Perseguir lo efímero de la gloria parece cosa fácil en aquellos individuos que comulgan con la deshonra, en momentos, recurren a vestimenta de santidad haciéndose ver como hombres y mujeres de bien, manipulando de manera estratégica, a través de tácticas gerenciales y pseudohumanitarias, la atención de quienes les reconocen como figura pública. No es difícil que el efecto de esta práctica sea bastante recurrente en el sector político, generando un Súper Yo, alimentado y acrecentado por un sector de aduladores que terminan siendo las verdaderas sanguijuelas, en función de conseguir todo tipo de beneficio personal.
La política como concepto universal, entre miles de interpretaciones se entiende como la relación que se generan en la ciudad, pero la direccionalidad de esta viene dada por la corriente ideológica que, en consecuencia, definirá el modelo y plan de gobierno. El espectador es decir, el pueblo, compra la propuesta por medio del sufragio, dicha compra reúne para cada sector una esperanza, que varían según sus intereses. Estas variaciones por lo general van llenas de bienestar, paz, crecimiento, progreso y sobre todo la prosperidad para nuestra patria.
Cuando se asoma los vicios, producto de no tener comprensión y sentido de pertenencia hacia el modelo, se genera una fuerte distorsión de dicho modelo y los planes sufren alteraciones no deseadas que irrumpen con su normal desarrollo, generando una suerte de desengaño y tristeza que abre una puerta para la intervención de actores con cierta carga de buena o mala intención por quienes adversan el modelo y plan de gobierno que se ejecuta.
Dicen algunos pensadores que el ser humano al perder la esperanza pierde todo, lo antes, mencionado debe dar respuesta a esa interrogante que se hacen los gobernantes cuando tienen saldo de militancia negativo hacia su gestión e incluso a nivel partidista. La repuesta es sencilla, ignoraron el pensamiento ideológico que los llevo a sus responsabilidades de gobierno. No es la manera de justificar la distorsión con brazada de ahogado ni mucho menos tratando de culpar al otro, sobre todo, cuando el poder fue absoluto. La falsa moral política danza frente al pueblo, y ¿cómo pretender que salgan a la defensa si se muestran ante los ciudadanos con elementos que apuntalan y son adversos a lo indicado en los planes del gobierno?. Por otro lado, se cierran los espacios a la crítica en construcción por temor a reconocer que lo dicho y acusado en la calles resulte ser verdad, sobre todo en el área de la corrupción.
Ojalá se me pudiera entender, es difícil para quienes somos socialistas reconocerle a un capitalista que se nos ventila realidades concretas, pero al final hay que aceptarla. Nuestro ente rector, el partido, sufre los avatares de una crítica sistemática e incluso pierde militancia, aunque no se quiera reconocer. Es el momento de ponernos la mano en el corazón si queremos rescatar el modelo, ser disciplinados en la militancia y operar, como lo escrito en el libro rojo y otros tantos libros de corriente socialista.
Llego el momento de iniciar una campaña voraz en contra de la corrupción, auditar, no solo la capacidad política de la gerencia, sino el patrimonio que se tiene; esto como un acto de demostración pública, que será sin duda de mucha honra y bien visto por nuestros hijos y nietos futuros gobernantes socialistas de este país.
Joselino.serrano@gmail.com