Yo he sido un crítico de algunas posturas del presidente Nicolás Maduro desde que recibió el poder, una vez elegido por el pueblo chavista, a pedido del presidente Hugo Chávez. Su vocabulario inoportuno y lleno de baches. Su continua aparición en cadena de televisión. Esa manía en querer parecerse a su antecesor: bailes con Cilia, su esposa, y ahora cantos destemplados. El querer ser el novio de la madrina y el cuarto bate del equipo. En sus apariciones en la televisión, declara, confunde y no permite que los funcionarios a quien le corresponde lo hagan. Y mejor paro este rosario.
Nadie es perfecto. Hasta los presidentes meten la "pata" de vez en cuando, llámese Obama, Hollande, Putin o Merkel… Pero en el caso de nuestro presidente, ya son frecuentes sus metidas de "pata". Pero una cosa sí es cierta: jamás en nuestra historia política, ni siquiera en el mandato de Hugo Chávez, presidente alguno ha sido atacado e injuriado injustamente desde el mismo día en que se sentó en la tan apetecida silla de Miraflores. Los ataques se iniciaron desde la misma noche en que el CNE anunció su victoria ante el señor Capriles. La derecha criolla, con una rabia visceral, comenzó a ponerle piedras en los zapatos al presidente Maduro: saboteo eléctrico, guarimbas, asesinatos, guerra económica y pare usted de contar.
Más tarde (hasta el sol de hoy), la derecha internacional, con su gran poder mediático y económico, se unió al coro de un Leopoldo López, María Machado y sus adláteres, en contra del presidente Maduro. Ningún presidente en el mundo ha sido tan atacado, como Maduro. No ha tenido ni un día de paz y tranquilidad para gobernar. Su gestión la ha llevado a cabo bajo un incesante "plomeo" de la MUD y los recalcitrantes de la extrema derecha. Así cualquier ser humano, por muy presidente que sea, tiene que reventarse al tratar de defender, no sólo el proceso que recibió en legado de Chávez, sino su cargo y la majestad de la Presidencia de la República Bolivariana de Venezuela. Y tiene, además, que meter la "pata" en esa defensa.
Por estas cosas que he narrado, estoy convencido que el presidente Nicolás Maduro Moros tiene sobradas razones para actuar como lo ha hecho, durante todo su mandato. ¿Quién no comete errores cuando se defiende de uno o más agresores? ¿O cuándo tiene que tomar decisiones bajo presión? ¿Quién vive en paz y tranquilidad con tantos ataques e injurias? ¿Quién se queda quieto cuando su país es atacado desde adentro y desde afuera, con objetivos claros de desaparecerlo a él y lo que representa? ¿Cómo se puede sentir un mandatario que, a través de las redes sociales, le dicen de todo, y hasta le desean la muerte? Se requiera tener la sangre de horchata para no reaccionar ante tantas agresiones, de un lado y de otro; desde adentro y desde afuera. Hasta el viejito Ramos Allup, se está aprovechando del "linchamiento", y se le ha abierto el apetito por el poder, para tratar de acortarle un poco la cabuya a quienes están lanzados a conquistar la candidatura presidencial en el 2019. ¡Se cansa uno! ¡Volveré!