siempre se mostró humilde, nunca justificaron una derrota por la actuación de sus jugadores. Siempre la asumieron como suya y en eso fueron respetuosos y humildes.
San Vicente es otra cosa. Desde que se encargó de la Dirección Técnica de la Vinotinto no sabe qué hacer con la gran cantidad de buenos jugadores que tiene a su disposición, ni darle sentido colectivo a los hombres que entran a la grama. En el juego de San Vicente, eso lo dicen expertos que por años en radio y televisión han trabajado el tema, pareciera no haber orden, sentido ni concierto alguno. Hasta el estado de ánimo de los muchachos pareciera haber decaído.
Pero después de la vergonzosa derrota ante Bolivia de 4 por 2, un equipo que estaba ubicado por debajo de Venezuela, lo que pudo ser más, San Vicente disimuladamente culpó a los jugadores del resultado. No sólo en Páez y Farías escuchamos jamás eso, sino en ningún entrenador o Director Técnico de Selección nacional alguna.
El juego frente a Ecuador fue la misma versión. Un equipo sin ideas, liderazgo, defensa y ataque. Jugando a la buena de Dios o "inspirados" en aquello tan simple que le decían a uno en la niñez, quienes mal fungían de técnicos, a la hora de salir en el primer tiempo y luego en el segundo, por toda indicación, ¡vamos muchachos, échenle bolas!
Pero lo peor de todo es que cuando San Vicente, después de dejar esperando por largo tiempo al público y periodistas, para escuchar sus razones y hablar de su renuncia ante aquel desastre y retroceso descomunal, optó como lo hizo Betancourt, que no piensa renunciar y además de "unos goles de regalitos" y otras nimiedades que implican un volver a echarle la culpa a sus "dirigidos". Hasta se quejó que carecía de respaldo.
El bajo rendimiento de la selección nacional bajo la conducción de San Vicente, de un equipo lleno de jugadores de alto nivel, que como dijimos antes no los tuvieron Páez y Farías, por lo menos en esa cantidad, ya habla de una deficiencia inherente al equipo técnico. Pero las expresiones del Director al mando, hablan de falta de liderazgo y su soberbia que no le induce a renunciar porque no es de él la culpa, sino de los jugadores, han hecho que "el pueblo venezolano lo haya renunciado" y obligan a la Federación respectiva a pedirle que lo haga o en última instancia ponerle a un lado porque es elemental que así no vamos a levantar la cabeza, ánimo de jugadores y menos de la afición. De todo lo dicho por San Vicente se pone de bulto que aparte de la profunda frustración que le afecta, hay también muy mala relación y baja estima dentro de la selección en este momento, por culpa de la incompetencia para integrar, unir y entusiasmar.
Entones, si San Vicente no renuncia porque según él, la culpa es de los jugadores, que la Federación Venezolana de Futbol (FVF) lo renuncie.