Imre Kertész eligió el tiempo de morir

"Que Él establezca su reinado

durante tu vida".

(El Kaddish, antigua plegaria hebrea).

Desde los catorce años de edad estuvo asediado por la muerte, vivió al filo de la navaja en los campos de concentración en Polonia. Fue sometido a días de cárcel, pasó hambrunas, vio morir a miles de sus paisanos a su lado, vivió la Segunda Guerra Mundial con sus bombardeos y su mortandad inmisericorde. Fue un sobreviviente del terrible holocausto: el nombre de ese héroe es Imre Kertész, quien nació el 9 de noviembre de 1929, y murió a los 86 años de edad en su casa de Budapest, navegando entre la gloria literaria, el mito y la soledad más terrible.

Dejó una obra narrativa y periodística trascendente, reconocida en 2002 con el Premio Nobel de Literatura. Antes había recibido el Premio de las Letras de Brandeburgo en 1995 y del Libro de Leipzig en 1997. Sus libros fueron traducidos a cuanta lengua se tenga registro, inspiradores de excelentes filmes y documentales para televisión.

Imre vivió el escozor de la discriminación por ser hijo de judíos, padeció los rigores de ser tratado como un inferior, portando ante los ojos de todos, la estrella amarilla cosida en el lado izquierdo de su pecho, un símbolo humillante, impuesto solo para ser identificado por los soldados alemanes como un joven de la raza hebrea, a la que había que limitar, someter, expropiar y exterminar. Así lo refleja en este segmento de su obra maestra, la novela "Sin destino" de 1975:

"Era una mañana limpia y tibia para ser el principio de la primavera. Hubiera podido desabrochar mi abrigo, pero desistí: la ligera brisa podía haber hecho que las solapas hubieran ocultado de manera antirreglamentaria mi estrella amarilla." (Kertész, 1975)

Esa novela titulada en español "Sin destino" se convirtió en un gran clásico de las letras europeas. En 2005, el director húngaro Lajos Koltai la llevó al cine, es una cinta de culto donde participó su compatriota Marcell Nagy encarnando al protagonista, el inglés Daniel Craig como soldado aliado y el veterano Andre Harkanyi. Con la música del multipremiado maestro italiano Ennio Marricone. Lajos Koltai trabajó el guión escrito por el propio Kertész; este director nació en Budapest, estuvo candidateado al Premio Oscar por la fotografía del filme "Malena" (2000), protagonizada por Mónica Bellucci, cinta del genial Giuseppe Tornatore.

Kertész escribió obras de gran resonancia, exitosas novelas como: "El fracaso" de 1988, "Un instante de silencio en el paredón" de 1998, "Kaddish para un niño no nacido" en 2001. Así como el "Diario de la galera" de 1992, y el diario "Yo y el otro" en 1997:

"Un caballero ya mayor se me acercó sin rodeos, con un rostro pastoso y deforme, con manchas considerables, de pelo ralo que parecían las zonas raídas de un canapé de felpa: ni uno solo de sus rasgos me resultaba conocido. Para mi asombro, me abrazó sin mediar palabra y se presentó: era un amigo que llevaba treinta y cinco años sin verme. Vivía en el extranjero, dijo: Había oído de mí, leía mis libros. No entendía, dijo, mi "transformación". En aquel entonces no había percibido nada especial en mi persona, señaló, no había dado yo muestra alguna de mis «dotes superiores», por así decirlo. Me disculpé un poco por esta inesperada evolución mía, pero, a decir verdad, sus palabras me conmovieron". (Yo y el otro, 1997).

En 2012 Alemania creó el instituto "Imre Kertész Kolleg" para el estudio riguroso de su obra, en la Universidad de Jena, en el marco del estudio de la Europa del siglo XX. Esto llevó al escritor húngaro a dejar todos sus manuscritos y papeles personales en Europa, a pesar de las jugosas ofertas de las universidades norteamericanas. Imre desde su silla de ruedas, batallando con el mal de Parkinson dijo: "Esos escritos pertenecen a Europa, allí se originaron".

La cuidad que más admiró y amó fue su natal Budapest, pero le reprochaba su mezquindad, su desmesurado odio a los gitanos y judíos, y su apego al nacionalismo obcecado. Eso lo llevó a afirmar sobre su patria: "Hungría jamás se ha preguntado el porqué ha estado siempre en el lado equivocado de la historia".

Vivió con mucho placer en Berlín, la capital cultural del este europeo, donde se sentía acogido como uno más, urbe a la que calificó como "La ciudad más musical del mundo". Sin embargo, su muerte se produjo en su casa de Budapest, ya sin la menor movilidad, imposibilitado de escribir, fue la tarde del 31 de marzo de 2016. Solo la música le acompañó en sus últimos días, la música que siempre consideró parte de la estructura más íntima de sus obras. Imre amaba las sonatas de Beethoven, las danzas de Béla Bartók, la ópera. En su libro "Fiasco" de 2003 nos relata:

"El rumor de alguna diversión se oía aquí y allá, el alboroto de algunos niños rompía la calma somnolienta y las ventanas abiertas soltaban música acompañada de crujidos y del olor a comidas dominicales. Sólo las ruinas parecían más desoladas que nunca, tal vez por la falta de los sonidos ya habituales del continuo martilleo y del espectáculo de los obreros que se encaramaban a los edificios, como si no pudieran ni reconstruirse ni desaparecer del todo y quisieran permanecer siempre en ese estado, aferradas a su permanente decadencia." (Kertész, 2003)

Los personajes kerteszianos descritos en el campo de concentración de Auschwitz, sobrevivieron porque tenían metas, y eso era tan importante para perseverar y subsistir como el agua o el pan. Soñaban en medio del frío hiriente, del fango pestilente y los maltratos de los soldados nazis en las galeras apestosas. Ellos imaginaban volver a pisar los bulevares de Budapest, oír el taconeo de las mujeres al atardecer en la avenida Andrássy, caminando presurosas para llegar a alguna cita. Anhelaban volver a ver a sus amigos, a sus familias, tomar el té con ellos, y disfrutar algo tan maravilloso e inalcanzable en ese momento, como una sopa de zanahorias. En definitiva, pensaban: "No hay nada que no podamos alcanzar". Y así lo demostró Imre a lo largo de su vida.

Al momento de morir, Kertész no tenía familiares, excepto su esposa Magda Violeta y su hija Cristina, todos los demás fueron exterminados por la maquinaria nazi o por las penurias de la posguerra. Él murió sin riquezas, alejado del espectáculo; expiró el día y la hora que su alma misteriosa escogió, luego de librar luchas terribles y pasar laberintos tenebrosos. Disfrutó los pocos momentos de felicidad que la vida le otorgó, incluso en los campos de concentración, y fueron como rellanos en una escalera dificultosa. Antes de marcharse para siempre, el maestro húngaro se aseguró de dejar encendidos los candiles de sus libros, los que sin duda; serán inextinguibles.

@leonmagnom

 



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León Magno Montiel

Premio Nacional de Periodismo 2004.
www.saborgaitero.com
Director de SUITE 89.1 FM
www.suite891.com

 leonmagnom@gmail.com

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