Antes de facilitar a las lectoras y lectores de esta nota, un juicio u opinión a contracorriente de esta nota, aclaro que espero estar muy equivocado. Deseando esto, observo la realidad no desde este momento, sino desde todo el trayecto recorrido desde 1998.
Nos regresamos al 2003. Mientras la derecha apuesta a la confrontación y a imponer su proyecto político y de clase, hay quienes abrigan la esperanza (y lo promueven) de un diálogo. Nos lanzamos otra vez a un diálogo y como sucedió en ese momento (2003), los que se proponen como puente, están clara y abiertamente del otro lado. El diálogo además, tiene la situación que los del otro lado, colocan condiciones, pero se han saltado más de una vez la constitución, que es la única y absoluta condición para ese diálogo.
¿Hay alguna razón para no creer en el diálogo?
Aunque no estamos en el 14-A 2002; momento en el cual se tuvo mejores condiciones para un diálogo desde la perspectiva del proyecto político que nacía, no se promovió ese diálogo y se perdono. Era el momento para colocar los puntos en el lugar indicado. El 14-A 2002, el pueblo se vino a la calle y recupero el poder, creo que hoy, hay suficientes evidencias para ponerse en esta idea de la lucha social y de clase, no auspiciando por supuesto, el retiro del gobierno de cualquier intento de dialogo. Debe tenerse la silla ocupada, pero teniendo claro, que al final podemos estar diciéndonos: "te pinto pajarito en el aire".
Si abrigáramos una remota idea, que la derecha tiene una buena intención sobre Venezuela, cabe la posibilidad de agotarnos en el esfuerzo de un dialogo, pero no creo que la derecha tenga a los venezolanos y venezolanas como su norte. Acepto que la derecha piense en Venezuela, pero la piensa para manosearla. Jamás para darle amor y asumir un proyecto político que tenga la igualdad y solidaridad como pieza clave.
Hay muchas evidencias sobre este intento por manosear a Venezuela. No es imaginación mía producto de ver comiquitas. Se tiene, como una de las principales evidencia, toda la bestial campaña internacional de la derecha contra Venezuela con el consentimiento de la derecha interna. Es la prueba más consistente para proyectar un resultado de un diálogo, que podrá culminar en otra concesión al capital. Una más, de las tantas que se le han dado y sin opción de comprometerse con juego democrático.
Requieren más evidencias, veamos los ataques pasados y actuales al CNE, que fue la institución que el 6 de diciembre 2015, le aseguró un contundente triunfo parlamentario. Si esa derecha no ha sido capaz de respetar al CNE que le reconoció un triunfo, qué podemos esperar.
No es que se descarte un dialogo. El punto es que existe la certeza absoluta, que es un esfuerzo que va al vacío. El escenario que tomó la derecha es el de la confrontación y la tesis de imponer su hegemonía en lo interno y en plano mundial. Eso es imponer su proyecto como clase. El gobierno ha estado acosado por la dinámica de confrontación. Bajo este escenario, no parece muy recomendable lo que pone en práctica el gobierno, que es ir subiendo poco a poco la talanquera para pasarse para el otro lado, porque el diálogo que hemos visto, podemos verlo a través de lo que viene diciéndonos Pérez Abad.