La unidad como garantía de sostenibilidad

Los recientes triunfos de la derecha no responden a que, de un día para otro, los pueblos los tengan como alternativas populares sino a que el acoso mediático, la distorsión de la verdad y un chantaje amparado en la fuerza invasora de los EE UU, han captado espacios electorales en quienes no han sido preparados por nosotros para resistir. La derecha cuenta y seguirá contando con el apoyo decidido de las oligarquías económicas transnacionales, el Imperialismo, sus aliados y nuestras burguesías locales o regionales para este objetivo. Es la sumatoria de estos factores y nuestra no reconocida escasa capacidad ideológica para disputar espacios a lo que llamamos "imperialismo" lo que en buena medida explica nuestros actuales retrocesos electorales en América Latina.

La dimensión cultural de esta confrontación ha dejado de lado las fortalezas históricas de varias experiencias de resistencia emancipadora que hemos sabido muy poco interpretar. Si a ello agregamos las limitaciones estructurales que debemos franquear como por ejemplo la real crisis económica mundial, así como el hecho de tener que movernos dentro de los marcos políticos tan estrechos que deja la democracia burguesa (diseñada para evitar los cambios sociales y mantener los privilegios de las oligarquías) está definitivamente claro que el problema no son "los ciclos" a los cuales hace referencia el capitalismo, sino que en realidad la lucha nuestra por ahora y durante algún tiempo será siempre por etapas.

Es necesario entender y también aceptar que hemos cometido demasiados errores. Uno de los objetivos del debate revolucionario transparente, leal y audaz y sinceramente autocrítico debe conducirnos a cada quien, los más y los menos radicales, a saber cuáles han sido estos errores y como debemos superarlos. Debe conducirnos a concluir, con sólida franqueza, las lecciones para seguir adelante y sin fracturas. Las conclusiones pueden ser enormes y hasta adversas pero sólo este análisis despersonalizado puede ayudar a evitar divisiones, desmoralización y desmovilización. Hay que entrar en razón que la correlación de fuerzas nacionales e internacionales, interrelacionadas entre sí no son favorables a los cambios sociales y mucho menos a la creación de una sociedad alternativa al capitalismo. Esto no quiere decir que debemos postergar nuestras acciones, ni tampoco que debemos paralizarnos, ni que hay que esperar tiempos mejores. Estos tiempos no llegarán si no los procuramos.

Por lo demás, es indispensable descartar las ideas de abandonar los espacios de control eventual de gobierno, así como de los instrumentos políticos, sociales, económicos o culturales que ejercen algún tipo de poder. Ni siquiera frente a lo que podamos considerar fracasos políticos debemos ceder. Es preferible entenderlos como experiencias negativas de gobierno. En efecto, no ha sido fácil acceder a esas cuotas de gobierno y además la derecha también es un sujeto capaz de fracasar. Ya lo hemos visto y vivido. Nuestras cuotas de poder no han sido sino consecuencia de sus reveses, más que la conquista razonable de propuestas de izquierda o de alguna forma de progresismo. Asimismo, hay que descartar toda fractura interna aún con los diferentes matices que presentan nuestras fuerzas, partidos o movimientos políticos. Es cierto que son necesarios muchos y diversos esfuerzos para esto, y que hay y habrá contra tiempos, pero la unidad no es solo un objetivo táctico, es también "un objetivo estratégico". Ella compensa la debilidad estructural, económica e ideológica de nuestra puja y fervor revolucionario

La unidad es la única garantía de sostenibilidad de cualquier proyecto serio y alterno al capitalismo. Para el logro de ella no hay ni habrá fórmulas. Todas deben construirse conforme a la cultura, experiencias, riqueza ideológica y valores sociológicos, políticos e históricos de nuestras realidades. Existen posibilidades, situaciones, circunstancias y coyunturas que las facilitan y estas deben aprovecharse. Uno de los pasos para el logro de la unidad es un programa político realizable. Debe ser producto de un debate amplio y leal. En el debate hay que analizar todo con ánimo de consensuar sin soberbia, ni pre potencia alguna. De allí habrá de salir el tipo de sociedad que se aspira y la realidad que se pretende transformar, las clases a proteger y los empeños con los cuales se quiere construir un futuro.

El programa debe tenerse como herramienta para convocar, movilizar y seleccionar (con consciencia y sentido común revolucionario) quienes deben liderarlo, incluyendo el posible lapso de duración del liderazgo. Ello permitirá dejar fuera proyectos grupales o individuales disfrazados de "nuevas referencias políticas con nombres pre determinados". La convocatoria a estos cambios sociales no debe circunscribirse solo "a los llamados sectores populares" que son parte de nuestro eterno discurso. Se Impone convocar capas medias con integrantes que han sido el resultado del ascenso social promovido por nosotros mismos. La realidad ha demostrado que la prosperidad económica sin formación ideológica y la formación ideológica sin prosperidad económica producen adversarios políticos duros.



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Isaías Rodríguez

Abogado, ex Vicepresidente Ejecutivo y ex Fiscal General de Venezuela. Actual Embajador de Venezuela en Italia.


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