Sin duda, en la coyuntura política actual, es imprescindible repensar
los procesos de formación ciudadana en todas sus dimensiones. Cuando
hablamos de formación tenemos que mirar más allá de lo que ocurre en
escuelas y universidades, incluso más allá de lo que se hace en los
Consejos Comunales y en las Comunas. Nos conviene mirar todos los
espacios posibles (locales, mediáticos, virtuales) como posibilidades
de diálogo permanente, de construcción de identidades colectivas, de
planteamiento de proyectos que enamoren a cada vez más personas.
La formación necesaria (donde todos/todas seremos eternos aprendices)
tiene que ver con desarrollo de capacidades críticas y generativas,
que apunten a incrementar los poderes de contraloría social en todos
los ámbitos de la vida republicana y el desarrollo de procesos en aras
del mejoramiento de vida en toda su plenitud. Incluye la posibilidad
de pensar opciones de hacer en solidaridad, de vida plena, que
contradigan los valores dominantes de egoísmo y materialismo vulgar.
Esta formación urgente, perentoria, que habrá de consolidarse a
mediano y largo plazo, constituirá un invalorable recurso para
enfrentar la arremetida de quienes intentan desintegrar el proyecto
popular en que militamos. Porque tal embestida, a través de presiones
políticas, económicas, culturales, sustentadas desde instituciones
(incluyendo espacios gubernamentales), medios de difusión
internacionales/nacionales, redes sociales, y ahora desde la misma
Asamblea Nacional, intentará con apremio tomar el poder político y
desintegrar las pautas simbólico-culturales colocadas en la cultura
política venezolana, para entregar la nación y los recursos
(especialmente el petróleo) a los poderes transnacionales.
Una formación colectiva, intensa y total, permitirá a las mayorías
desarrollar posibilidades de leer los procesos históricos en marcha
superando la mera calificación ("imperialismo", "burguesía"),
avanzando hacia la consideración de hechos concretos (consecuencias o
secuencias de otros hechos también concretos), y cómo afectan nuestra
vida cotidiana, avanzando hacia la generación compartida de categorías
interpretativas, y hasta de constructos teóricos. Esto posibilitará la
renovación constante del lenguaje, del mensaje transformador. Y
apuntará hacia el desmontaje del proyecto de la oposición política,
que pretende una toma temprana del poder, mientras intenta convencer a
muchos de que sólo se trata de resolver los ingentes problemas que nos
sacuden como población, lo que la lleva a colocar todo el arsenal
ideológico (medios, redes) para convencer a las mayorías de que sólo
saliendo del gobierno actual se podrán satisfacer las necesidades
públicas.
Más, si mediante un proceso formativo colectivo, en todos los espacios
posibles, con todos los recursos en juego, avanzamos en procesos
reflexivos, propositivos, creativos, ello no sólo consolidará un gran
movimiento social que critique –y controle- a la oposición, sino
también al gobierno en todas sus instancias. Sólo que es necesario
ejercer la crítica siempre unida no sólo a la autocrítica, sino
también a la posibilidad de plantear proyectos y acciones alternas. Y
ello sólo será factible en la medida que las propuestas impliquen la
búsqueda de soluciones para los problemas cotidianos de quienes
habitamos Venezuela, y que en su implementación se prefigure la
sociedad que soñamos (bastante delineada en la Constitución vigente).
Así, queda abierta la propuesta de concurrir a la discusión colectiva
para la generación de espacios formativos, de reconstrucción
simbólica, en todos los ámbitos posibles, desde las instituciones, los
medios masivos de difusión, los medios comunitarios, las redes
sociales y especialmente desde la calle.