La conciencia de que la institucionalidad venezolana confronta, actualmente, un verdadero peligro, crea la necesidad impostergable de defender a toda costa la fórmula de la constitucionalidad.
La discusión que se mantiene, privada o públicamente, condena resueltamente el desconcierto producido por la acción vacilante del gobierno que conduce a esa suerte de anarquía colectiva.
Por ejemplo, se juzga a los dirigentes nacionales apegados a posiciones de terca intransigencia, y se sienten desilusionados importantes representantes de las finanzas que, aceptaron las promesas que, antecedieron a la lucha electoral de diciembre.
¿Se está otra vez en presencia de un fracaso político?
¿Carecen los hombres que tienen en sus manos el destino de Venezuela de la suficiente capacidad para cumplir la responsabilidad contraída con el pueblo? Los juicios que se emiten respecto a la situación económica y social concuerdan en destacar lo contradictorio de las actuaciones gubernamentales. Por eso, los atentados terroristas de la calcinante derecha, hacen creer esa psicosis febril y alarmante.
El malestar que se padece se origina en las deficiencias de la organización del trabajo que como factor preponderante de todo el pueblo, produce, aumenta, dirige y pone a disposición de las masas los frutos rescatados de la naturaleza. Ese esfuerzo que significa actividad creadora y que es un sacrificio, encierra para el pueblo un dilema indiscutible: o se trabaja en firme para defender la democracia superando la discusión inútil o se justifica, monstruosamente, la disciplina impuesta por el fascismo.
Para evitar nuevas caídas y retrocesos en la conquista del pueblo, se piensa que es necesario la colaboración de elementos que sin ser políticos, reúnen la suficiente capacidad ya demostrada en el manejo de sus negocios particulares.
Venezuela ha de ser servida por especialistas, y no por “sectas rojo-rojitos”, mafias que cocinan el “guiso”. Los directores que mercadean el petróleo y carburantes, empieza el “guiso”. El ministro de planificación maneja y reparte en las mafias (los dólares). El ministro de alimentación tiene una empresa fantasma que importa los alimentos con los dólares propiedad del Estado, la mafia le vende con ganancias 100% a CASA, lo que es carne, pollo, leche, granos, harina de trigo, harina de maíz, arroz, papas, azúcar; el cartón de huevos a Bs. 450, pero se los entregaron a los “bachacos”, estos malandros lo venden a Bs.1450, el café lo venden a Bs. 350, etcétera., y todo lo que es comida para alimentar al pueblo. El “director de salud” maneja las mafias de las medicinas que llevan los “bachacos” a Colombiagranadina y otras mafias internas que venden las medicinas por internet. “Todo lo que es la importación de medicinas para curar al pueblo”.
¿Hay que tener cara dura de estos ministros, directores, gerentes? (por no decir otra cosa). En ello radica, precisamente, la “confianza” del Presidente, que nace en pro del funcionario que “sabe cumplir con su deber”.
¿Quiénes serán los mafiosos “rojo-rojitos” que tienen en el banco “Pi Morgan” de Nueva York, 250 mil millones de dólares? (250. 000.000.000).
El Presidente, no es otra cosa, sino un animador cuyo acierto corresponde a la de coordinar los esfuerzos de los más aptos (no los ineptos y malandros). Los asuntos relacionados con la oportunidad de ocupación del trabajador y del obrero y del costo de la vida, tienen tal importancia que no pueden depender de las conveniencias políticas y particulares.
¡Chávez Vive, la Lucha sigue!
¡Viviremos y Venceremos!